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13 marzo 2016

El libro milagroso de Mormón

(Artículo oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Liahona Febreo de 2016)

Mormón llevó a cabo la abrumadora tarea de compendiar los registros nefitas de una manera eficaz y milagrosa.

Por John L. Sorenson
Profesor emérito de antropología, Universidad Brigham Young


Cuando Mormón vio que su pueblo nefita estaba a punto de ser exterminado, se propuso escribir “un breve compendio” de sus anales (Mormón 5:9). Ese proyecto comenzó en el último lugar en el que los nefitas acamparon antes de congregarse finalmente en la tierra de Cumorah. Las condiciones en las que los nefitas estaban viviendo no pudieron haber sido sino duras; el pueblo se componía de refugiados cuyas fuentes de alimento, vestimenta y refugio eran inciertas. Mormón probablemente siguió escribiendo aun durante el periodo de cuatro años de preparación para la batalla final que habían convenido con el comandante lamanita; pero, en cualquier caso, la historia compendiada se completó y el archivo se enterró en el cerro de Cumorah mucho antes del conflicto final (véase Mormón 6:6).

Es evidente que la creación del Libro de Mormón fue una hazaña abrumadora, especialmente cuando se consideran las condiciones del “campo” en que Mormón tuvo que trabajar y los deberes adicionales que tenía al estar al mando de sus fuerzas mientras se preparaban para la batalla final. Es comprensible entonces que el producto final no estuviera falto de imperfecciones1.

Limitaciones en la obra de Mormón

Consideren algunas de las limitaciones que Mormón enfrentó en la realización de su objetivo:
  1. El tamaño de su nuevo registro tendría que restringirse drásticamente. El libro debía ser lo suficientemente portátil como para que Moroni pudiera transportarlo a un lugar seguro.
  2. El producto físico se debía preparar de manera que perdurara durante siglos.
  3. De los posibles sistemas de escritura que Mormón podía utilizar, solo uno de ellos era lo suficientemente conciso para caber en el libro.
  4. La narración debía ser de una longitud práctica, fiel a los hechos de la historia contenida en los anales que estaba resumiendo y expresada de una manera que él considerara apropiada.
  5. El tiempo para realizar el trabajo era poco. Mormón tuvo un poco más de tres años para llevar a cabo toda la compilación y redacción de más de seiscientos años de historia. Posiblemente ni siquiera tuvo tiempo de leer todos los registros que tenía en las manos, y seguramente no tuvo tiempo para afinar el estilo o volver a editar.
Teniendo en cuenta todas esas limitaciones, ¿cómo escogió Mormón qué información incluir y cuál omitir?  

En algunas formas su logro inspirado de producir el Libro de Mormón fue tan sorprendente y admirable como el logro posterior de José Smith de traducir los anales en tan poco tiempo.

Escoger un sistema de escritura

El texto del Libro de Mormón indica en varios lugares la dificultad que los escribas tenían para expresarse claramente (véanse Jacob 4:1; Mormón 9:33; Éter 12:23–25, 40). Mormón dijo: “… hay muchas cosas que, de acuerdo con nuestro idioma, no podemos escribir” (3 Nefi 5:18). “Nuestro idioma”, en ese sentido, se refiere obviamente a su sistema de escritura, no al idioma que hablaban. Moroni también nos dice que no habría habido “ninguna imperfección” (Mormón 9:33) si hubieran utilizado escritura hebrea, que es un sistema alfabético.

Los historiadores nefitas denominaron los “caracteres” que utilizaron para escribir “egipcio reformado” (Mormón 9:32). Ese sistema consistía en “la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios” (1 Nefi 1:2). Ocasionalmente, se utilizaron símbolos egipcios en la Palestina antigua para escribir los sonidos de palabras hebreas2. De la muestra de caracteres de la “Transcripción Anthon”3, la cual se afirma que es una copia de caracteres de las planchas que José Smith tradujo, es evidente que no se basaron directamente en la escritura egipcia que se utilizaba a diario en la época de Lehi. Tienen más la apariencia de los símbolos del egipcio hierático, un sistema paralelo y más antiguo de símbolos que también utilizaban cuando empleaban pincel y tinta en vez de grabar en piedra.


