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29 diciembre 2008

El Testimonio de Martin Harris

¿Hipotecarías tu casa por algo falso que no te dará ninguna utilidad? Esta es la posición en que se encontró Martin Harris cuando José Smith le transcribió los caracteres del Libro de Mormón y los llevó para que un experto los revisara. Esta es una prueba de que el experto sí los confirmó, ya que él luego de esto hipotecó su granja para pagar la publicación del Libro de Mormón, otra prueba de su veracidad.


Sí hubiera entre los testigos un "Tomás que dudaba," me temo que sería Martín Harris.  Si recuerdan, Martín Harris fue quien en el bosque le dijo a José Smith y a los otros testigos: "Lo siento, José, pero tengo la culpa de no recibir una contestación; yo no tengo suficiente fe," y luego pidió permiso de alejarse a otra parte del bosque, se alejó a cierta distancia de los demás, se arrodilló y oró con toda el alma para tener suficiente fe. Es que él no quería dudar. Dijo:
"Oí un ruido detrás de mí, me dí vuelta y vi al profeta José Smith que venía hacia mí. Solo un vistazo me certificó que ellos habían recibido un testimonio maravilloso como respuesta a sus ruegos. Me contó la historia del ángel que apareció para enseñarles las planchas a los otros testigos y luego dijo que se sentía como si se hubiera quitado un enorme peso de encima, porque ahora otros habían visto y oído y Oliverio Cowdery y David Whitmer sabían que existían tales cosas como ángeles en el día de hoy y que sabían que las planchas de oro existían."
Martín le suplicó a José que se arrodillara a orar junto a él, a fin de que él pudiera llegar a ser uno de los testigos especiales. José asintió con gusto, y antes de que hubieran orado por mucho tiempo, la idéntica visión que habían visto José Smith, Oliverio Cowdery y David Whitmer, se represento delante de los ojos de los dos —José Smith y Martín Harris—, el mismo ángel de lo alto, pasando las hojas de las mismas planchas de oro —la misma voz del cielo proponiendo ser la voz de Dios, testificando de la veracidad del archivo y lo exacto de la traducción.

Martín Harris ya no podía mas y gritó: "Ya basta, ya basta; mis ojos han visto, mis ojos han visto!

No obstante, por ser extremadamente cauteloso, Martín Harris indagó con cuidado la experiencia de Oliverio Cowdery y David Whitmer individuamente, para tener la absoluta certeza de haber visto y oído la mismísima visión que habían visto y oído y solamente entonces se unió con ellos en el testimonio escrito en las primeras páginas del Libro de Mormón.

Martín Harris testificó que nació en el año 1783, teniendo así unos veintidos años más de edad que los otros testigos ya mencionados. Era campesino en toda la extensión de la palabra. No era rico, pero tampoco era pobre. Se le estimaba mucho en el área, era buen vecino, pero bastante cauteloso. No le gustaba entrar en nada sin saber todas las salidas. Pero él dijo:
"Cuando oí a José Smith contar de sus grandes visiones, no había lugar a dudas en mi mente. Yo sabía que lo que dijo haber visto y oído era verdad. Por cauteloso que yo fuera, yo sabía esto." 
 

Su testimonio continuó;
"Conocí al profeta dos años antes que los otros testigos, en 1827, y cuando fui a hipotecar mi chacra para costear los gastos de la publicación del "Libro de Mormón, destrocé la felicidad de mi hogar." 
Su esposa debiera de haberle dicho, "Pues, viejo tonto, sí quieres malgastar tu mitad de nuestra propiedad para ayudar a pagar la impresión de ese libro ficticio, bien, pero la mía nunca." Ella se divorcio de él y Martín Harris hipoteco su mitad de la propiedad por $3,000.00 para costear los gastos de impresión de las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón.

Ahora algunos de los pastores de otras iglesias que tildaban de "blasfemias" las afirmaciones y declaraciones del profeta, se pararon majestuosamente detrás de sus púlpitos, diciendo: "Testificamos, en el nombre de Jesucristo, que aun llegará a reconocerse la tontería de Martín Harris al hipotecar su propiedad por tres mil dolares, para pagar la impresión de las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón, cuando aquellas copias se están pudriendo polvorientas en los estantes por falta de interés."

Ustedes sabrán que una de las pruebas de un profeta es que sus profecías se cumplan.

Aquellos pastores no eran profetas, ¿verdad? Las primeras cinco mil copias del Libro de Mormón, sí, se vendieron, y unas cincuenta y cinco ediciones en inglés se han vendido desde aquel entonces, cada una más numerosa que la última.

Martin dijo repetidas veces que lo que parecía ser una duda de su parte, no lo era en realidad; él nada más buscaba más ayuda para convencer a otros. Insistió en llevar a casa las primeras 116 páginas del manuscrito del Libro de Mormón; quería enseñárselas a su esposa para comprobar que el libro no estaba basado en el espíritu de Satanás, sino, en verdad, sobre el Espíritu de Jesucristo. Pues bien, se perdieron aquellas 116 páginas y, como resultado, esto dio mucho  qué hablar en la temprana historia de la Iglesia.

