La gran destrucción que se originó entre los nefitas y los lamanitas en el momento de la crucifixión de Cristo puede ser comparada con los efectos que causan los huracanes y los tornados, al igual que con las actividades tectónicas tales como: terremotos y erupciones volcánicas. Estas devastaciones comenzaron con una "gran tormenta, como jamás se había conocido en toda la tierra", seguido de "una grande y horrenda tempestad" y "terribles truenos" que "sacudían toda la tierra como si estuviera a punto de dividirse. Y hubo relámpagos extremadamente resplandecientes, como nunca se habían visto en toda la tierra" (3 Nefi 8:5-7). En la tierra del norte [1],
“toda la faz de la tierra fue alterada por causa de la tempestad, y los torbellinos, y los truenos, y los relámpagos, y los sumamente violentos temblores de toda la tierra; y se rompieron las calzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos. Y se hundieron muchas grandes y notables ciudades, y muchas se incendiaron, y muchas fueron sacudidas hasta que sus edificios cayeron a tierra.... Y hubo algunos que fueron arrebatados por el torbellino…. Y así quedó desfigurada la superficie de toda la tierra por motivo de las tempestades, y los truenos, y los relámpagos, y los temblores de tierra” (3 Nefi 8:12-14, 16-17).
La destrucción duró "el espacio de unas tres horas", aunque algunos dijeron que "fue más tiempo" (3 Nefi 8:19). Le siguió una "densa obscuridad" que los habitantes podían "sentir" y que no permitía encender el fuego (3 Nefi 8:19-22). La obscuridad se mantuvo durante tres días (3 Nefi 8:23).
En la tierra del sur, que fue la menos afectada (3 Nefi 8:11-12), "… se incendió la ciudad de Zarahemla. Y se hundió la ciudad de Moroni en las profundidades del mar… y se amontonó la tierra sobre la ciudad de Moroníah, de modo que en lugar de la ciudad apareció una enorme montaña" (3 Nefi 8:8-10; véase también 9:3-5).
Otras ciudades, probablemente situadas en la tierra del norte, sufrieron destinos similares. Gilgal [y sus habitantes] fueron "sepultados en lo profundo de la tierra" (3 Nefi 9:6), junto con otras cuatro ciudades (3 Nefi 9:8). Tres ciudades más se hundieron y fueron cubiertas por agua (3 Nefi 9:7), mientras que otras cuatro fueron quemadas (3 Nefi 9:9-10).
A primera vista el registro sugiere que todas las fuerzas destructivas de la naturaleza se desataron al mismo tiempo, sin embargo, todas ellas pueden ser explicados por un único fenómeno, el movimiento de las placas tectónicas.
Terremotos y erupciones volcánicas
La superficie terrestre está compuesta por una serie de placas que forman las masas de tierra y el fondo oceánico. Flotando sobre el magma, un material líquido extremadamente caliente, estas placas están constantemente en movimiento, aunque se trata de un movimiento muy lento. Donde coinciden entre sí, se forman fracturas llamadas fallas. A lo largo de una línea de falla el movimiento puede ser tanto en paralelo como en ángulo. La presión se acumula a lo largo de la falla hasta que una de las placas se desliza y se libera del agarre friccional de la otra, causando el temblor conocido como terremoto.
Las fallas más grandes se encuentran a lo largo de las líneas donde las placas oceánicas coinciden con las continentales. La tierra se fractura y encrespa a lo largo de estas líneas, dando como resultado la elevación de montañas y el desplazamiento de masas de tierra. Cuando el magma consigue escapar a lo largo de una línea de falla, sale en forma de lava que se enfría y forma mesetas rocosas o picos volcánicos cónicos.
En el momento en que se forma un volcán y se enfría la roca, es posible que quede inactivo durante muchos años, o incluso siglos. Pero la presión a lo largo de las líneas de intersección de las placas puede provocar, en ocasiones, la reactivación de volcanes que llevaban inactivos mucho tiempo, a veces, acompañados de terremotos.
La mayor zona volcánica y sísmica se extiende por el perímetro de la Cuenca del Pacífico, donde las placas oceánicas se encuentran con las continentales. Lugares como Filipinas, Japón, Alaska, la costa oeste de los Estados Unidos, México, Guatemala, Colombia, Perú y Chile se destacan por sus frecuentes terremotos y esporádicas erupciones volcánicas.
Cuando se produce un gran terremoto o una erupción volcánica cerca o dentro del océano, se obtiene como resultado otro fenómeno potencialmente destructivo: el tsunami. Esta palabra japonesa a menudo se traduce al inglés como “tidal wave” (oleada), aunque no tiene nada que ver con las mareas, hace referencia a una ola gigantesca, a veces de decenas de metros de altura, originadas por una actividad tectónica lo suficientemente fuerte como para agitar las aguas oceánicas. Un tsunami cualquiera puede viajar a velocidades de cientos de kilómetros por hora, en ocasiones llegando a velocidades de 500 mph (804,7 km/h). Una vez que llega a la orilla, la gigantesca ola se estrella contra la costa dejando una estela de muerte y destrucción.