El sistema hierático era más conciso que la escritura hebrea alfabética, pero también más ambiguo porque una gran cantidad de los caracteres representaban morfemas o palabras completos y complejos (que actualmente se llaman logogramas) en vez de sonidos deletreados para formar palabras, como en un alfabeto. El significado de cada logograma se tenía que memorizar. Esa ambigüedad pudo haber sido parte del problema de “la manera de colocar nuestras palabras” (Éter 12:25) del que habla Moroni.

Una causa adicional de “imperfecciones” pudo haber sido que, como el egipcio hierático se utilizaba principalmente para escribir en forma cursiva, el usarlo para grabar un registro en planchas de metal podía significar que los pequeños deslices de la mano del grabador y el no tener un “borrador” eficaz a su disposición para hacer correcciones podían resultar en que se malentendieran los caracteres.

Muchos juegos de anales

Además de las planchas mayores de Nefi, se utilizaron documentos suplementarios en ciertas partes de la creación de la narración de Mormón. Él observó varias veces su dependencia del “propio registro [de Alma]” (Alma 5:2; encabezamiento del capítulo 7; 35:16). También utilizó “los anales de Helamán” y “de sus hijos” (introducción del libro de Helamán), y también leemos en cuanto a “los anales de Nefi” (3 Nefi 5:10).

En ocasiones, Mormón también dependió de otros escritos originales, algunos de los cuales no identificó claramente. Entre algunos de los posibles anales suplementarios se encuentran:

  • El texto del gran discurso del rey Benjamín (Mosíah 2:9–Mosíah 5).
  • Los anales de las planchas de Zeniff (Mosíah 9–22).
  • La predicación de Alma en primera persona en Zarahemla, Gedeón y Melek (Alma 5, 7 y 8).
  • La historia de las experiencias de Alma y Amulek en Ammoníah (Alma 9–14).
  • La relación detallada del ministerio de los hijos de Mosíah y sus compañeros entre los lamanitas (Alma 17–27).
  • Los discursos de Alma a sus hijos Helamán, Shiblón y Coriantón (Alma 36–42).

Moroni también incluyó su traducción y resumen de la historia de Éter sobre los jareditas, preparada y agregada por Moroni como el libro de Éter; así como extractos de enseñanzas y cartas de su padre, Mormón (Moroni 7–9)4.

Los anales sagrados más importantes se conservaron en metal para asegurar su permanencia; ellos supusieron que los anales conservados en substancias más perecederas, con el tiempo, serían ilegibles (véase Jacob 4:2). El uso de ejemplares de las Escrituras en papel para el uso cotidiano se insinúa en el hecho de que se quemaron los que poseían los conversos de Alma en Ammoníah (véase Alma 14:8; compárese con Mosíah 2:8; 29:4 y Alma 63:12). Las planchas de metal no eran fáciles de elaborar (véase Mormón 8:5) ni de grabar, de modo que su disponibilidad era limitada.

Haciendo uso de la diversidad de materiales que tenía disponibles, Mormón redactó su historia “según el saber y el entendimiento que Dios” le había dado (Palabras de Mormón 1:9). La ayuda divina a veces era directa y específica, como cuando el Señor le instruyó no incluir una descripción más larga de las enseñanzas de Jesús a los nefitas (véase 3 Nefi 26:6–12); pero no se da ninguna indicación de que se le haya revelado información histórica adicional.

“Y así vemos”

Mormón dijo varias veces que su compendio no podía incluir mas que una fracción del material histórico que se encuentra en las planchas mayores de Nefi (véanse Palabras de Mormón 1:5; 3 Nefi 5:8; 26:6; véanse también Jacob 3:13–14; 4:1). ¿Cómo, entonces, seleccionó sus materiales?