También Martin Harris llevó a Nueva York ciertas transcripciones de los antiguos jeroglíficos, junto con la interpretación dada por José Smith, al egiptólogo o maestro de antiguos idiomas en aquel entonces de más renombre, el profesor Carlos Anthon, de la Universidad de Columbia. Habiendo facilitado esta información, Martín testifico que recibió un certificado del profesor, afirmando que no sólo eran de tipo egipcio los caracteres, sino que también su traducción era la más perfecta de toda traducción del antiguo Egipto que había visto.

Cuando Martin Harris estaba a punto de salir, con el certificado en el bolsillo, el profesor le preguntó que de dónde vino el registro. Contestó que un ángel de Dios había bajado del cielo y le había enseñado donde el archivo estaba escondido. El profesor, según el testimonio de Martin Harris, le pidió el certificado que había escrito. Al tenerlo en sus manos, lo hizo pedazos diciendo que no había tales cosas como el ministerio de ángeles. (¿Verdad que no había leído con mucho cuidado el Apocalipsis 14:6-7?).

Más tarde, en una reunión de científicos, el Profesor Anthon verificó que le había dado a Martin Harris un certificado respecto a la traducción del antiguo manuscrito. Luego explicó que lo había hecho pedazos cuando supo que las antiguas planchas habían sido traídas por ángeles, y guiñando el ojo, les dijo a los otros científicos: "Cualquiera de nosotros sabe que no hay ángeles en el día de hoy."

Después de su experiencia con el Profesor Anthon, Martin Harris llevó la copia de los jeroglíficos y su traducción al Dr. Mitchell; otro perito en idiomas de civilizaciones antiguas, y recibió la reiteración de lo mismo que le había dicho el Profesor Anthon, en cuanto a la corrección de los caracteres y su traducción.

¿Qué le paso a Martin Harris después de diez años de actividad en la Iglesia? La iglesia se trasladó al oeste. Dijo a la gente que le rodeaba: "Yo nunca dejé la Iglesia; la Iglesia me dejó a mí." Desde un punto de vista geográfico, era verdad, porque cuando la Iglesia se trasladó al oeste, les dijo a los hermanos que se estaba poniendo algo viejo y que se quedaría donde estaba hasta que ellos hubieran preparado el terreno.

Eran buenas sus intenciones, pero le llevaron a convertirse durante treinta y tres años,  una isla de fe en un mar de infieles. Sus vecinos testificaron, por escrito, que era un vecino de los mejores. Creían, sin embargo, que en un punto estaba "un poco loco" — seguía afirmando que había visto un ángel de Dios y las planchas de oro, de las cuales declaraba que José Smith tradujo el Libro de Mormón. Y declaraba que Dios mismo le habló desde lo alto y le dijo que la traducción era auténtica y divina.

En el ocaso de la vida de este señor, algunos de los Santos en Lago Salado juntaron un donativo y se lo mandaron para que se juntara con ellos en el oeste. Allí, centenares de miles de personas escucharon su agradable testimonio en relación con su papel en dar al mundo el Libro de Mormón, y afirmando la actualidad de la existencia de las antiguas planchas de oro, ¡Y aconteció por tercera vez — tres veces de tres! Al punto de juntarse con su Hacedor y de dar el último suspiro sobre esta tierra, llamo alrededor de su lecho de muerte a sus seres queridos y murió con el testimonio del Libro de Mormón en los labios.

Así, todos los "Tres Testigos", afirmaron la veracidad del Libro de Mormón hasta el momento de morir. Y, con esto, damos fin al testimonio de Martín Harris.

22 diciembre 2008

El Testimonio de Oliverio Cowdery

Uno de los 3 testigos especiales del Libro de Mormón fue Oliverio Cowdery. Un hecho digno de destacar, es que a pesar de ser excomulgado de la Iglesia, nunca negó su testimonio. Si éste hubiera sido falso, podría haberlo negado, sin embargo, en vez de hacerlo, lo defendió públicamente en un juicio donde el fue su propio abogado. Esta defensa quedó registrada en el acta del caso y sirvó como testimonio al mundo de la veracidad del Libro de Mormón. Con el paso del tiempo, Oliverio,  pidió ser admitido nuevamente en la Iglesia y ser simplemente un diácono en ella y no un sumo sacerdote como le pudo corresponder. Es increíble el analizar cada uno de estos puntos; este es un extracto del libro "El Juicio al Palo de José".


"Veo aquí su nombre firmado en este libro (el Libro de Mormón) (le hablaban a Oliverio Cowdery), como uno de sus testigos especiales. ¿Creé usted en este libro?" 