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Representación gráfica de un tsunami |
Un ejemplo de la combinación de terremoto, incendio, tsunami y erupción volcánica fue visto en Guatemala el 18 de abril de 1902, cuando un terremoto destruyó la capital. Doce mil personas murieron a causa del terremoto y los subsiguientes incendios. El terremoto dio lugar a un tsunami y el volcán de la ciudad guatemalteca de Tacana entró en erupción ese mismo día. El 19 de noviembre de 1822, la erupción del volcán Galunggung, en el Pacífico, desencadenó un terremoto al otro lado del océano en Valparaíso, Chile. El litoral chileno subió cuatro pies (1,22m) y murieron unas 10.000 personas. La erupción del volcán Bezymianny, en la provincia rusa de Kamchatka, en septiembre de 1955 provocó 1.285 terremotos durante un período de tres semanas.
Viento, Relámpagos y Oscuridad
Teniendo en cuenta que no es imposible que un huracán pudiera haber acompañado a las actividades tectónicas en el momento de la crucifixión de Cristo, existen explicaciones tectónicas para la tempestad, los torbellinos y los relámpagos que se describen en 3 Nefi. La fuerza explosiva de algunas erupciones volcánicas han sido lo suficientemente grandes como para provocar fuertes vientos. También se ha sabido de enormes bolas de gases incandescentes procedentes de volcanes que han provocado tormentas de fuego cuyos vientos eran feroces.
Grandes exhibiciones de relámpagos también se han observado en nubes volcánicas repletas de ceniza arrojadas por los volcanes. Tales exhibiciones fueron fotografiadas cuando la pequeña isla de Surtsey se creó en noviembre de 1963 por una erupción volcánica en el Océano Atlántico, al sur de Islandia.
También es sabido que la tefra (piroclasto) o ceniza volcánica puede bloquear la luz solar, creando la ilusión de la noche a mediodía. Esto fue demostrado en junio de 1991 gracias a la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas. En pocos días, la caída de cenizas en la Base Aérea Clark fue tan grave que tuvo que ser abandonada. El personal de las fuerzas aéreas estadounidenses que volvió al lugar poco después del inicio de las erupciones se encontró con edificios derrumbados y gruesas capas de ceniza. El día se convirtió en noche a lo largo de una gran superficie, incluso al día de hoy (enero de 1992), el polvo expelido a la estratosfera por el volcán continúa produciendo espectaculares puestas de sol y afectando a las pautas climáticas en gran parte del mundo.
Exhibiciones de relámpagos y oscuridad a causa de la ceniza volcánica
En ocasiones, las erupciones volcánicas provocan otros efectos catastróficos. Sustancias químicas tóxicas tales como el dióxido de azufre, dióxido de carbono y el flúor pueden provocar enfermedades así como la muerte. La erupción de la fisura Lakagigar al sureste de Islandia en junio de 1783 produjo una neblina azul que se extendió por Europa, Asia occidental y África del Norte durante un período de ocho meses. Los cultivos se echaron a perder en Escocia y el acabado de las ollas de cobre se arruinó en Inglaterra. El polvo volcánico cayó en el norte de Italia y el oscurecimiento del sol produjo un invierno inusualmente frío en toda Europa en 1783-84. En Islandia, los árboles se secaron y murieron, los cultivos se marchitaron y los pastos casi desaparecieron. La carne de los caballos, las ovejas y del ganado enfermaba y a menudo la piel se les descomponía en sus propios cuerpos antes de que les llegara la muerte. Los peces desaparecieron de las aguas costeras de Islandia durante casi un año. La llamada “Haze Famine” (Penuria de la Neblina) provocó la muerte de más de 10.000 personas en Islandia (una quinta parte de la población) durante un período de tres años. Forúnculos y tumores aparecieron en los cuerpos de los enfermos, las encías se hincharon y sus dientes se cayeron.
Cuando la tierra se mueve
Cuando un terremoto sacudió la región de Yellowstone Park el 17 de agosto de 1959, a la mayoría le pareció algo muy serio. Las orillas del Lago Hebgen de Montana se inclinaron por la agitación, sumergiendo cabañas en un extremo y levantando muelles en el otro. Sin embargo, el temblor fue pequeño en comparación con lo que ocurrió cinco años después.
El gran terremoto de Alaska del 27 de marzo de 1964, fue 4.000 veces más potente que la mayor explosión nuclear conocida y varios cientos de veces más poderosa que todas las armas nucleares explotadas hasta esa fecha. Ese inmenso poder provocó la mayor deformación de superficie terrestre de la historia. Más de 100.000 millas cuadradas de superficie (259.000 km²) fueron desplazadas verticalmente. Las calles de Anchorage se rebajaron unos 20 pies (6 m) y después la tierra resonó durante semanas.
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Florecimiento del suelo marino tras un terremoto en Alaska |
Como resultado se produjeron tsunamis de hasta 30 pies de alto (9 m) en Prince William Sound que devastaron ciudades de la costa sur de Alaska. Casi la mitad de los barcos de pesca de la isla de Kodiak se hundieron o quedaron destrozados y dos de las tres fábricas de conservas de pescado fueron arrastradas por las aguas. Las olas, que corrían a 400 mph (644 km/h), arrasaron las playas de Hawaii, Japón y la costa oeste de los Estados Unidos. Cuatro niños que iban de excursión con sus padres fueron barridos de la playa Depoe en Oregon. Olas de 20 pies (6 m) golpearon Crescent City, California, a 1.600 millas (2.575 km) de distancia, destrozando 150 tiendas y matando una docena de personas. El suelo se levantó 4 pulgadas (10 cm) en ciudades tan distantes como Houston, Texas y Cabo Kennedy en Florida e incluso subieron abruptamente los niveles de agua en los pozos de lugares tan remotos como Sudáfrica.
