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07 enero 2009

Jesucristo visitó América

Continuando con los escritos de Jack H. West, encontramos más evidencias de la visita del Salvador a la América Precolombina, a través de diferentes descubrimientos hechos por famosos arqueólogos.



JESUCRISTO APARECIÓ SOBRE ESTE CONTINENTE después de su crucifixión y resurrección en el antiguo continente. Abramos a 3 Nefi, capítulo II. Ojalá que tuviéramos a alguien con el talento de Sid Grauman. Puede ser que algunos de ustedes hayan visto en el Hollywood de antaño, algunos de los prólogos de Grauman. Si vieran ustedes al de Rey de Reyes, sé que lo recordarían hasta el fin de su vida. Alguien necesita representar este suceso—uno de los acontecimientos de indios que  tenga la leyenda entre su pueblo del gran Dios Blanco que era el Hijo de Dios, que vino a vivir con sus antepasados y les enseñó su hermoso Evangelio.

Yo hablé con un anciano de los indios, un "Patriarca" lo llamaban el guía, alla lejos, más de mil millas por senda selvática en la Ciudad de México, en su casucha en Yucatán. Sin más ni más, mi guía dijo: 

"Señor, dígale a él la historia que RAE contó sobre nuestra Biblia de oro." Pues, entonces, yo, en mi español mal pronunciado, con la ayuda del guía, le conté (mas o menos en una hora) la historia de su antigua religión que se halla en la "Biblia de oro." Escuchó, poniendo toda atención; luego, cuando llegué a la parte donde Cristo vino bajando del cielo para vivir entre ellos —el Hijo de Dios que era un Dios por derecho propio, que murió crucificado en el antiguo continente, durante cuyo tiempo hubo grandes destrucciones sobre este continente por tres horas—, los ojos del anciano se llenaron de lágrimas y empezó a asentir con la cabeza, y dijo: "Sí, es verdad. ¡Sí, es correcto!" Desde ese punto para adelante, mientras terminaba el resto de la historia, de vez en cuando asentía coa la cabeza y decía lo de antes. Luego, por dos horas, me quedé sentado en su casucha escuchando las leyendas de su pueblo. Claro que para mí fue maravilloso. Me dijo que sí tenían leyendas de que su pueblo volvería a ser grande otra vez como su antepasado que tenía doce hijos, (Padre Israel) pero no sin que se les restaurara antes su antigua religión verdadera.

Punto tras punto de su historia estaba perfectamente de acuerdo con la historia del Libro de Mormón.

Sin embargo, en el año 1830, cuando esta afirmación se leyó en el Libro de Mormón —que Cristo había visitado aquel pueblo—, otra vez los miembros de la Iglesia oyeron el grito de "¡Blasfemia!" de las iglesias contrarias. Sus pastores decían: "¿Quieren ustedes decirnos que el mismo Hijo de Dios visito a estos salvajes?" Lo único que podían decir los miembros de la lglesia mormona en el año 1830, era: "Pues, así está escrito en el Libro, y tenemos confianza y fe en ese Libro." Les era imposible comprobarlo con las pruebas que existían en aquel entonces, pero hoy día las pruebas están completas.

Antes de citar más de los científicos, permítanme contarles algo: En otoño del año pasado, mi esposa (madre de mis seis hijos) y yo fuimos en nuestra segunda gran luna de miel. Pasamos por todos los países de Sudamérica y Centroamerica, visitando gran número de las islas del Caribe. Visitamos veintinueve naciones durante nuestro viaje de 38,500 millas. La razón de hacer el viaje fue para reunirnos en Río de Janeiro con nuestro hijo Jack que había completado su misión para la Iglesia en el Brasil, y así se lo habíamos prometido.

