Impresionante evidencia de la visita de Jesucristo a las Américas entregada por el principal pueblo originario de Chile: los Mapuche.
La leyenda del hombre blanco barbudo haciendo milagros y enseñando la paz, recorrió gran parte de la América precolombina y se transmitió de generación en generación a través de los años y los diferentes pueblos. Sin lugar a dudas, una leyenda con demasiadas coincidencias como para ser tan solo eso: una leyenda.
Autora: Pamela Carrasco.
La leyenda del hombre blanco barbudo haciendo milagros y enseñando la paz, recorrió gran parte de la América precolombina y se transmitió de generación en generación a través de los años y los diferentes pueblos. Sin lugar a dudas, una leyenda con demasiadas coincidencias como para ser tan solo eso: una leyenda.
En Chile, el proceso de conquista fue liderado en gran manera por el español Pedro de Valdivia, quien fundó muchas de las ciudades que actualmente conforman el país, entre ellas la capital, Santiago. En esta etapa, Valdivia debió lidiar con uno de los principales pueblos originarios de la zona, los Mapuche, quienes en su mayoría pusieron resistencia y rechazaron el proceso de conquista. Sin embargo, algunos caciques intentaron establecer la paz y el diálogo con los visitantes.
Existe un registro histórico que relata la fundación de Santiago y el encuentro de Valdivia con algunos de estos caciques mapuche, quienes manifestaron tener conocimiento de este Dios, del cual les hablaron los españoles. Este texto, la “Historia General del Reino de Chile”, fue escrito por Diego Rosales en 1674 y publicado por primera vez por Benjamín Vicuña Mackena en 3 tomos entre los años 1877 y 1878. En las páginas 340 y 341 del primer tomo, encontramos el relato auténtico y que transcribimos de manera textual, sin modificaciones al lenguaje de la época y cuyo contenido es simplemente impresionante, porque muestra evidencias únicas de la visita de Cristo a las Américas:
“De la primera poblazion de la ciudad de Santiago, corte y caueza del Reino de Chile, de su sitio, fertilidad, edificios, republica, y primer Gouernador
1. Planto Valdivia su campo en el valle de Mapocho, que propriamente se llama Mapuche que quiere decir Valle de gente, por la mucha, que en el auia y de aý tomó el Río esse nombre: mas los españoles, y el tiempo a corrompido el vocablo, y en lugar de Mapuche, le llaman Mapocho. Dio buelta al valle mirando los assientos, y la hermosura de sus campañas y llanura, que es de los mejores y mas fertiles valles del Reino, fecundado de un rio, que liberal reparte sus aguas por diferentes sangrias, para que todos rieguen sus sembrados. Y pareciendole ser el lugar mas acomodado, donde Loncomilla se dezia, pobló la ciudad de Santiago en el sitio donde oy está. Cuia fundación fue a dose de febrero de 1541 años, pidiendo a Nuestro Señor gracia para estender y entablar la fee entre aquella gente. Y a catorce caciques, que alli le dieron la paz, rogó le ayudassen para hazer alli una casa de oracion, y un templo para el culto y adoracion del Dios Verdadero: que está en los cielos, y crio el uniuerso donde se celebrassen los diuinos afficios. Y para persuadirles a ello les traxo a la memoria la honra que se debe al culto diuino, y al verdadero Dios. A que le respondieron: que ya tenian noticia de que auia, que abitaba en los cielos. Porque abian oydo dezir a sus antepassados, que antiguamente auia estado un hombre maravilloso en esta sierra, con barba crecida, y con ojotas calzadas, y manto al modo que ellos traian, sus mantas, sobre los hombros, el qual hazia muchos milagros, sanaba enfermos con agua, hazia llober, y crezer las plantas, y los sembrados, y con un soplo hazia encender fuego, y otras marabillas: sanando de repente a los enfermos, y dando vista a los ciegos. Y en la lengua de esta tierra hablaba con tanta propiedad, y elegancia como si siempre ubiera estado en ella con palabras muy dulces, y nueuas para ellos: diziendoles: que en lo alto de los cielos estaba el Criador de todas las cosas, y que tenia consigo mucha cantidad de hombres, y mugeres, que resplandecian como el sol, y que a poco tiempo se fue al Peru. Y assí muchos a imitacion del habito y ojotas, que este varon usaba las traen entre ellos, calzadas, y la manta; suelta sobre los hombros, o prendida en el pecho, o por las puntas anudada. Por donde se infiere; que este varon era algun Apostol, cuio nombre no saben; quedó admirado Valdiuia de esta relacion, y conociendo que Dios le tomaba a el por instrumento, para voluer a plantar la fee que el Santo Apostol auia predicado en este Reino, y perdidose la noticia de ella por la injuria de los tiempos, o por los peccados de sus habitadores.
El relato anterior es simplemente incuestionable. Una evidencia cuyas características de claridad y autenticidad no dan lugar a dudas; Jesucristo mismo les visitó algún día, les ministró, hizo milagros entre ellos, le acompañaron ángeles del cielo, se fue y les prometió volver. El registro histórico es verídico, usted puede verificarlo por sí mismo, no obstante, una oración sincera responderá cualquier duda en su corazón...
2. Y confirma esta noticia de auer venido algun Apostol a este Reino a predicar el santo Euangelio, una cosa marabillosa, que hasta oy perseuera en el valle de Jaurua, donde esta una piedra de bara y media de alto, y dos de largo en la qual estan estampadas las huellas de un hombre con ojotas, que en la piedra dejo ympressas, y sin duda sobre ella se subía a predicar a los yndios de aquel valle, y dejó las plantas impresas. Y demas de eso en la frente de la piedra escribio tres renglones abiertas las letras en la peña, y con caracteres, que no ay quien las entienda, ni sepa explicarlos. Y abiendolos echo sacar y copiar fielmente el Padre Joseph María Adamo de la Compañía de Jesus, missionero de la prouincia de Cuio, y que a trabaxado muchos años gloriosamente en la conuersion de los yndios de aquella prouincia, las embió a tres padres de la Compañia, noticiosos en lenguas al Padre Angelo de Magistris a Cordoua, al Padre Coninc al Pero, y al Padre Nicolas Mascardi a Chiloe, y ninguno acertó a leerlas con que hasta ahora no se sabe su significado.” (1)
Fuentes
- Diego Rosales, “Historia General de el Reino de Chile”, Flandes Indiano, Tomo I, (1674): 340 - 341.