El terremoto de Alaska duró exactamente siete minutos. En muchos lugares el terreno reaccionó ante el temblor como si de agua se tratara, moviéndose como olas del mar. Algunas casas en Anchorage fueron trasladadas a un cuarto de milla (402 m) de su ubicación original. La devastación fue tan asoladora que el 75% de los comercios e industrias de ese estado fueron destruidos.
Aun así, los desastres de Alaska y Yellowstone se resolvieron con pérdidas mínimas de vidas humanas, al igual que los famosos terremotos de San Francisco en 1906 y 1989, así como el terremoto de Los Ángeles en 1993. Ninguno de ellos alcanzó la lectura de 8.9 en la escala Richter alcanzado por los terremoto de Quito en 1906, Ecuador y el que afectó a Honshu, Japón en 1933.
Si bien no debe tomarse a la ligera, la naturaleza destructiva de los seísmos más conocidos de Estados Unidos, no se puede competir con otros terremotos y erupciones volcánicas de épocas históricas, cuya descripción ocupa más de una página en 3 Nefi. Quizás los más comparables sean los siguientes terremotos que, como desastres naturales individuales, causaron mayores pérdida de vidas:
- Se estima que en 1556 más de 800.000 personas murieron durante un terremoto en China, el cual sembró el caos en tres provincias.
- Es posible que unas 100.000 personas perdieran la vida durante la erupción en 1669 del Monte Etna en Sicilia, durante el cual el cielo diurno se vio ennegrecido por la ceniza y el humo, mientras que rocas de más de 300 libras (136 kg) eran impulsadas varios kilómetros a través del aire.
- En 1803, la ciudad de Edo (actualmente Tokio), Japón, fue destruida por un terremoto y murieron 210.000 personas.
- En enero 1855 un terremoto en el sureste de Nueva Zelanda levantó un bloque de la cordillera Rimutaka que medía 90 millas (145 km) por 20 millas (32 kms) por 10 pies (3m). Tal hazaña demandaría la explosión simultánea de varias miles de bombas atómicas.
- En 1857, Tokio fue golpeada de nuevo por un terremoto que provocó una tormenta enorme, resultando en la pérdida de 107.000 almas.
- El 28 de diciembre de 1908, un terremoto sacudió la ciudad portuaria de Messina, en Sicilia. Más del 90% de los edificios de la ciudad se derrumbaron en pocos minutos, a lo que le siguió un tsunami de 26 pies (8 m). La ruptura de la red de gas convirtió la ciudad en llamas. Unas 90.000 personas murieron en Messina, 40.000 en la cercana ciudad italiana de Reggiodi en Calabria y otras 27.000 en otras ciudades y pueblos situados a lo largo de ambos lados del estrecho que separa Sicilia del continente italiano.
- Más de 200.000 personas perecieron en el terremoto de una provincia de Kansu, China, en diciembre de 1920.
- El 1 de septiembre de 1923, el "Gran Terremoto de Kwanto" golpeó las ciudades japonesas de Tokio y Yokohama, seguido de un tsunami de 36 pies (11 m) de altura y grandes incendios. Alrededor de 140.000 personas murieron y 100.000 resultaron gravemente heridas. Más de 560.000 hogares fueron destruidos, dejando a un millón y medio de personas sin hogar. Una gran multitud de 30.000 personas que se refugiaba en un parque público fue incinerada instantáneamente a causa de una tormenta de fuego que arrasó Tokio totalmente.
- En 1939, un terremoto en Erzincan, Turquía, mató a 40.000 personas.
- Unas 242.000 personas murieron y otras 164.000 resultaron gravemente heridas por el terremoto de 1976 en la provincia de Tangshan, China. El seísmo, de 8,5 en la escala Richter, generó una energía equivalente a cinco mil veces mayor que la bomba atómica que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945. En la ciudad de Tangshan, el 95% de los edificios urbanos y el 80% de las plantas industriales fueron destruidas o sufrieron graves daños. El temblor había sido inmediatamente precedido por una serie de luces multicolores destellantes que fueron visibles a una distancia de 200 millas (322 km).
- El 7 de diciembre de 1988, un terremoto gigantesco se llevó 25.000 vidas en la Armenia soviética y destruyó varias ciudades y pueblos.
Una serie de tres temblores sísmicos que azotaron Jamaica el 7 de junio de 1692, fueron tan violentos que dos montañas se trasladaron una milla (1,6 km) de su posición original. Port Royal se hundió abruptamente en el océano y en pocos minutos una gran parte de la isla yacía bajo 50 pies (15 m) de agua. Cerca de dos mil personas murieron. Cientos de personas cayeron en las profundas grietas que se formaron en el suelo y durante meses sus cuerpos en descomposición impregnaron el aire con un hedor nocivo.
En la mañana del 1 de noviembre de 1755, un terremoto sacudió Lisboa, Portugal. En el transcurso de dos minutos 30.000 personas murieron aplastadas a causa del derrumbamiento de los edificios. Otras 20.000 o más personas perecieron en los incendios que se desataron rápidamente o se ahogaron por los tsunamis de 50 pies (15 m) que asolaron el puerto. De las 20.000 casas de la ciudad, 17.000 fueron destruidas. Un tercio de la población europea pudo sentir los temblores en un área de más de 1,5 millones de millas cuadradas (3,8 millones de kilómetros cuadrados). Los ríos en Escandinavia y Escocia crecieron enormemente. Los candelabros de las iglesias en los Países Bajos y Alemania se balancearon. Se derrumbaron unos barracones militares en Luxemburgo, a mil millas (1610 km) de distancia, matando a 500 soldados. Al otro lado del Mediterráneo, en Marruecos, 10.000 personas murieron a causa de los temblores y tsunamis. El tsunami llegó a Inglaterra cinco horas después del seísmo y después llegó a las Indias Occidentales en menos de cuatro horas.