Yo tenía pensado llevar a mi hijo Jack y a mi esposa Lerona (a quien llamo cariñosamente "mí estupenda novia") por todas las ruinas principales de aquellos países mientras sacaba fotografías en colores para diapositivas adicionales, divirtiéndome grandemente así durante mis vacaciones. ¡Cómo nos divertíamos! Pero al llegar al Brasil, se terminó de repente la "luna de miel." Era una ficción lo de las vacaciones. Al llegar a Río para recoger a mi hijo, supimos que él tenía arreglada una serie de conferencias sobre el Libro de Mormón por toda Sudamérica. De repente, se acabaron las vacaciones.

El tema el Juicio del palo de José se presentaba en tres conferencias, las que se combinaron en una que se llamó: "Cristo vino a las Américas." Encontramos que la gente se quedó encantada con la idea de que Jesucristo hubiera estado entre los antiguos habitantes de este continente... ¡se quedaron asombrados! Luego, al ir penetrando mas y más en las zonas donde vivían los indígenas, no había nada de consternación porque ellos sabían que Cristo había estado entre sus antepasados y les había enseñado su hermoso evangelio.

Pero esta idea del ministerio de Cristo en America sí causo gran alarma entre los otros grupos cristianos en el año 1830, cuando supieron que el Libro de Mormón afirmaba que Jesucristo había vivido entre el pueblo, les había enseñado su evangelio, en verdad, había establecido Su Iglesia y apartado doce discípulos para la obra del ministerio sobre este continente.

Ahora volvamos a los "peritos". Abran la página 36 de The Américas before Columbus, y lean una cita de Kingsborough:
"El Cristo legendario de América hizo milagros y enseñó doctrinas cristianas. En su Historia de Chile, Rosales declara: "Había llegado a aquel país un hombre milagroso, que hacía milagros, sanaba los enfermos con agua, encendía fuego con un soplo de su aliento, hacía llover y causaba que crecieran sus cosechas, sanando de repente a los enfermos, dándoles visión a los ciegos."
Otra cita de Kingsborough, en la misma página, dice:
"Los Aztecas tienen una tradición de un Dios sufriendo y crucificado llamado Quetzalcoatl, y de uno que vino delante de él para preparar su camino y llamarlos al arrepentimiento. Tezcaltlipoca le ofreció una copa, llamándolo "Mi hijo." De su falta de voluntad para probarlo y de haber llorado amargamente después de haber tomado su contenido; haber abandonado los reinos temporales a favor de los espirituales, fue llamado por el Padre a abandonarlos. Al alejarse, hubo cuatro terremotos. Prometió volver otra vez para redimir a su pueblo. 
¿Se les habrá ocurrido pensar alguna vez por qué fue que Cortés, con unos cuantos soldados pudo subyugar a millones de indios? ¿Habrán pensado alguna vez por qué pudo escribir su nombre en sangre por toda la faz de México? Tengo algunos de los escritos personales de Las Casas, el primer obispo de Chiapas. Mientras va escribiendo, tiene lagrimas en los ojos, y nos dice: "Hasta este tiempo, únicamente, solo en esta región, Cortés ha asesinado a sangre fría a más de quince millones de indios, por que rehusaron aceptar una forma del cristianismo que, según éstos, es menos perfecto que el suyo y, sin embargo, saben que se han apartado del original."
¿Y por qué permitieron los indios tal matanza? Conozco a un cacique indio, muy amigo mío, que es descendiente directo de Moctezuma y él tiene algunos de los escritos personales de Moctezuma. En estos códices se entiende claramente que los indios podrían haber matado a Cortés en cualquier momento, hasta el momento en que se hizo aliado de los Tlascaltecas y logró alentar las enemistades naturales poniendo tribu contra tribu e indio contra indio. ¿Por qué, pues, lo dejaron vivir? ¿Por qué permitieron que cometiera tales atrocidades? Porque creían que era el Dios blanco que regresaba, para cumplir las promesas hechas por sus antepasados de que él volvería. Al fin yo le pregunté al anciano "patriarca" indio en Yucatán, "¿No había entre los indios algunos que al fin creyeran que era imposible que Cortés fuera un dios por las grandes maldades hechas en contra de su pueblo?" El respondió: "Por cierto, muchos creyeron al fin que él no podía ser un dios, pero también tenían la leyenda de que una raza blanca tenía que conquistarnos antes de que nuestra religión verdadera se nos fuera devuelta." Así que aun los que al fin creyeron que él no era el Dios blanco que regresaba, no volvieron en su contra, a sabiendas de que tenían que ser conquistados por una raza de gente blanca. Sabían que el Dios de sus antepasados volvería, y que su verdadera religión sería devuelta antes de su llegada."
En la pagina 41 de The Americas before Columbus, Farnsworth cita a P. de "Roo respecto de la posibilidad de que Jesucristo en verdad vino a esta tierra en tiempos antiguos:
"No es nuestra intención exagerar la importancia de esas coincidencias de las antiguas tradiciones americanas con la historia de nuestro Salvador, pero su origen cristiano y su significado cristiano difícilmente se pondrían en duda si halláramos, junto con ellas, entre los aborígenes mismos, tales emblemas, doctrinas y costumbres que evidentemente son exclusivamente cristianos.
¿Quién negará que, si la cruz, símbolo exclusivo del cristianismo, se hallara en Yucatán, señalaría como cristianas las tradiciones de sus habitantes, según las cuales creían que su hijo-dios, nacido de una virgen, murió crucificado?
Claro que Jesucristo había estado con ellos y les había enseñado bellas cosas, y ellos oyeron historias maravillosas de sus propios labios."
Ahora doblen la página para citar de Brinton en la página 42:
"De tal modo llegamos, todavía bajo condiciones primitivas, a tales ideales personas como Quetzalcoatl entre los Aztecas, de quien se decía en sus leyendas que era de un aspecto majestuoso, casto en la vida, adverso a la guerra, sabio y generoso en sus acciones, y que se deleitaba en el cultivo de las artes de la paz; o como vemos entre los Incas, con su héroe cultural, Tonapa, de cuyas enseñanzas un escritor católico del siglo XVI dice: "Tan semejantes eran a los preceptos de Jesús, que nada faltaban en ellas, sino su nombre y el de su Padre."
No podemos traducir los nombres propios, ¿verdad? De otro modo llevarían el nombre de Jesucristo y Dios el Padre en estas antiguas ruinas.

