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15 octubre 2012

El Libro de Mormón, un códice auténtico

El Libro de Mormón cumple asombrosamente con las características de forma, naturaleza y funciones de un auténtico códice mesoamericano.


Autores: Donald W. Parry, Daniel C. Peterson y John W. Welch.
Traductor: Antonio A. Caballero.



El registro nefita es un documento que se asemeja en su forma, naturaleza y funciones (de hecho, en los puntos característicos) a lo que cabría esperar de un antiguo códice mesoamericano, un tipo de documento que era completamente desconocido para José Smith.

En la época en la que vivó [José] Smith, el único objeto mesoamericano que había sido descrito por cualquier fuente en la lengua inglesa, algo parecido a un códice, era el "Calendario de piedra” azteca. Fue fotografiado en un libro de Humboldt publicado en Londres en 1814 [1], aunque por aquel entonces nadie le daba mucho sentido. Nada de lo sugerido por Humboldt arrojaba luz alguna sobre los documentos escritos por nativos americanos, ni los relacionaba con el Libro de Mormón. Además, la probabilidad de que el trabajo esotérico de los sabios alemanes hubiera sido accesible desde cualquier lugar en los Estados Unidos es extremadamente pequeña, excepto para un puñado de las mejores bibliotecas de la costa atlántica, a las cuales José [Smith] no tuvo acceso antes de que el Libro de Mormón fuera publicado. 


Códice Maya expuesto en el Museo de Copan, Honduras.
Agradecimientos por foto a Wjirling Phoenix

La sola idea de que un gran número de libros fueron escritos y preservados en cualquier cultura americana antigua era contraria a la noción universal sostenida por los ciudadanos, tanto alfabetizados como rústicos de los Estados Unidos, de que los "indios” sólo eran “salvajes". En Helamán 3:15, Mormón habla de "muchos libros y muchos anales de todas clases" entre su pueblo en el siglo I a.C., algunos conservados por lamanitas, aunque la mayoría por nefitas. Habían sido "transmitidos de una generación a otra " (v. 16). Los españoles observaron (en documentos que José Smith no pudo haber conocido) que un gran número de libros nativos (muchos guardados con gran reverencia como registros sagrados) estaban en uso cuando llegaron a México a principios del siglo XVI. El arqueólogo Michael Coe cree que "deben de haber habido miles de esos libros en la época clásica" (generalmente 300-900 d.C.) [2]. Sólo cuatro se han conservado de la zona maya. Pero en la década de 1820, ni siquiera los expertos conocían estos libros mesoamericanos. 

Nuestra información sobre el perfil del Libro de Mormón viene de las declaraciones hechas en dos cartas que escribió el profesor Charles Anthon, años después de que Martin Harris fuese a él con una muestra del exótico escrito que José Smith había copiado de las "planchas de oro". Lo que mostró, dijo Anthon, eran "caracteres singulares... dispuestos y colocados en columnas perpendiculares, y todo finalizado con el tosco trazado de un círculo, dividido en varios compartimentos y arqueado con varias marcas extrañas” [3]. Anthon comparó este perfil, en términos generales, a un manuscrito azteca, el único tipo de libro nativo que él conocía. Pero dichos libros aztecas, datados cerca del tiempo en que los españoles conquistaron México, no fueron considerados como "libros". Los registros más parecidos a los conservados por Mormón y sus antecesores eran de la zona de la lengua maya, y ninguno de esos se hicieron públicos hasta más tarde en el siglo XIX. El "Anthon transcript" (la muestra de caracteres copiado de las planchas) confirma su naturaleza "singular". Las marcas no se asemejan a ninguna escritura que resulte familiar para cualquier erudito de la década de 1830. De hecho, los paralelismos más claros son signos de un artefacto mexicano que no fue descubierto hasta la década de 1960 [4]. 

Curiosamente, los registros nefitas sobre planchas metálicas se usaban antiguamente para grabar los mismos tipos de elementos e información que fueron encontrados en registros de los nativos mesoamericanos. Poco o nada de ese contenido podría aparecer en cualquier libro escrito por un joven granjero de Nueva York: eventos clave que afectan al destino de los linajes gobernantes, las comunicaciones diplomáticas, anales de eventos registrados al final de cada año, las cartas de corresponsales, historia política, las cuentas detalladas de batallas y las guerras, las descripciones y la historia de las prácticas sagradas, los datos de la agenda, profecías, las aventuras de los héroes, genealogías y listas de tributo, entre otros [5]. Por otra parte, los diversos materiales se ordenan de manera intrincada a diferencia de lo que se encuentra en cualquier otro volumen escrito del siglo XIX, aun así, las partes tan dispares del registro nefita demuestran ser notablemente consistentes en cuanto a cómo fluyen y se interconectan [6].