Su criterio principal se manifiesta repetidamente en su libro. El objetivo era asegurarse de que sus lectores, especialmente los futuros habitantes de la tierra prometida en el continente americano, y particularmente los descendientes de Lehi, captaran la importancia para ellos de la promesa y la profecía que se dieron al padre Lehi: “Según guardéis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra” (Jarom 1:9). En realidad, es a la versión negativa que Amarón usó de lo que dijo Lehi a la que Mormón da su atención principal: “Si no guardáis mis mandamientos, no prosperaréis en la tierra” (Omni 1:6; cursiva agregada).

Las lecciones de Mormón delinean el contraste entre el bien y el mal de manera dramática. Las personas que figuran en sus anales hacen hincapié en la obediencia y la virtud por un lado, en comparación a la maldad obstinada, por el otro. Describe a los malhechores como totalmente malos y merecedores de su suerte; mientras que describe a los héroes como loables en casi todo sentido. A los personajes de la zona gris casi ni se les hace notar. Mormón no quería dejar pregunta alguna en la mente de sus lectores de que el bien y el mal son completamente opuestos (noten las propias palabras de Mormón en cuanto a ese contraste en Moroni 7:5–19). Sin duda, Mormón agregó su propia interpretación personal inspirada a lo que estaba relatando. Esa postura a menudo se ve señalada mediante el uso de una frase similar a “y así vemos” (por ejemplo, en Alma 42:4, 7, 14; Helamán 3:23–31; 6:34–40).

Mormón y Moroni presentan sus “breves” anales a los futuros lectores como un tipo singular de historia interpretativa. Lo presentan a las épocas futuras no de la manera en que un historiador escribiría una historia, sino como un poderoso mensaje moral que tenía la intención de educar a los lectores en cuanto a las lecciones que ambos habían aprendido durante su largo y arduo servicio a su pueblo y a Dios. Hicieron uso de las mejores fuentes disponibles de la manera más eficaz que pudieron. La labor y dedicación que se manifiestan en su obra han sido para el beneficio de todas las personas de nuestros días, y por ello les expreso mi más profundo agradecimiento.

Fuentes:
  1. Por ejemplo, es posible que algunos errores menores (el equivalente de los errores tipográficos modernos) se encuentren entre las “faltas” a las que Moroni se refiere como “equivocaciones de los hombres” en la portada del Libro de Mormón. Incluyen el informe erróneo de la captura de la ciudad de Nefíah (Alma 51:26; compárese con Alma 59:5) y un error en el que el mismo acontecimiento se dice en un pasaje que tuvo lugar en el año veintiséis de los jueces (Alma 56:9) y en otro en el año veintiocho (Alma 53:22–23). Dichas fallas muestran el lado humano de la tarea del historiador, aun cuando no deben causar ningún problema de gravedad en la lectura de los anales.
  2. Véase de John A. Tvedtnes y Stephen D. Ricks, “Jewish and Other Semitic Texts Written in Egyptian Characters”, Journal of Book of Mormon Studies, tomo V, nro. 2, 1996, págs. 156–163; y de John A. Tvedtnes, “Linguistic Implications of the Tel-Arad Ostraca”, Newsletter and Proceedings of the Society for Early Historic Archaeology, nro. 127, 1971.
  3. Véase de B. H. Roberts, New Witnesses for God, 3 tomos, 1909, tomo II, págs. 93–104.
  4. Para obtener mayor información en cuanto a las diferentes fuentes para los anales, véase “Una breve explicación acerca del Libro de Mormón”, en el Libro de Mormón.

25 enero 2016

Deforestación Maya

El Libro de Mormón, menciona en un determinado tiempo, que el pueblo se habían quedado sin madera; algo muy extraño para una zona tan abundante en árboles como es Mesoamérica, sin embargo, estudios modernos confirman que en la misma época, existió una deforestación que afectó a toda esa zona. 