Por cierto Cristo estuvo con esta gente, y en verdad les dio estas hermosas enseñanzas.

02 enero 2009

Anales semejantes al Antiguo Testamento en América Precolombina

Jack H. West en su escrito "El Juicio al Palo de José" es capaz de demostrar evidencias de arqueólogos reconocidos mundialmente. Lo mas destacable de estas pruebas es que muestran antiguos registros que existían América Precolombina, con una extraordinaria similitud a registros Bíblicos. Todas estas referencias representan el libro "The Americas before Columbus".



"Pues bien, ahora pasemos a LA SEGUNDA AFIRMACIÓN del Libro de Mormón que vamos a tratar. El Libro de Mormón nos cuenta que los Nefitas trajeron consigo del viejo continente ciertos anales llamados las PLANCHAS DE BRONCE DE LABÁN. Estas deben de haber sido muy importantes porque, para conseguirlas, un hombre perdió la vida. Nefi, el hijo de Lehi, jamás había derramado la sangre de ningún ser humano y quiso evadir la responsabilidad de matar a Labán. Pero el Espíritu le dijo:
Hé aquí que el Señor destruye a los malvados para que se cumplan sus justos designios. Vale más que muera un hombre, que dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad.
(1 Nefi 4:13.)
Las planchas de bronce deben  haber sido un registro de suma importancia para esa gente — un registro que les guardarían de "degenerar y caer en la incredulidad."
Porque Labán tiene en su poder los anales de los judíos así como la genealogía de tus antepasados; y se hallan grabados sobre planchas de bronce.
Por lo que el Señor me ha mandado que tú y tus hermanos vayáis a la casa de Labán para procurar conseguir los anales y traerlos aquí al desierto.
(1 Nefí 3:3-4.)
El Libro de Mormón sigue relatando lo que estaba escrito sobre las planchas de bronce, de modo que tenemos suficiente razón en creer que aquellos anales eran semejantes al Antiguo Testamento, pero sin incluir, la toma de Jerusalén por los Babilonisenses. (Véase 1 Nefi 5:10-15.) 