En 1772, la zona Papandayang de Java fue azotada por una serie de terremotos, uno de los cuales dividió una montaña y creó una gran depresión de 6 millas (10 km) de ancho por 15 millas (24 km) de largo y que causó que todo un pueblo de 2.000 personas desapareciera.
Una sucesión de terremotos devastaron Calabria occidental, situada en la punta de la bota de Italia, durante un período de dos meses en 1783. Se formaron Innumerables grietas, algunas de más de 150 pies (46 m) de ancho. Otras golpearon profundas fuentes de agua hirviendo y barro, que dispararon géiseres hirvientes. Más de 30.000 personas fallecieron.
El 15 de diciembre de 1811, el primero de una serie de grandes terremotos tuvo lugar en la cuenca del Mississippi, cerca de New Madrid, Missouri. Fue acompañado de una tormenta semejante a un tornado. El cielo se llenó de nubes negras y relámpagos violentos, unidos a un olor sulfuroso. Los pantanos se drenaron debido a que grandes extensiones de tierras se elevaron y otras cayeron. Por un instante, algunos tramos del Mississippi fluyeron cuesta arriba y dos cascadas se crearon temporalmente. De los cerca de 2.000 temblores que sacudieron la zona durante los tres meses siguientes, los más fuertes lograron allanar cientos de kilómetros cuadrados de bosques, alterar el curso del río Mississippi, convertir en pantanos cientos de hectáreas de pradera, sumergir islas enteras, producir grandes deslizamientos de tierra y asolar New Madrid, rebajando su suelo unos 15 pies (5 m).
El último y más poderoso de los terremotos se produjo el 7 de febrero de 1812 y se hizo sentir en una superficie de 1,5 millones de millas cuadradas (3.884.981 km²), casi la mitad del territorio continental de EE.UU. El temblor se notó a 600 millas (966 km) de distancia, en Detroit y en algunas partes de Canadá. En lugares tan alejados como Washington DC a 750 millas (1.207 km) y Nueva Orleans a 500 millas (805 km) se sacudieron las ventanas y se agitaron las lámparas de araña, despertó a la gente en Pittsburgh, Pennsylvania y sonaron las campanas de las iglesias de Boston, Massachusetts y Charleston, Carolina del Sur a 1.100 millas (1.770 km).
Un terremoto en Charleston en agosto de 1886 destruyó o dañó la mayoría de los edificios de la ciudad y mató a 60 personas. Se sintió en la mayor parte del este de Estados Unidos, causando daños menores en pisos superiores de edificios tan alejados como Nueva York a 600 (966 km) y Chicago a 750 millas (1.207 km).
El 24 de enero de 1939, un intenso terremoto en el centro-sur de Chile afectó a una franja de tierra de 50 millas (80 km) de ancho y 200 millas (322 km) de largo. Las ciudades de Concepción y Chillán fueron destruidas. De los 50.000 habitantes de Chillan, 10.000 murieron y 20.000 resultaron heridos. Mil personas sucumbieron al derrumbarse un cine. En total, 50.000 personas perecieron y 60.000 resultaron heridas, mientras que 700.000 se quedaron sin hogar. Volcanes cercanos irradiaban un rojo intenso pero, para alivio de los residentes, no entraron en erupción.
En 1960, un terremoto provocó incendios y un tsunami que mató al menos a 10.000 personas en Agadit, Marruecos.
El 31 de mayo de 1970, un terremoto en el suelo oceánico del Pacífico a 15 millas (24 km) de la costa peruana mató a 70.000 personas y provocó deslizamientos de tierra y avalanchas en las montañas de los Andes. Una masa de hielo, nieve, barro, rocas y cantos rodados, estimada en unos 90 millones de yardas cúbicas (61.164.370 m³), cayó desde la cumbre de 12.000 pies (3.658 m) del Nevado de Huascarán (el pico más alto del Perú), destrozandolo todo montaña abajo a velocidades de 200 mph (322 km/h), cubriendo una distancia horizontal de 7 millas (11 km) y enterrando la ciudad de Yungay en Ranrahirca. Al menos 25.000 personas murieron sepultadas por entre 10 y 40 (3-12 m) pies de escombros.
Dos seísmos leves se dieron lugar casi inadvertidamente en Managua, Nicaragua el 22 de diciembre de 1972. Pero a nadie le dió tiempo a darse cuenta de los tres temblores más grandes que vinieron justo después de medianoche. El tercero redujo, al menos, un 70% de la ciudad a escombros, matando a 5.000 personas, hiriendo a 20.000 y dejando a 250.000 personas sin hogar.
El terremoto que afectó a la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985, destruyó 500 edificios y dañó 3.300. Más de 9.000 personas perdieron la vida y 30.000 resultaron heridas. Unas 95.000 personas se quedaron sin hogar mientras que los incendios provocados por la rotura de tuberías de gas continuaban con la destrucción iniciada por el terremoto.