Decenas de declaraciones que reflejan extrañas creencias religiosas y místicas, y símbolos exóticos son también encontradas en el texto del Libro de Mormón. Muchas de éstas son similares a las creencias y significados que encontramos en libros sagrados de la antigua mesoamérica, pero los modernos no lo reconocen, como: nociones de un océano subterráneo, montañas artificiales sagradas, un árbol santo en el centro de la tierra y canibalismo ceremonial [7]. 

El Libro de Mormón resulta ser el tipo de libro que ningún chico de granja neoyorquino del siglo XIX (incluso hoy) pudiera soñar con escribir o producir si lo tuviera. La información que sería necesaria, incluso para el más sofisticado de los eruditos o escritores de cualquier lugar, para acercarse a los libros que tenemos en nuestras manos, era simplemente inaccesible para cualquiera en la década de 1820. Los elementos mesoamericanos que conocemos ahora no salieron a la luz hasta mediados del siglo XX o más tarde. 

Fuentes
  1. Alexander von Humboldt, las investigaciones relativas a las instituciones y Los monumentos de los antiguos habitantes de América. . . (Londres: Longmans, 1814).
  2. Michael D. Coe, "Early Steps in the Evolution of Maya Writing", en “Origins of religious Art and Iconography in Preclassic Mesoamerica”, ed. Henry B. Nicholson (Los Ángeles: UCLA Centro de Publicaciones Latino-Americano, 1976), 110. 
  3. Citado por B. H. Roberts, en “A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints” (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1930), 100-107; también en “FARMS staff, Martin Harris Visit with Charles Anthon: Collected Documents” en "Shorthand Egyptian" (FARMS [Foundation of Ancient Research and Mormon Studies], 1990), 16-18. 
  4. Véase David H. Kelley, "A Cylinder Seal from Tlatilco, American Antiquity” 31/5 (1966): 744—45; y Carl Hugh Jones, "The 'Anthon Transcript' and Two Mesoamerican Cylinder Seals” en " Newsletter and Proceedings of the Society for Early Historic Archaeology” 122(Septiembre 1970): 1—8. 
  5. Véase John L. Sorenson, "The Book of Mormon as a Mesoamerican Record", en “Book of Mormon Authorship Revisited”, ed. Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1997), 391-522. 
  6. Véase, por ejemplo, Melvin J. Thorne, "Complexity, Consistency, Ignorance, and Probabilities," en “Book of Mormon Authorship Revisited”, ed. Reynolds, 179-94, y John W. Welch, "Textual Consistency," en “Reexploring the Book of Mormon”, ed. John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 1992), 21-23. 
  7. Véase John L. Sorenson, "The Book of Mormon as a Mesoamerican Codex, "Newsletter and Proceedings of the Society for Early Historic Archaeology” 139 (Diciembre 1976): 1—9.
  8. Enlace del artículo original: http://www.bmaf.org/node/447

11 octubre 2012

Extranjeros barbudos en Mesoamérica

Interesante evidencia arqueológica de indígenas con rasgos físicos hebreos en Mesoamérica en el siglo IV a.C, coincide con el tiempo de los hebreos nefitas.

Autor: V. Garth Norman.
Traductor: Joel Molina.

Registro Maya, encontrado
en Iximch, Guatemala

Antropólogos americanos, sumergidos en la teoría de la evolución aislacionista en el origen y desarrollo de las antiguas civilizaciones americanas, tienden a evitar el tema de los importantes contactos transoceánicos del tipo registrado en el Libro de Mormón. Sin embargo, la fallecida historiadora de arte mesoamericano, Tatiana Proskouriakoff, publicó un artículo en 1968 en el cual reconoció figuras preclásicas barbudas en la escultura de La Venta (a fines del período Olmeca-Jaredita y principios del período Mulekita) como “extranjeros barbudos”. Sin embargo, no sugirió una obvia procedencia Medio Oriental debido a la falta de evidencias más concretas, siendo que los exploradores mar-oceánicos del mediterráneo y el atlántico fueron vitales para establecer vínculos comerciales con esa civilización. Muchas figuras barbudas que datan de los primeros tiempos nefitas son prominentes en las esculturas que están en Izapán como también en La Venta (por ejemplo, Estelas de Izapa 5, 11, 67; Estela de La Venta 3 y Altar 3).

Es un hecho que los indios americanos no tenían tanto vello facial como para que les creciera barba [1]. Así que, ¿cómo se explica que existan numerosas esculturas y retratos de terracota de indios barbudos? Considerando su importancia, tendría que haber otra raza predominante dentro de las culturas avanzadas de Mesoamérica que dejó de existir. Una explicación lógica es presentada en el declive de los pueblos nefitas del Libro de Mormón. Mormón siendo un descendiente puro de Lehi (3 Nefi 5:20), implica que un importante número de la población nefita mantuvo sus rasgos medio-orientales. Nefi también vio en una visión que su posteridad sería destruida en la guerra con los lamanitas cuatro generaciones después de la venida de Cristo (1 Nefi 12:19-20). La muerte del pueblo de Mormón en la guerra y la mezcla de los sobrevivientes con la población mesoamericana lamanita dominante, debe haber agotado el gen “barbudo“ para cuando los españoles llegaron y conquistaron en Mesoamérica en el siglo XVI.