Autora: Natalia Erices Bustos, Licenciada en Historia, Universidad de Concepción, Chile


La deforestación producida por los mayas es mencionada en el libro de Helamán en el Libro de Mormón.

Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, somos cristianos, pero a pesar de ello, nos diferenciamos del resto del mundo en varias cosas; una de ellas es el Libro de Mormón. 

Para nosotros, SUD (Santos de los últimos días) el Libro de Mormón, es una narración de pueblos americanos que fueron descendientes de judíos y que llegaron a este continente por medio de un viaje transoceánico. 

Nosotros creemos en la veracidad total de los relatos que en este Libro se incluyen, sin embargo hay personas que están conociendo la Iglesia o incluso quienes son detractores de ella, que no le encuentran sentido a los dichos en las páginas de este maravilloso Libro. 

Nosotros no necesitamos buscar una correlación histórica de las narraciones de los profetas de este Libro, pues creemos en él por fe y testimonio, sin embargo, consideramos necesario avanzar en el área de investigación histórica y poder dar a conocer al resto del mundo las coherencias que existen entre los hallazgos sobre pueblos prehispánicos y los relatos del Libro de Mormón, a fin de apoyar nuestra convicción de su veracidad.

Al inicio del capítulo tres del libro de Helamán,  se menciona que muchos nefitas emigraron a la “tierra del norte”, sin embargo hay un dato (no menor), que para muchos pasa desapercibido, el cual es mencionado en el quinto versículo:
“Sí, y se esparcieron por todas partes de aquella tierra, por todos los parajes que no habían quedado desolados y sin madera….”
La pregunta que podemos hacernos tiene que ver con el hecho que provocó la existencia de  dichos lugares sin árboles.  

Existe una respuesta para esa interrogante, ya que, se han realizado investigaciones que demuestran una realidad muy diferente a la que podemos pensar respecto a una de las grandes civilizaciones prehispánicas: “Los Mayas”. 

Por lo general se asocia a estos pueblos con personas muy respetuosas de su medio ambiente, sin embargo se llegó a la conclusión de que los Mayas realizaban una deforestación antropogénica. El término deforestación antropogénica tiene que ver con el hecho de que  fue provocada directamente por procesos humanos, y no por procesos naturales, es decir, se trata de una deforestación totalmente causada por la mano del hombre.

Algunos autores tienen ideas del porqué de esta deforestación y es en ese contexto que Thomas Server, arqueólogo  de la Universidad de Alabama plantea que la necesidad de la tala de árboles se debe al denominado “estuco”. Este consiste en una pasta de grano fino compuesta de cal, mármol, yeso y pigmentos naturales. La madera pasaba a ser el combustible para la preparación de este material, ya que este fue trascendental para la construcción de sus enormes monumentos (con ello llenaban los espacios y era una especie de pegamento para las piedras). 

Server asegura que debían quemar veinte árboles para calentar el estuco suficiente para la construcción de solo un metro cuadrado. 

Haciendo una extrapolación a esta cifra es que Richard Hansen nos señala que se necesitaban cortar todos los árboles de una superficie de unos 6,5 kilómetros cuadrados para cubrir de estuco solo una pirámide 1

La tala indiscriminada de árboles no solo significó la desolación de numerosos parajes de nuestro continente sino que también contribuyó a un cambio climático que a su vez coadyuvó a la desaparición de esta gran civilización.  Existen numerosos estudios realizados por climatólogos que sustentan esta idea .

Ahora, si analizamos de forma temporal estos hechos relatados en el Libro de Helamán, podemos concluir que ocurrieron aproximadamente 40 años antes de la venida de Jesucristo, lo cual calza perfectamente con la presencia de los Mayas en el continente; civilización a la que se le atribuye una existencia de cerca de 1200 años, teniendo como época cúspide (de ahí su declive como civilización) el año 900 después de Cristo aproximadamente. 