Tsunamis
Los tsunamis se encuentran entre las fuerzas más destructivas que pueden ser desatadas por los terremotos. Un seísmo en 1596 cerca de la costa japonesa creó un tsunami que destruyó la isla de Uryu-Jima, dejando como resultado la muerte de más de 4.000 personas. En 1737, un tsunami de más de 200 pies (61 m) de altura golpeó el norte de Japón y parte de la península de Kamchatka en Rusia, dejando una marca de agua a más de 210 pies (64 m) sobre el nivel del mar en un acantilado del Cabo Lopatka, Siberia.
En 1868, un terremoto frente a la costa de Chile, generó una serie de tsunamis que se estrellaron contra la bahía de África. Un barco de vapor perteneciente a la Marina de los EE.UU. fue arrastrado a 3 millas (5 km) costa arriba y a 2 millas (3,2 km) tierra adentro donde la tripulación se encontró a sí misma al pie de un acantilado en el cual la marca de agua dejada en la roca a 47 pies (14 m) por encima del nivel del suelo mostraba donde había roto la ola. Una nave británica de tres mástiles que estaba cerca perdió a su tripulación y el agua le hizo dar vueltas con tanta violencia que la pesada cadena del ancla se enrolló una y otra vez alrededor del casco de la nave.
El 15 de junio de 1896, un terremoto sacudió el distrito de Sanriku de la isla japonesa de Honshu. Veinte minutos más tarde, un tsunami de 100 pies (30 m) arremetió a 500 mph (805 km/h), arrasando 10.617 casas y dañando 2.456. Un total de 27.122 personas murieron y 9.247 resultaron heridas.
El 1 de abril de 1946, la naturaleza hizo una broma cruel en el día de los inocentes. Dos seísmos ubicados en el océano a 90 millas (145 km) al sureste de la Isla Unimak, que forma parte de la cadena de islas Aleutiana en Alaska, generó un tsunami devastador. Una pared de 115 pies (35 m) de agua se abalanzó a 75 mph (121 km/h) destruyendo el faro de Scotch Cap de Unimak. Ganando una velocidad de 490 mph (789 km/h), el tsunami cruzó las 2.300 millas (3.701 km) hasta la isla hawaiana de Oahu, en poco más de cuatro horas y media, siendo un total de siete olas las que golpearon Hawái.
Faro de Scotch Cap antes y después del tsunami
La costa norte de Kauai fue golpeada por olas de 45 pies (14 m), mientras que olas de 50 pies (15 m) golpeaban la isla de Hawái. Las olas más altas que golpearon Oahu fueron de 36 pies (11 m). Olas de entre 20 y 32 pies (6 y 10 m) de altura pasaron por encima del rompeolas de la ciudad de Hilo, inundando la zona centro de la ciudad. En total, 1.400 viviendas fueron destruidas y 159 personas murieron, 96 de ellos en Hilo.
El 21 de diciembre del mismo año, un terremoto submarino frente a la isla japonesa de Honshu produjo un tsunami que destruyó varios miles de buques y borró 50 localidades del mapa. Unas 2.000 personas murieron y medio millón se quedaron sin hogar.
El terremoto de Chile de mayo de 1960 envió un tsunami a una velocidad de más de 500 mph (805 km/h) hacia el océano Pacífico. La ciudad hawaiana de Hilo fue devastada, pero el sistema de alerta establecido después del desastre de 1946 hizo posible que se salvaran todos menos 60 personas. Un total de 438 personas murieron cuando el tsunami azotó Japón y Filipinas.
Erupciones volcánicas
Ésta última década, más o menos, ha sido testigo de un resurgir de actividades volcánicas en muchas partes del mundo. La erupción del Monte St. Helens del estado de Washington fue una sorpresa para la mayoría de nosotros, quienes pensábamos que el volcán estaría inactivo permanentemente. Otras erupciones importantes se han producido en México, Filipinas y Colombia. La masa terrestre de Hawái sigue aumentando a diario mientras que flujos de lava fluyen hacia el mar desde el monte Kiluea.
En la mañana del 18 de mayo de 1980, un fuerte terremoto sacudió la zona del Monte St. Helens. Unos segundos más tarde, el volcán estalló con una fuerza 500 veces superior a la bomba atómica que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima. La onda de choque arrancó instantáneamente y de raíz seis millones de árboles, dispersándolos como si de pajitas se tratara a una distancia de hasta 150 millas (241 km) y sobre un área de 130.000 acres (526 km²). Se estima que la onda de choque explosiva viajó a unas 250 mph (402 km/h). Peñascos de hasta 60 pies (18 m) de diámetro fueron proyectados o impulsados a cinco millas (8 km) de su ubicación original. Todo tipo de vida fue destruida en un área, con forma de abanico, de 17 millas (27 km) de largo. Unos 5.200 alces y otros 6.000 venados de cola negra perecieron, muchos de ellos por asfixia. Pescadores que estaban a 16 millas (25 km) de la explosión sufrieron quemaduras graves y pudieron sobrevivir al saltar al agua.
Una nube volcánica se disparó a 63.000 pies (19.202 metros) de altura trasladándose hacia el este. Su traslación fue observada por escaladores que estaban en la cumbre de 11.800 pies (3.597 m) del monte Adams a 35 millas (56 km) de distancia. En la enorme nube pudieron observar un relámpago. Diez minutos más tarde, la temperatura aumentó 15º F (8º C) debido a que la ceniza caliente había llegado a su posición y sus piolets se cargaron de electricidad estática.