Diane Wirth (1986:32) citó una importante investigación de Alexander Von Wuthenau (1969:a2): 
“Empecé un intenso estudio de las cabezas de terracotas precolombinas. Lo que yo buscaba eran las típicas cabezas ‘indígenas’. Pese a ello, no pasó mucho tiempo en que no pude descubrir las típicas cabezas indígenas, sino solamente descubrí cabezas de aquellos ‘indígenas originales’. Las primeras figuras que encontré tenían características mongoloides, y todo tipo de gente blanca, especialmente de raza semita con o sin barba. Lo que se considera ‘indígena genuino’ se desarrolló solamente, hasta donde yo soy capaz de juzgar, sobre estas representaciones de terracota, al principio y a mediados del período clásico, y probablemente derivaron de otras formas originales.” [2]
Kirk Magleby en un artículo de la FARMS hizo un análisis de más de 230 figuras barbudas del arte mesoamericano y encontró una distribución importante en la zonas de alta civilización. Aunque las figuras barbudas datan de todos los períodos de tiempo, Magleby encontró que eran más frecuentes durante el tiempo del Libro de Mormón antes del 300 a.C y relativamente poco frecuentes en los tiempos de la llegada española.

Registro Precolombino encontrado en
Veracruz, Cerro de las Mesas, México

Piedra tallada descubierta en Monte Albán, México

Fuentes
  1. Wirth 1986, p. 29, citando a Sylvanus G. Morley, 1956, p. 23.
  2. Alexander Von Wuthenau (1969:a2)

09 octubre 2012

Las siete tribus primitivas de Mesoamérica

¿Existen registros de la Antigua América que coincidan con tradiciones narradas en el Libro de Mormón?
Autor: Diane E. Wirth, MA.
Traductor: Antonio Caballero.


En el Libro de Mormón se describen a las siete tribus como una evolución de las familias que vinieron al Nuevo Mundo provenientes de Jerusalén. La primera mención de estos grupos de linaje es alrededor del 544 a.C., cuando las tribus fueron individualmente llamadas como nefitas, jacobitas, josefitas, zoramitas, lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (Jacob 1:13). Casi 700 años más tarde, estas divisiones tribales patriarcales fueron mencionadas de nuevo, indicando la naturaleza duradera de esta tradición (4 Nefi 1:38). Con el paso del tiempo, el orden de los nombres sigue siendo el mismo, la última referencia aparece en Mormón 1:8, poco antes de la desaparición de la nación nefita como resultado de la guerra. De estas escrituras sabemos que las siete familias fueron recordadas en un lapso de 866 años en el Libro de Mormón. No se puede empequeñecer la importancia de estos linajes, ya que incluso se mencionan en Doctrina y Convenios 3:17-18.

Antes y después del fin de la nación nefita en el año 385 d.C., la genealogía seguía siendo extremadamente importante para las culturas mesoamericanas. Las antiguas tradiciones, transmitidas oralmente de una generación a otra, hablaban de sus antepasados, los cuales eran parte de las siete tribus primitivas. Estas leyendas mesoamericanas están registradas en murales, estelas, monumentos y en códices, y fueron recitadas fortuitamente a los clérigos españoles, quienes crearon un registro de las diferentes versiones.

Bernardo de Sahagún observó que los nativos equiparaban el simbolismo descrito en las siete cuevas, con el de barcos, y sugirió que estas tribus cruzaron las aguas en busca de un paraíso terrestre. A propósito de esto, escribió:

“En cuanto al origen de estos pueblos, en el informe que ese anciano [del centro de México] da es que llegaron por mar… en algunos barcos de madera…. Sin embargo se conjetura, por una información encontrada entre todos estos indígenas, que venían de siete cuevas y que estas siete cuevas son los siete navíos o galeras en las que los primeros pobladores de estas tierras llegaron…"[1]

¿Están los Hopi relacionados con los mayas? Según dice Frank Waters, los “hopis vivieron primeramente en siete puesivi o cuevas”. De allí emigraron hacia el norte, estableciendo a su gente y sus pueblos en concordancia con los nombres de las “cuevas o cavernas-útero” [2]. Estos acontecimientos pueden referirse al Periodo Clásico Tardío de Mesoamérica cuando muchas personas se mantenían en movimiento, a causa de las guerras, las enfermedades y el hambre que asolaban gran parte de Mesoamérica. Pero por la misma razón, el mito puede ser comparado con épocas anteriores, con acontecimientos que se remontan a los mitos de las tempranas llegadas al Nuevo Mundo a través del mar.