Estos datos respecto a los tiempos nos ayudan a afirmar lo que proponemos en el título de este artículo; una vez que los Mayas deforestaban por completo un sitio, debían abandonarlo por un tiempo.

De esta manera, como señala nuevamente Thomas Server, "Sabemos que por cada período de 1 a 3 años en los cuales se cultive una porción de tierra, se necesita dejarla en barbecho recuperándose durante 15 años. Durante ese tiempo, los árboles y el resto de la vegetación pueden volver a crecer mientras se tala y se quema otra área de cultivo" 2.

Por ser una civilización que estaba en constante desarrollo, es muy probable que no pudiesen esperar por tan largo tiempo en un lugar hasta poder volver a utilizar la tierra, por lo cual debían ir trasladándose por los diversos parajes que ofrece nuestro continente, produciendo un abandono total de los lugares deforestados. 

Fuentes:
  1. Extraído de : http://www.arboricultura.org.mx/2014/05/estuco-la-deforestacion-antropogenica-ancestral-maya/
  2. Server, Thomas “ La caída de los mayas: Ellos mismos la ocasionaron”, traducido al español en http://ciencia.nasa.gov/science-at-nasa/2009/06oct_maya/

04 noviembre 2015

La traducción del Libro de Mormón

(Artículo oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días)


José Smith declaró que el Libro de Mormón era “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”. El Libro de Mormón llegó al mundo a través de una serie de acontecimientos milagrosos 1. Se puede saber mucho del surgimiento del texto en inglés del Libro de Mormón al estudiar cuidadosamente las declaraciones hechas por José Smith, sus escribientes y otras personas muy cercanas que participaron en la traducción del Libro de Mormón.

“Por el don y el poder de Dios”

José Smith relató que la noche del 21 de septiembre de 1823, mientras oraba en la habitación superior de la pequeña cabaña de sus padres en Palmyra, Nueva York, se le apareció un ángel que se llamaba Moroni y que le dijo a José que “Dios tenía una obra para [él]” 2. Moroni informó a José de que “se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia”. El libro se encontraba en un cerro cercano a la granja de la familia Smith. Este registro no era algo común y corriente, ya que contenía “la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado” 3.

El ángel encargó a José Smith que tradujera de la antigua lengua en la que se había escrito el libro. Sin embargo, el joven había recibido muy poca educación formal y era incapaz de escribir un libro por sí mismo, y aún menos traducir un antiguo libro escrito en una lengua desconocida, mencionada en el Libro de Mormón como “egipcio reformado” 4. Emma, la esposa de José, insistió en que, cuando se llevó a cabo la traducción, José “no era capaz de escribir ni dictar una carta coherente y bien formulada, ni mucho menos un libro como el Libro de Mormón” 5.

José Smith recibió las planchas en septiembre de 1827 y la primavera siguiente, en Harmony, Pensilvania, comenzó a traducirlas con fervor. Emma y su amigo Martin Harris fueron sus principales escribientes. La transcripción resultante en inglés, conocida como el Libro de Lehi y, según José Smith, redactada en 116 páginas, posteriormente se perdió o fue robada. Como resultado, José Smith fue reprendido por el señor y perdió la capacidad para traducir durante un corto tiempo 6.

José comenzó a traducir otra vez en 1829 y casi todo el texto actual del Libro de Mormón se tradujo durante un período de tres meses, entre abril y junio de ese año. Durante esos meses, su escribiente fue Oliver Cowdery, un maestro de escuela de Vermont que había oído hablar del Libro de Mormón mientras se hospedaba en casa de los padres de José en Palmyra. Llamado por Dios en una visión, Cowdery viajó a Harmony para conocer a José Smith e investigar más a fondo. Cowdery describió su experiencia como escribiente con estas palabras: “Estos fueron días inolvidables: ¡Estar sentado oyendo el son de una voz dictada por la inspiración del cielo!” 7.