Cuando esta declaración se leyó desde el púlpito, algunos de nuestros amigos en otras iglesias, gritaron, "¡Blasfemias!" Ellos dijeron: "¿Quieren ustedes decirnos que aquellos salvajes idólatras tenían unos anales en tiempos antiguos semejantes al Antiguo Testamento?" Lo único que nuestros miembros de la Iglesia podían decirles en 1830, cuando el Libro salió de la imprenta, fue: "Nosotros creemos en ese libro. Tenemos un testimonio de su veracidad." Pero en aquel entonces era imposible verificar la afirmación de que aquella gente tenía anales semejantes al Antiguo Testamento. 

Hoy día los Santos de los Últimos Días no tienen que comprobarlo porque los científicos ya lo han hecho por ellos.

Vamos a abrir la página 41 de The Americas before Columbus para leer una cita de De Roo. Dice:
Que el hombre fue creado en la imagen de Dios formaba parte de la creencia mexicana, dice Kingsborough. Otro punto de coincidencia con la historia de las escrituras se halla en la Diosa Azteca "Ciocoat" o mujer serpiente que los Aztecas llamaban Nuestra Señora y Madre, la Primera diosa en dar a luz, que legó el sufrimiento del parto a la mujer como tributo de la muerte y por la cual entró el pecado al mundo. En todo esto se ve mucho que nos recuerda la madre del género humano.
¿De dónde sacaron está información, si en verdad no tenían los anales que afirmaban tener? Y los indios relataron muchas de estas historias a los primeros ministros cristianos que llegaron a ellos, tan pronto pudieron efectuar suficiente nivel de comunicación, mediante señas o lo que fuera.

Como prueba adicional de que los antiguos habitantes de las Américas tenían un conocimiento y unos anales del Antiguo Testamento, leamos en la página 26, la cita de Alvin Colton, un hombre que vivió con varias de las tribus de indios y que aprendió muchas de sus leyendas:

La historia del diluvio esta muy esparcida entre los indios americanos. Un hombre (Noach) (fíjense cuán parecido —Noé no, sino Noach.) con algunas otras personas, se escapó en un barco en que iban varios animales y pájaros. Un arco iris es la señal que esto no volverá a pasar.
¿Saben ustedes que la Biblia es el único lugar donde se cuenta la historia de cómo el arco iris fue puesto en el cielo como señal de Dios a sus hijos que jamás volvería a destruir el mundo mediante el diluvio? El Antiguo Testamento es el único lugar en que se ha encontrada anotada esta historia, y, sin embargo, el pueblo indígena tenía conocimiento de la historia del arco iris cuando llegaron los primeros ministros para trabajar entre ellos .

La declaración del señor Colton sigue:
Con el transcurso del tiempo se construyó una torre con el proposito de llegar a las nubes, pero el Dios, muy enojado con tal presunción, destruyo la torre, confundió el lenguaje del día y dispersó a los habitantes.
Jacob y sus doce hijos se hallan en las leyendas del indio americano. Algunas de las tribus construían un altar de doce piedras en memoria de un gran antepasado suyo que tenía doce hijos. Tenían la tradición de que todas las tribus indígenas descendieron de un hombre que tenía doce hijos. (¿Cuál era el otro nombre de Jacob? Israel, El tenía doce hijos, y ellos llegaron a ser los jefes, en su condición prima al menos, de las doce tribus de Israel. Los indios sabían este fondo de la historia del Antiguo Testamento.) Que este señor era un príncipe notable y de renombre, teniendo gran dominio; que los indios y su posteridad, volverían a recobrar ese mismo dominio e influencia, ¿Verdad que es interesante? 