Una oscuridad nocturna cayó a mediodía sobre algunas partes de Washington, Idaho y Montana mientras que las cenizas del volcán se propagaban por la atmósfera. Unas 800.000 toneladas de ceniza cayeron en Yakima, Washington a 85 millas (137 km) al este del monte St. Helens. Una gran cantidad de ceniza rodeó el globo terráqueo durante años, afectando puestas de sol en diferentes partes del mundo. Más de una milla cúbica (4,2 km³) de materia fue expulsada por la montaña, reduciendo sus 9.677 pies (2.950 m) de altura a 8.400 pies (2.560 m) en el borde sur de la caldera volcánica y 6.800 pies (2.073 m) en la orilla norte.
Una vasta área que rodeaba el volcán fue cubierta por un lodo constituido por una mezcla de ceniza y nieve derretida. Éste fango ígneo, que alcanzó 800ºF (427ºC), fluyó colina abajo a unas velocidades aproximadas de 50 mph (80 km/h) y alcanzó la ciudad de Toutle, situada a 25 millas (40 km) de la cima. Una milla (1,6 km) de ancho y cientos de pies (decenas de metros) de hondo a lo largo de trece millas (21 km) del valle del río Toutle se llenaron de lodo. Parte de ese barro se deslizó hasta el lago Spirit a seis millas (10 km) al norte de la cima, desbordándose por una cresta montañosa de 1.200 pies (366 m) de altura.
Cuando el barro caliente alcanzó el río Toutle, la temperatura del río se elevó a 90ºF (32ºC). Al fluir por el río Cowlitz, que es mayor, su temperatura se elevó a 80ºF (27ºC), matando a todos los peces (estimándose en medio millón de pérdidas). La madera arrastrada por el flujo de lodo formó un atasco de 20 millas (32 km) en el río Columbia. Después de 18 horas, tras la erupción, los escombros redujeron los 40 pies (12 m) de ancho que medía normalmente el río Columbia (el segundo mayor del país) a tan solo 14 pies (4,2 m). El lecho de los ríos fueron elevados al menos doce pies (3,7 m). Veintiséis lagos desaparecieron completamente, 27 más resultaron gravemente dañados y perecieron millones de peces. Para noviembre del siguiente año, el cuerpo de ingenieros del ejército de EE.UU. había sacado de los tres ríos cerca de 100 millones de yardas cúbicas (76.455.463 m³) de escombros.
El volcán colombiano, Nevado del Ruiz, entró en erupción el 13 de noviembre de 1985 expulsando, a siete millas (11 km) hacia la estratosfera, millones de toneladas de ceniza. Al enfriarse en el gélido aire, cayó sobre la nieve que se derretía a causa del magma caliente del interior del volcán. Un lahar, de frío lodo, de quince pies (4,6 m) de altura se precipitó por el valle atravesando la ciudad de Armero, a 30 millas (48 km) del volcán, sepultando el 80% de los edificios de la ciudad y matando, en pocos minutos, a 20.000 de las 22.500 personas de la ciudad. A medida que la corriente avanzaba ésta se calentaba, convirtiéndose en un río humeante, de más de cincuenta pies de profundidad, que engullía otros pueblos.
Lahar provocado por el Volcán Nevado del Ruiz y ciudad Armero arrasada
A lo largo de los siglos, cientos de miles de personas han perdido la vida durante las erupciones volcánicas. Por ejemplo, en 1772, en Java, toda la mitad superior del monte Papandayan de 8.750 pies (2.667 m) se hundió en una piscina de lava, llevándose consigo cuarenta aldeas y 3.000 personas. En 1793 la isla volcánica japonesa Unsen fue borrada del mapa por una explosión que mató a 50.000 personas. La piedra pómez expulsada por el volcán flotó en el mar en capas lo suficientemente gruesas como para permitir que las personas caminaran sobre las porosas piedras.
Durante el final de abril y principios de mayo de 1902, el Monte Pelée, en la isla de Martinica, en las Indias Occidentales, comenzó a retumbar y a arrojar ceniza caliente. El 2 de mayo, la montaña disparó una densa nube negra acompañada de brillantes relámpagos. Durante varios días, la ceniza caía como nieve en la cercana ciudad portuaria de St. Pierre. El 5 de mayo, una masa de barro hirviendo se precipitó hacia el mar, transportando cincuenta toneladas de rocas y enterrando vivos a cuarenta trabajadores de un molino de azúcar. Las perturbaciones eléctricas procedentes del volcán dejaron sin electricidad a la ciudad.
Dos días más tarde, La Soufrière, un volcán situado en la cercana isla de San Vicente, estalló y envió una nube de vapor a 30.000 pies de altura. La ceniza caliente que caía destruyó la vegetación de más de un tercio de la isla. Una masa de cincuenta pies (15 m) de barro hirviendo se formó en el río Rabaka Dry y comenzó a fluir colina abajo. Partes del valle tenían hasta 200 pies (61 m) de barro, mientras que los depósitos de lodo en el valle del Wallibou medían 60 pies (18 m). Cerca de 1.600 personas murieron y muchas propiedades se perdieron. La nube volcánica, que viajaba a 50 mph (80 km/h), afectó a una amplia extensión del cercano mar Caribe.