El manuscrito que José Smith dictó a Oliver Cowdery y otras personas se conoce actualmente como el manuscrito original, del que se conserva todavía un 28 por ciento aproximadamente 8. Este manuscrito corrobora las declaraciones de José Smith de que el manuscrito se redactó en un corto plazo y que fue dictado procedente de otro idioma. Por ejemplo, incluye errores que sugieren que el escribiente se equivocó al oír las palabras, en lugar de equivocarse al leer las palabras copiadas de otro manuscrito 9. Asimismo, en el manual original aparecen algunas construcciones gramaticales más características de las lenguas del Cercano Oriente que del inglés, lo que sugiere que la lengua original de la traducción no era el inglés 10.

A diferencia de la mayor parte de los borradores dictados, el manuscrito original era considerado por José Smith, en esencia, un producto final. Para ayudar en la publicación del libro, Oliver Cowdery hizo una copia a mano del manuscrito original. Esta copia se conoce actualmente como el manuscrito del impresor. Puesto que José Smith no indicaba los signos de puntuación, como los puntos, las comas o los signos de interrogación conforme iba dictando, en el manuscrito original no aparecen esos signos. El tipógrafo insertó posteriormente los signos de puntuación cuando preparó el texto para imprimirlo 11. Con las excepciones de la puntuación, el formato, otros elementos tipográficos y algunos pequeños ajustes necesarios para corregir errores realizados al copiar y por los escribientes, la copia dictada se convirtió en el texto de la primera edición impresa del libro 12.

Instrumentos de la traducción

Muchos de los relatos de la Biblia reflejan que Dios daba revelaciones a Sus profetas de muchas formas distintas. Elías aprendió que Dios no le hablaba a través del viento, el fuego o un terremoto, sino mediante “una voz suave y apacible”13. Pablo y otros de los primeros apóstoles se comunicaron en ocasiones con ángeles y, otras veces, con el Señor Jesucristo. En otras ocasiones, la revelación llegó en forma de sueños o visiones, como la revelación que recibió Pedro 14 de que debía predicar el Evangelio a los gentiles; o mediante objetos sagrados como el Urim y Tumim 15.

José Smith destaca entre los profetas de Dios porque fue llamado para expresar en su propia lengua un volumen completo de Escrituras, que ocupaba más de 500 páginas impresas y que contenía doctrina que profundizaría y ampliaría los conocimientos teológicos de millones de personas. Para esa tarea monumental, Dios preparó ayuda adicional y práctica en forma de instrumentos físicos.

Los escribientes de José Smith y él escribieron acerca de dos instrumentos que utilizaron en la traducción del Libro de Mormón. Según los testigos de la traducción, cuando José miraba por los instrumentos, las palabras de las Escrituras aparecían en inglés. Un instrumento, que en el Libro de Mormón se menciona como los “intérpretes”, es más conocido por los Santos de los Últimos Días de la actualidad como el “Urim y Tumim”. José encontró los “intérpretes” enterrados en el cerro junto con las planchas 16. Las personas que vieron los “intérpretes” los describieron como un par de piedras transparentes unidos por un borde metálico. En el Libro de Mormón se hace referencia a este instrumento, junto con su pectoral, como algo que “la mano del Señor… ha preservado y guardado” y que “se transmitieron de generación en generación con objeto de interpretar idiomas” 17.

El otro instrumento, que José Smith descubrió enterrado en el suelo años antes de recibir las planchas de oro, era una pequeña piedra ovalada o “piedra vidente” 18. Cuando era joven, durante la década de 1820, José Smith, al igual que otras personas de la época, utilizó una piedra vidente para buscar objetos perdidos y tesoros enterrados 19. Cuando José comprendió su llamamiento profético, se dio cuenta de que podía usar esa piedra para un fin más elevado: traducir Escrituras 20.