El libro de Mormón dice que en los últimos días, cuando los Lamanitas (el indio americano) nuevamente acepten y vivan el evangelio de Jesucristo, volverán a ser un pueblo de cutis blanca y suma mente bella y que mediante ellos, todas las naciones del mundo serán bendecidas. 

Por cierto, los indios tenían aquella leyenda, y, en verdad, tenían planchas de bronce como ya se ha explicado; unos anales del antiguo continente.

Vamos a leer una cita de De Roo en la página 65 del libro. Luego vamos a leer una declaración de Kingsborough, el abuelo del grupo arqueológico del continenpe americano, a quien se cita repetidas veces, quizas, más que a cual quier otro arqueólogo. De Roo dice:
Los indios contaron que hacía mucho, los Otomíes estaban en posesión de un libro, que se pasaba de padre a hijo y se guardaba por personas de importancia cuyo deber era explicarlo. . . Por reverencia, no doblaban las hojas del libro con sus manos, sino que usaban un palito que se guardaba con el libro para este propósito. Habiendo preguntado el fraile al indio sobre lo que contenía el tomo y sus enseñanzas, el viejo no podía entrar en detalles, pero dijo que, si estuviera en existencia aún, sería evidente que las enseñanzas de aquel libro y la predicación del fraile eran las mismas.- (Nótese ahora esta afirmación interesante.) Pero la venerable reliquia había perecido en la tierra, donde sus guardianes la habían enterrado.
Sí, claro, que tenían unos anales semejantes al Antiguo Testamento.

En la página 18, una cita de Kingsborough:

No puedo menos que comentar que uno de los argumentos que me lleva a creer que esta nación desciende de los Hebreos, es ver los conocimientos que tienen del Libro de Génesis.

En otro tratado, Kingsborough, también en la página 18, nos cuenta del Manuscrito Borgiano, desenterrado en las selvas de entre los escombros de siglos, sin ninguna posibilidad de que el hombre moderno hubiera podido falsificarlo.

Una extraordinaria representación de las diez plagas que Dios mandó a Egipto ocurre en las páginas once y doce del Manuscrito Borgiano. Moisés está allí pintado, sosteniendo en la mano izquierda levantada, su bastón que se volvió en una serpiente y, con un ademán furioso, llamando sobre los egipcios las plagas. Estas plagas eran ranas, saltamontes, piojos, moscas, etc., todo lo que está representado en las páginas a que se a referido. Pero la última y la mis espantosa eran las tinieblas espesas que cubrieron Egipto por tres días, y la muerte del primogénito de los egipcios. ...

¿De dónde sacó este pueblo estas ideas si no tenían algún registro de los acontecimientos y gentes del Antiguo Testamento?

Fuente:
www.bibliotecasud.blogspot.com

29 diciembre 2008

El Testimonio de Martin Harris

¿Hipotecarías tu casa por algo falso que no te dará ninguna utilidad? Esta es la posición en que se encontró Martin Harris cuando José Smith le transcribió los caracteres del Libro de Mormón y los llevó para que un experto los revisara. Esta es una prueba de que el experto sí los confirmó, ya que él luego de esto hipotecó su granja para pagar la publicación del Libro de Mormón, otra prueba de su veracidad.