En el 7 de mayo, día de la erupción en San Vicente, una nube negra repleta de imponentes rayos se alzó desde el monte Pelée, cuya cumbre brilló durante las primeras horas de la mañana. A las 7:52 de la mañana siguiente, un lado del volcán estalló repentinamente y un enorme muro de fuego, procedente del vapor sobrecalentado, gases y ceniza, se precipitó montaña abajo a 100 mph (161 km/h) y sepultó la cercana ciudad portuaria de San Pierre, recorriendo las cinco millas (8 km) de separación en menos de un minuto. El calor abrasador, tal vez de hasta 1900 grados Fahrenheit (1.038ºC), mató a personas y carbonizó instantáneamente muchos objetos. En el transcurso de un minuto, desde que la volátil nube se marchara, el oxígeno volvió nuevamente al ambiente y la ciudad rompió a arder. Todo esto fue observado por los buques que estaban en el mar cerca de la isla (más de una docena de los buques anclados en el puerto ardieron). Desde la cubierta del Pouyer-Quertier, a ocho millas (13 km) mar adentro, los observadores pudieron sentir el intenso calor y poco después fueron testigo de cómo caían piedras incandescentes y ceniza en la mismísima cubierta del barco. El calor que procedía de la ciudad en llamas era tan intenso, a las 11:30 horas, que un barco de Fort de France no pudo acercarse a la orilla. Cuando finalmente pudieron bajar a tierra, los visitantes encontraron una capa de ceniza de casi un pie (30 cm) de espesor, con montículos de varios metros de altura. Todos los árboles de la ciudad fueron destruidos. La fuerza de la explosión había sido tan grande que la ropa fue arrancada de la gente poco antes de morir.
Sólo dos de las 30.000 personas de la ciudad sobrevivió al holocausto y ambos sufrieron quemaduras graves. Uno de ellos, hablando en términos que recuerdan el relato de 3 Nefi, habló del terrible viento seguido de una repentina oscuridad, un temblor de tierra y luego un tremendo estallido de calor.
Cuando el monte Katmai, en Alaska, entró en erupción el 6 de junio de 1912, la explosión se escuchó en Juneau, a 750 millas (1.207 km) al sureste. La pesada ceniza volcánica cayó tanto en Juneau como en el valle del Yukón a 1.000 millas (1.609 km) del volcán. El día se convirtió en noche durante tres días en la isla de Kodiak, a 100 millas (161 km) al sureste. Observadores de la Guardia Costera de EE.UU. a bordo del buque guardacostas Manning, en la isla de Kodiak, informaron el 7 de junio que era imposible ver un farol con el brazo extendido. La piedra pómez y las cenizas formaron balsas flotantes capaces de sostener el peso de un hombre. Aproximadamente entre ocho y nueve millas cúbicas (33 y 37 km³) de roca fueron expulsadas por la explosión, seguida de cinco millas cúbicas (21 km³) de tefra. La ceniza cayó en Puget Sound y la lluvia ácida del volcán destrozó la ropa tendida al aire libre en las inmediaciones de Vancouver, Columbia Británica, a 1.500 millas (2.414 km) de distancia.
La explosión más potente de la historia que se conoce tuvo lugar el 5 de abril de 1815, cuando el volcán Tambora entró en erupción en la isla indonesia de Sumbawa. Diez mil personas de Sumbawa e islas cercanas murieron instantáneamente y 82.000 más murieron a causa de la hambruna y la enfermedad que le siguió. El ruido de la explosión se oyó a más de 1.600 millas (2575 km).
Tambora expulsó unas treinta y séis millas cúbicas (170 mil millones de toneladas) de restos volcánicos a la estratosfera. La espesa nube de ceniza produjo una oscuridad total en islas a más de 370 millas (595 km) de distancia durante tres días. Rodeando el globo muchas veces y uniéndose con la ceniza de la erupción de 1812 de La Soufrière en las Indias Occidentales y la erupción del Monte Mayon de 1814 en la isla filipina de Luzón, produjo espectaculares puestas de sol de color naranja en lugares tan lejanos como Inglaterra y partes de Europa, América del Norte no experimentó el verano de 1815. La nieve caía en algunas partes de Nueva Inglaterra en fechas tan tardías como julio y agosto, registrando heladas cada mes desde junio hasta septiembre. Las malas cosechas dieron lugar a una hambruna generalizada y disturbios en Francia e Inglaterra.
Una de las más conocidas erupciones volcánicas de tiempos modernos fue el de la isla volcánica de Krakatoa en el Estrecho de Sunda que separa Java de Sumatra, Indonesia, entre el 26 y el 27 agosto de 1883. Tenemos la suerte de contar con los relatos de los testigos oculares que sobrevivieron en las costas cercanas de Java y Sumatra, así como de los cuadernos de bitácora de los barcos que pasaron por el estrecho. La nube de vapor producida por la primera erupción volcánica a las dos de la tarde del 26 de agosto fue disparada a 25 millas (40 km) de altura.
Las explosiones durante la tarde y la noche se escucharon incluso a 240 millas (386 km) de distancia y las personas que vivían a lo largo de la costa occidental de Java, a más de cincuenta millas (80 km) de distancia no podían dormir. La mayor explosión ocurrió a las diez de la mañana. Se rompieron ventanas y se agrietaron paredes a más de cien millas (161 km) de distancia. El sonido se escuchó a 2.250 millas (3.621 km) al este del centro de Australia y a 3.000 millas (4.828 km) al oeste de la isla de Rodríguez, cerca de Madagascar. Las ondas de presión de aire causadas por la explosión recorrieron el mundo seis veces y media siendo detectadas por los instrumentos barométricos. La fuerza de la erupción se ha calculado en 30.000 megatones, que es un millón de veces más potente que la bomba atómica de Hiroshima.