Es verdad que la contestación empezó: "No, señor," pero siguió para decir: "Mi nombre está firmado en este libro, y lo que dije en aquel entonces es la verdad. Yo, sí_, ví esto, y yo sé que lo vi. Creencia y fe no tienen nada que ver con ello, ya que un conocimiento perfecto ha desplazado a la creencia y fe que antes tenía en la obra, al saber que la obra es verdadera."

Ya comprenderán por qué los acusadores hubieran deseado no haber suscitado ese punto.

Oliverio Cowdery pidió permiso para ser admitido de nuevo en la Iglesia en el año 1848, no como sumo sacerdote, no como apóstol en el sacerdocio mayor de Melquisedec-, sino como diácono en el sacerdocio de Aarón. Fue bautizado de nuevo en la Iglesia, y muchas miles de personas escucharon su testimonio sin par.

Aún cuando estuvo fuera de la Iglesia, y todavía algo enemistado con el profeta José Smith por haberle excomulgado y públicamente humillado ante sus amigos y el mundo, Oliverio Cowdery nunca negó su testimonio.

Algún tiempo después de su excomunión, estaba en una sala de justicia actuando como abogado. En un esfuerzo para desacreditar a Cowdery y ganar su caso, el abogado de la otra parte, en forma despectiva, acusó a Oliverio Cowdery de falta de credibilidad porque él creía en ángeles y visitas angelicales igual que José Smith, el de la famosa "Biblia de oro." La acusación fue debidamente anotada en el acta de ese caso particular que estaba en proceso de juzgarse, y, como respuesta, Oliverio Cowdery se paró, pidió que su testimonio a su vez se anotara, y formó parte del registro del caso. Tengo las notas tomadas por uno que estaba en esa sala de justicia que no era miembro de la Iglesia.

Aquel individuo dijo que cualquiera que hubiera oido a Oliverio Cowdery hacer aquella bellísima declaración en esa ocasión y visto la verdad destacándose y brillando en sus ojos, no podría menos que pensar que era una persona digna de confianza. La gente estaba hondamente impresionada. Se le llegó a estimar mucho a Oliverio Cowdery. En parte, ésta fue su respuesta a la acusación y el testimonio escrito en el registro oficial:
"Con el beneplácito de la corte y los estimados señores del jurado: Mi colega de la contraparte me ha acusado de participar de las ideas de José Smith y la "Biblia de oro. Se me ha echado encima la responsabilidad, y no puedo menos que responder.

Ante Dios y los hombres no osaría negar lo que he dicho — lo que contiene mi testimonio, tal como está escrito y publicado en la primera página del Libro de Mormón. Con la indulgencia de su Señoría y los caballeros del jurado, esto lo digo:
Vi el ángel y oí la voz del cielo. ¿Como puedo negarlo? Aconteció durante el día cuando brillaba el sol en el firmamento, no de noche mientras dormía. El glorioso mensajero de lo alto, vestido de una túnica blanca, parado en el aire con una gloria sin comparación con ninguna cosa jamás vista en este mundo, ni el sol se le podía comparar, nos dijo que si negáramos aquel testimonio  no habría perdón ni en esta vida ni en el mundo venidero. ¿Como puedo negarlo? No me atrevo, ni lo haré nunca jamás." (Por Jack West)
Muy cierto, Oliverio Cowdery jamás negó su testimonio. En verdad, cuando estaba en su lecho de muerte, pidió que se acercaran todos los que mas quería, y con su último aliento, testifico de la veracidad del Libro de Mormón y que las planchas de oro existían en la realidad.

Fuente:
www.bibliotecasud.blogspot.com

19 diciembre 2008

La tierra de Nahom


La siguiente información, es un aporte de José Luis Díaz, quien ha creado un grupo en facebook bajo el título "Estudios científicos del Libro de Mormón". Nos adherimos a su invitación de unirse, cementar y hacer aportes positivos a esta investigación que consideramos una excelente iniciativa.




Una de la críticas comunes al Libro de Mormón, siempre ha sido que el hecho de que José Smith haya escrito acerca de "la tierra de Nahom " la cual no se conocía en esos años.

Gracias a los avances en la arqueología, esta tierra ha sido encontrada, descubriéndose que en el lugar se haya un enorme cementerio, lo que concuerda perfectamente con la muerte de Ismael (el padre de la esposas de los hijos de Lehi) que fue enterrado en una tierra llamada "Nahom". 
"Y aconteció que murió Ismael y fue enterrado en el lugar llamado Nahom.
Y sucedió que las hijas de Ismael se lamentaron sobremanera a causa de la muerte de su padre..." (1 Nefi 16: 34 - 35)
En los últimos años, los arqueólogos han descubierto estos altares de piedra, que tienen inscripciones con el nombre de Nahom y la fecha correspondiente al sexto o el séptimo siglo a.C., coincidente con los días de Lehi.

Cabe destacar además, que este lugar ya tenía el nombre de Nahom, al encontrarlo Lehi y su familia; no así muchos otros lugares a los que ellos dieron nombre al descubrirlos. 

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