Sí hubiera entre los testigos un "Tomás que dudaba," me temo que sería Martín Harris.  Si recuerdan, Martín Harris fue quien en el bosque le dijo a José Smith y a los otros testigos: "Lo siento, José, pero tengo la culpa de no recibir una contestación; yo no tengo suficiente fe," y luego pidió permiso de alejarse a otra parte del bosque, se alejó a cierta distancia de los demás, se arrodilló y oró con toda el alma para tener suficiente fe. Es que él no quería dudar. Dijo:
"Oí un ruido detrás de mí, me dí vuelta y vi al profeta José Smith que venía hacia mí. Solo un vistazo me certificó que ellos habían recibido un testimonio maravilloso como respuesta a sus ruegos. Me contó la historia del ángel que apareció para enseñarles las planchas a los otros testigos y luego dijo que se sentía como si se hubiera quitado un enorme peso de encima, porque ahora otros habían visto y oído y Oliverio Cowdery y David Whitmer sabían que existían tales cosas como ángeles en el día de hoy y que sabían que las planchas de oro existían."
Martín le suplicó a José que se arrodillara a orar junto a él, a fin de que él pudiera llegar a ser uno de los testigos especiales. José asintió con gusto, y antes de que hubieran orado por mucho tiempo, la idéntica visión que habían visto José Smith, Oliverio Cowdery y David Whitmer, se represento delante de los ojos de los dos —José Smith y Martín Harris—, el mismo ángel de lo alto, pasando las hojas de las mismas planchas de oro —la misma voz del cielo proponiendo ser la voz de Dios, testificando de la veracidad del archivo y lo exacto de la traducción.

Martín Harris ya no podía mas y gritó: "Ya basta, ya basta; mis ojos han visto, mis ojos han visto!

No obstante, por ser extremadamente cauteloso, Martín Harris indagó con cuidado la experiencia de Oliverio Cowdery y David Whitmer individuamente, para tener la absoluta certeza de haber visto y oído la mismísima visión que habían visto y oído y solamente entonces se unió con ellos en el testimonio escrito en las primeras páginas del Libro de Mormón.

Martín Harris testificó que nació en el año 1783, teniendo así unos veintidos años más de edad que los otros testigos ya mencionados. Era campesino en toda la extensión de la palabra. No era rico, pero tampoco era pobre. Se le estimaba mucho en el área, era buen vecino, pero bastante cauteloso. No le gustaba entrar en nada sin saber todas las salidas. Pero él dijo:
"Cuando oí a José Smith contar de sus grandes visiones, no había lugar a dudas en mi mente. Yo sabía que lo que dijo haber visto y oído era verdad. Por cauteloso que yo fuera, yo sabía esto." 
 

Su testimonio continuó;
"Conocí al profeta dos años antes que los otros testigos, en 1827, y cuando fui a hipotecar mi chacra para costear los gastos de la publicación del "Libro de Mormón, destrocé la felicidad de mi hogar." 
Su esposa debiera de haberle dicho, "Pues, viejo tonto, sí quieres malgastar tu mitad de nuestra propiedad para ayudar a pagar la impresión de ese libro ficticio, bien, pero la mía nunca." Ella se divorcio de él y Martín Harris hipoteco su mitad de la propiedad por $3,000.00 para costear los gastos de impresión de las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón.

Ahora algunos de los pastores de otras iglesias que tildaban de "blasfemias" las afirmaciones y declaraciones del profeta, se pararon majestuosamente detrás de sus púlpitos, diciendo: "Testificamos, en el nombre de Jesucristo, que aun llegará a reconocerse la tontería de Martín Harris al hipotecar su propiedad por tres mil dolares, para pagar la impresión de las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón, cuando aquellas copias se están pudriendo polvorientas en los estantes por falta de interés."

Ustedes sabrán que una de las pruebas de un profeta es que sus profecías se cumplan.

Aquellos pastores no eran profetas, ¿verdad? Las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón, sí, se vendieron, y unas cincuenta y cinco ediciones en inglés se han vendido desde aquel entonces, cada una más numerosa que la última.

