cuando leí este parrafo, de verdad me hizo meditar,pense sobre la gran tarea que le fue encomendada a Jose, ademas demuestra en forma clara lo dificil que seria el crear una obra tan monumental, y con todos los avances en descubrimientos que cada dia salen a la luz, solo encuentro una respuesta, El Libro de Mormon es otro TEstamento de Jesucristo.
El texto siguiente se toma de los Trabajos Reunido de Hugh Nibley, Vol.8, Ch.11, Pg.221 - Pg.222:
" Desde que Joseph Smith era más joven que la mayoría de ustedes y no casi tan experimentado o bien-educado como cualquiera de ustedes, en ese momento él registró la propiedad literaria del Libro de mormón, imaginese usted, si alguien le pidiera que presentara a finales del semestre (y tendria más tiempo de lo que jose smith tenía) un escrito, que tenga, de quinientas a seiscientas páginas en tamaño. Llámelo usted un sagrado libro si usted quiere, y déle la forma de una historia. Cuente la historia de una comunidad de judíos errantes en tiempos antiguos;que tenga todas las clases de carácteres en su historia, e involúcrelos en todas las clases de público y las vicisitudes privadas; déles nombres--ciento de ellos--pretendiendo que ellos son hebreo real y los nombres egipcios de hacia 600 b.c.; sea pródigo con los detalles culturales y técnicos--las maneras y costumbres, artes e industrias, instituciones políticas y religiosas, ritos, y tradiciones, incluya mucho tiempo y ejército complicado e historias económicas; tenga su tapa narrativa mil años sin cualquier hueco grande; guarde varios historias locales interrelacionadas que van en seguida; siéntase libre para introducir controversia religiosa y la discusión filosófica, pero siempre en una escena creíble; observe los convencionalismos literarios apropiados y explique la derivación y transmisión de sus materiales históricos variados.
¡" y todo lo anteriormente que no se contradiga nunca entre si ! pero ahora viene la parte dura de esta pequeña asignacion ,¡ usted va a ser exigido que tiene que tener su libro publicado cuando usted lo termine, no como ficción o romance, pero como una verdadera historia! Después de que usted lo ha presentado lo no puede hacer ningun cambio en él (en esta clase nosotros usamos siempre usaremos la primera edición del Libro de mormón); ademas, usted debe invitar a cualquiera y todos los estudiosos a leer y criticar su trabajo libremente, mientras explica a ellos que es un sagrado libro en una equivalencia con la Biblia. ¡Si ellos parecen encima de-escépticos, usted podría decirles que usted tradujo el libro de los archivos del original por la ayuda del Urim y Thummim--ellos amarán eso! Más allá usted podría decirles que los escritos del manuscrito original estaba en los planchas dorados, y que usted recibió las planchas de un ángel. ¡Ahora vaya a trabajar y buena suerte!
Evidencias científicas, arqueológicas, lingüísticas y culturales del Libro de Mormón

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28 noviembre 2007
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27 noviembre 2007
El maldecir a un litigante para que quede mudo
El maldecir a un litigante para que quede mudo
Basado en investigaciones realizadas por John W. WelchTraducido por Estrella La Font Díaz
La maldición que Alma pronunció sobre Korihor, "En el nombre de Dios quedarás mudo de modo que no podrás expresarte más" (Alma 30: 49), presenta similitudes con una antigua práctica griega consistente en maldecir a un litigante para que quedara mudo. Cuando la maldición se hizo efectiva, la falta de aprobación divina se hizo tan patente que Korihor no tuvo más remedio que abandonar su litigio. Las maldiciones de este tipo eran comunes en el antiguo mundo mediterráneo, sobre todo en el ámbito legal. En décadas recientes, se han hallado más de cien maleficios hechos con el fin de refrenar a otros -maldiciones inscritas sobre pequeñas láminas de plomo, plegadas y atravesadas con un clavo- en tumbas, templos y más concretamente en pozos cercanos a los palacios de justicia, donde se colocaban con la esperanza de que una deidad del mundo subterráneo los recibiera y ejecutara. Se conoce este tipo de sortilegios con el nombre de defixiones debido a que se pretendía que sus palabras y poderes sirvieran para frenar o poner trabas (latín "defigo") a un oponente. En la antigua Grecia, podían ser objeto de estos maleficios los rivales en el comercio, en las competiciones atléticas, en el amor, o los adversarios en un litigio. La mayor parte de los maleficios griegos de este tipo tienen relación con algún litigio, y existen sesenta y siete defixiones diferentes que invocan maldiciones sobre adversarios legales. El más antiguo de estos maleficios se remonta al siglo V a. C. En once de ellos se pide a los dioses que trabe la lengua del adversario con el fin de que pierda el pleito. Hay pruebas que sugieren que en algunas ocasiones las maldiciones parecían cumplirse. Por ejemplo, una estela (losa de piedra con inscripciones) del siglo III a. C., procedente de la isla griega de Delos, expresa la gratitud de un litigante victorioso que creía que había recibido ayuda de un dios en el juicio: "Porque sujetaste a los hombres pecaminosos que habían dispuesto el pleito, acallando en secreto la lengua dentro de sus bocas, de forma que nadie pudo oír de ella [la lengua] palabra o acusación alguna, que son las compañeras de un juicio. Sino que más bien, como resultó de acuerdo con la divina providencia, se confesaron ser como estatuas o piedras heridas por un dios". El que Korihor se quedara sin habla y, hasta cierto punto, el aturdimiento de Sherem, eran precisamente el tipo de señales o freno que la gente del antiguo mundo mediterráneo esperaba que un dios manifestara, en el marco de un juicio, cuando se presentaban acusaciones falsas o se utilizaban estratagemas injustas que situaban al oponente en clara desventaja. Los litigantes que habían quedado en evidencia a menudo erigían estelas con su confesión. Las inscripciones, según parece, constituían "una confesión de culpa, a la que el autor se ha visto forzado por la intervención punitiva de una deidad, que a menudo se manifestaba en forma de enfermedad o accidente". Con la esperanza de apaciguar al dios ofendido, el litigante castigado inscribía en la estela una declaración efectuando una clara profesión de su fe -recién admitida- en la deidad y advertía a otros que no desdeñaran a los dioses. Los juicios de Sherem y Korihor muestran esta misma tendencia a la confesión. Sherem se retractó de sus enseñanzas públicas, confesó la veracidad del dios que había intervenido en su contra, admitió su error y expresó su preocupación de que nunca lograra apaciguar a dicho dios (véase Jacob 7: 17-19). La confesión de Korihor reconoció el poder de Dios, probablemente para dar seguridad, a las personas de Zarahemla que estuvieran preocupadas, de que la maldición no afligiría a nadie más, así como para terminar la disputa (véase Alma 30: 51). Tales reacciones son similares a las de otras personas del mundo antiguo cuya perfidia judicial había quedado en evidencia y había sido anulada gracias a la intervención de un dios como respuesta a la maldición, lanzada para ponerles freno, de un litigante acosado.