Izapa, Chiapas y México cuentan con muchas estelas hermosas e interesantes. La estela 67 parece retratar a un hombre barbudo en un barco, montando una ola invertida del océano. La ola invertida enseña acerca del inframundo acuático donde los muertos entran y el renacimiento tiene lugar.

Según Garth Norman, autor de Izapa Sculpture, la Estela 67 puede aludir a una migración de personas procedentes de una tierra de más allá del mar. Él sugiere que las tradiciones de los Mayas Quiché, sobre viajar en la oscuridad, pueden referirse al viaje por el inframundo acuático para llegar a esta tierra [3]. No sería descabellado comparar el vasto mar por el que viaja un barco con el inframundo y el barco con un portal desde el cual se sale de ese angustioso lugar para llegar a la luz del mundo actual. Desembarcar en tierra desconocida puede ser interpretado como el nacimiento en un mundo nuevo o nueva era, y por lo tanto entrar en la categoría de mito de la creación, el inicio de los linajes, la aparición del hombre primitivo, y así sucesivamente.

El clasificador numeral de cuevas en yucateco es “ak”, que forma parte de la palabra aktun “cueva”. El clasificador “ak” también se utiliza para palabras tales como: canoas, botes, casas y contenedores [4]. Todas estas palabras tienen relación con cosas que mantienen a las personas y los objetos en entornos seguros. Las estelas 3 y 6 en Izapa muestran representaciones de barcos ilustrados como elementos en forma de U. En cada caso, el barco está en el aire, significando posiblemente: el vehículo que transporta al mesoamericano fallecido a los cielos. Esto es similar a la barca solar de la mitología egipcia, la cual baja por el río que está en el cielo, la Vía Láctea. En cualquier caso, el barco está en el símbolo con forma de “U” de la matriz [5].

Aunque la leyenda de las siete cuevas proviene principalmente de los pueblos mexicanos de habla náhuatl, hubo una adopción generalizada de este mito entre otros pueblos, como es evidenciado por los Mayas Quichés. Tulán Zuyua o vukub pek, vukub Zivan “siete cuevas, siete cañones”, es mencionado en el Popol Vuh [6].



“Siete cuevas, siete cañones”


“Siete lugares de matorrales o huecos”
                               
La tumba del sumo sacerdote de Chichén Itzá en Yucatán también sustenta la creencia en este mito originario de pueblos situados en una zona de habla no náhuatl. Al igual que en la tierra de origen de los Quiché, el nombre original de Chichén Itzá ha sido Ucil-Abnal, “Siete Lugares de matorrales o huecos” [7].

Los anales de los Cakchiqueles, una historia Maya, se refieren una y otra vez a las siete tribus primitivas como los colonizadores originales que vinieron del otro lado del mar [8].

¿Hacen referencia estos documentos de las siete tribus, así como los otros mencionados aquí, al concepto largamente mantenido, de representar a los siete linajes mencionados en el Libro de Mormón? Sólo podemos especular que este sea el caso. Lo que sí sabemos es que después de la época del Libro de Mormón, esta leyenda ha formado parte de la tradición oral de los indígenas Mesoamericanos desde hace muchos, muchos años.

Fuentes


  1. Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de Nueva España, Introducción al Primer Libro, México, 1946, citado en “La Arqueología y el Libro de Mormón” por Milton R. Hunter (Salt Lake City: Deseret Book Company, 1972), 44. 
  2. Frank Water, México Mystique (Chicago: Swallow Press, 1975), 168-170 
  3. V. Garth Norman, Izapa Sculpture, Parte 2 (Provo: New World Archaeological Foundation, Universidad Brigham Young, 1976), 154-158. 
  4. Andrea J. Stone, images from the Underworld: Naj Tunich and the Tradition of Maya Cave Painting (Austin: Prensa de la Universidad de Texas, 1995), 35. 
  5. Véase el Capítulo VIII de Parallels: Mesoamerican and Ancient Middle Eastern Traditions, por Diane E Wirth (St. George, UT: Stonecliff Publishing, 2003). 
  6. Denis Tedlock, Popol Vuh: The Definitive Edition of the Mayan Book of the Dawn of Life and the Glories of Gods and Kings (Nueva York: Simon and Schuster, 1985), 360. 
  7. Ralph L. Roys, “Imperios indígenas de Yucatán”, en Revista Mexicana de Estudios Antropológicos 20:153-177. 
  8. The Annals of the Cakchiquels, traducido del maya cakchiquel por Adrián Recinos y Delia Goetz (Norman: Universidad de Oklahoma, 1953), 59, n.59. 
  9. Enlace artículo original: http://www.bmaf.org/node/213

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