La nube de polvo causada por la explosión de las diez se elevó a una altura de 50 millas (80 km) y se pudieron observar relámpagos dentro de la nube, con fenómenos de electricidad estática alrededor de algunos de los barcos que estaban en el estrecho. Varios miles de millones de toneladas de roca, unas cinco millas cúbicas (21 km³) de materia, habían reducido el tamaño de la isla a dos terceras partes. A media tarde del 27 de agosto, el polvo, que ya se estaba asentando, había anulado por completo el sol en lugares tan lejanos como Badong, a casi 240 millas (386 km) al este. La ceniza cayó tan lejos como 2.000 millas (3.219 km) al oeste y al sur de Krakatoa, incluso llegando a la costa noroeste de Australia.
Dos nuevas islas fueron creadas por los restos de la erupción, pero pronto se redujeron a bancos de arena por la acción del violento oleaje. Una lluvia mortal de material candente mató a cientos de personas en las islas cercanas.
Los tsunamis resultantes, algunos de hasta 175 pies (53 m) de altura y viajaban a 400 mph (644 km/h), destruyeron cerca de 300 ciudades y pueblos que bordeaban el estrecho de Sunda, lo que desembocó en la pérdida de 36.380 vidas. Muchas aldeas simplemente se deslizaron hacia el mar, para nunca más ser vistas y varias islas desaparecieron del mapa. Los 10.000 habitantes de la ciudad de Tetlok Betong, a 50 millas (80 km) de distancia de la isla de Sumatra, perecieron en las aguas. El acorazado Berouw, anclado en el puerto de la ciudad, fue llevado a casi a dos millas (3,2 km) tierra adentro y depositado a unos 30 pies (9 m) sobre el nivel del mar. La ciudad de Sumatra Kalimloang fue golpeada por una ola de 80 pies (24 m). La isla Sebesi, al norte de Krakatoa, fue sumergida completamente en agua y se ahogaron sus 3.000 habitantes. En Tjaringin, Java, sólo un árbol sobrevivió a la pared de agua. El coral arrancado de alta mar fue arrastrado a siete millas (11 km) tierra adentro. La cercana ciudad de Perimbang, a diez millas (16 km) del mar, fue sumergida. Otro pueblo de Java, Merak, experimentó un tsunami que destruyó casas en lo alto de una colina de 135 pies (41 m) y sólo dos de los 3.000 habitantes de la ciudad sobrevivieron.
En el momento en que el tsunami llegó a Ceilán, todavía era de ocho pies (2,4 m) de altura. Nueve horas después de la erupción, un tsunami engulló el puerto de Calcuta, a unas 2.000 millas (3.219 km) de Krakatoa y dañó embarcaciones de río. Los incrementos en los niveles de agua que se registraron fueron menores en Mauricio, Cabo de Hornos e incluso en el Canal Inglés.
Se estima que 6.500 buques y embarcaciones fueron destruidos por los vientos huracanados, la caída de escombros y las ondas sísmicas. La mayoría de los faros en el estrecho de Sunda fueron destruidos. Grandes balsas flotantes de piedra pómez fueron vistas más tarde a distancias de más de 7.500 millas (12.070 km) en el Océano Índico.
Fuego y ceniza
El volcán es la mayor fuente de calor de la naturaleza. No sólo arroja gases ardientes y rocas, sino que enciende materiales inflamables que pueden continuar ardiendo mucho después de que las llamas volcánicas hayan disminuido. Los bosques y las viviendas humanas pueden ser fácilmente destruidos por los volcanes, como han demostrado en los últimos años los flujos de lava de Hawai.
Los grandes incendios forestales producen grandes cantidades de humo que se ha sabido que han provocado oscuridad a mediodía en lugares distantes. El hollín y las cenizas surgidas a partir de un incendio (no originado por la actividad volcánica) causaron que el cielo se oscureciera sobre una zona comprendida entre Nueva Jersey y Maine el 19 de mayo de 1780. De hecho, hubo dieciocho apreciaciones de ese tipo en esa zona entre 1706 y 1910, siendo la de noviembre de 1716 una de las más severas.
La espesa oscuridad que siguió al cataclismo en el momento de la crucifixión de Cristo fue descrito como un "vapor" que no permitía que se encendieran fuegos. El aire cargado de ceniza (y polvo) podría explicar este fenómeno. La disminución del suministro de oxígeno tras los grandes incendios podría imposibilitar que se prendieran antorchas.
Conclusión
Los críticos del Libro de Mormón han sugerido que la amplia gama de fuerzas destructivas descritas en 3 Nefi son imposibles. Pero un examen de la actividad tectónica en diversas partes del mundo muestra que todos estos fenómenos no sólo son posibles, sino de esperar. Es importante, también, que algunos de los mejores ejemplos de los diferentes fenómenos naturales descritos en El Libro de Mormón se hayan producido en la mismísima zona (Mesoamérica y el Caribe) donde la mayoría de los eruditos del Libro de Mormón sitúan la historia de 3 Nefi. El hecho de que estos fenómenos se conozcan en la naturaleza no discrimina la naturaleza milagrosa de los acontecimientos que rodearon la crucifixión de Cristo. El Señor es más que capaz de utilizar los fenómenos naturales para lograr sus propósitos.
Fuentes
- La naturaleza regional de los cataclismos, que afectan en su mayoría a la “tierra del norte”, es discutido en mi artículo, "The Timing of Christ's Appearance to the Nephites," en John W. Welch, ed., "When Did Jesus Appear to the Nephites in Bountiful," F.A.R.M.S. artículo de 1989.
- Artículo original: http://maxwellinstitute.byu.edu/publications/jbms/?vol=3&num=1&id=54