Martin dijo repetidas veces que lo que parecía ser una duda de su parte, no lo era en realidad; él nada más buscaba más ayuda para convencer a otros. Insistió en llevar a casa las primeras 116 páginas del manuscrito del Libro de Mormón; quería enseñárselas a su esposa para comprobar que el libro no estaba basado en el espíritu de Satanás, sino, en verdad, sobre el Espíritu de Jesucristo. Pues bien, se perdieron aquellas 116 páginas y, como resultado, esto dio mucho  qué hablar en la temprana historia de la Iglesia.

También Martin Harris llevó a Nueva York ciertas transcripciones de los antiguos jeroglíficos, junto con la interpretación dada por José Smith, al egiptólogo o maestro de antiguos idiomas en aquel entonces de más renombre, el profesor Carlos Anthon, de la Universidad de Columbia. Habiendo facilitado esta información, Martín testifico que recibió un certificado del profesor, afirmando que no sólo eran de tipo egipcio los caracteres, sino que también su traducción era la más perfecta de toda traducción del antiguo Egipto que había visto.

Cuando Martin Harris estaba a punto de salir, con el certificado en el bolsillo, el profesor le preguntó que de dónde vino el registro. Contestó que un ángel de Dios había bajado del cielo y le había enseñado donde el archivo estaba escondido. El profesor, según el testimonio de Martin Harris, le pidió el certificado que había escrito. Al tenerlo en sus manos, lo hizo pedazos diciendo que no había tales cosas como el ministerio de ángeles. (¿Verdad que no había leído con mucho cuidado el Apocalipsis 14:6-7?).

Más tarde, en una reunión de científicos, el Profesor Anthon verificó que le había dado a Martin Harris un certificado respecto a la traducción del antiguo manuscrito. Luego explicó que lo había hecho pedazos cuando supo que las antiguas planchas habían sido traídas por ángeles, y guiñando el ojo, les dijo a los otros científicos: "Cualquiera de nosotros sabe que no hay ángeles en el día de hoy."

Después de su experiencia con el Profesor Anthon, Martin Harris llevó la copia de los jeroglíficos y su traducción al Dr. Mitchell; otro perito en idiomas de civilizaciones antiguas, y recibió la reiteración de lo mismo que le había dicho el Profesor Anthon, en cuanto a la corrección de los caracteres y su traducción.

¿Qué le paso a Martin Harris después de diez años de actividad en la Iglesia? La iglesia se trasladó al oeste. Dijo a la gente que le rodeaba: "Yo nunca dejé la Iglesia; la Iglesia me dejó a mí." Desde un punto de vista geográfico, era verdad, porque cuando la Iglesia se trasladó al oeste, les dijo a los hermanos que se estaba poniendo algo viejo y que se quedaría donde estaba hasta que ellos hubieran preparado el terreno.

Eran buenas sus intenciones, pero le llevaron a convertirse durante treinta y tres años,  una isla de fe en un mar de infieles. Sus vecinos testificaron, por escrito, que era un vecino de los mejores. Creían, sin embargo, que en un punto estaba "un poco loco" — seguía afirmando que había visto un ángel de Dios y las planchas de oro, de las cuales declaraba que José Smith tradujo el Libro de Mormón. Y declaraba que Dios mismo le habló desde lo alto y le dijo que la traducción era auténtica y divina.

En el ocaso de la vida de este señor, algunos de los Santos en Lago Salado juntaron un donativo y se lo mandaron para que se juntara con ellos en el oeste. Allí, centenares de miles de personas escucharon su agradable testimonio en relación con su papel en dar al mundo el Libro de Mormón, y afirmando la actualidad de la existencia de las antiguas planchas de oro, ¡Y aconteció por tercera vez — tres veces de tres! Al punto de juntarse con su Hacedor y de dar el último suspiro sobre esta tierra, llamo alrededor de su lecho de muerte a sus seres queridos y murió con el testimonio del Libro de Mormón en los labios.

Así, todos los "Tres Testigos", afirmaron la veracidad del Libro de Mormón hasta el momento de morir. Y, con esto, damos fin al testimonio de Martín Harris.

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