Parece ser que, por comodidad, José tradujo con frecuencia con la piedra vidente en lugar de con las dos piedras unidas para constituir los intérpretes. Esos dos instrumentos (los intérpretes y la piedra vidente) eran, aparentemente, intercambiables, y funcionaban prácticamente de la misma manera, así que, con el tiempo, José Smith y sus compañeros utilizaron con frecuencia el término “Urim y Tumim” para referirse tanto a la piedra vidente como a los intérpretes 21. En la antigüedad, los sacerdotes israelitas utilizaron el Urim y Tumim como ayuda para recibir comunicación divina. Aunque hay comentaristas que discrepan con respecto al carácter de este instrumento, varias fuentes antiguas indican que el instrumento contenía piedras que se encendían o iluminaban por medios divinos 22. Los Santos de los Últimos Días, con el tiempo, llegaron a entender el término “Urim y Tumim” como una referencia exclusiva a los intérpretes. Sin embargo, parece ser que José Smith y otras personas entendían este término más como una categoría descriptiva de instrumentos para recibir revelaciones divinas que como el nombre de un instrumento concreto.

Algunas personas se han negado a aceptar esta afirmación relativa al uso de instrumentos físicos en el proceso divino de la traducción, pero este tipo de ayuda para facilitar la comunicación del poder y la inspiración de Dios es coherente con los relatos de las Escrituras. Además del Urim y Tumim, la Biblia menciona otros instrumentos físicos utilizados para acceder al poder de Dios: la vara de Aarón, una serpiente de bronce, aceites sagrados de unción, el arca del convenio e, incluso, lodo hecho de tierra y saliva para sanar los ojos de un ciego 23.

La mecánica de la traducción
En el prefacio de la edición de 1830 del Libro de Mormón, José Smith escribió: “Les comunico que, por el don y el poder de Dios, yo traduje [el libro]”. Cuando se le pidieron detalles sobre el proceso de traducción, José repitió en varias ocasiones que se había llevado a cabo “por el don y el poder de Dios” 24; y en una ocasión añadió: “No se ha tenido la intención de decirle al mundo los detalles de la salida a luz del Libro de Mormón” 25.

No obstante, los escribientes y otras personas que observaron el proceso de traducción dejaron numerosos testimonios que arrojan algo de luz sobre el proceso. Algunos relatos indican que José Smith estudiaba los caracteres de las planchas. Los relatos, en su mayoría, indican que José usaba el Urim y Tumim (los intérpretes o la piedra vidente) y muchos relatos mencionan que utilizaba una sola piedra. Según estos relatos, José colocaba los intérpretes o la piedra vidente en un sombrero, apoyaba el rostro en el sombrero para bloquear la luz externa y leía en voz alta las palabras en inglés que aparecían en el instrumento 26. El proceso, tal y como se describió, recuerda un pasaje del Libro de Mormón que habla de que Dios prepararía “una piedra que brillará en las tinieblas hasta dar luz” 27.

Los escribientes que ayudaron en la traducción creían sin lugar a dudas que José tradujo por el poder divino. La esposa de José, Emma, explicó que ella “escribía con frecuencia día tras día” en una pequeña mesa de su casa de Harmony, Pensilvania. Emma describió a José “sentado, con la cara metida en su sombrero, que contenía la piedra, dictando hora tras hora, sin ningún objeto entre nosotros” 28. Según Emma, las planchas “se quedaban con frecuencia sobre la mesa, sin ningún intento de ocultarlas, envueltas en un pequeño mantel”. Cuando se le preguntó si José había dictado de la Biblia o de un manuscrito que había preparado con antelación, Emma negó categóricamente esas posibilidades: “No tenía ningún manuscrito ni libro del que pudiera leer”. Emma le dijo a su hijo, Joseph Smith III: “La autenticidad del Libro de Mormón es divina. No tengo la más mínima duda al respecto. Estoy convencida de que ningún hombre habría podido dictar los manuscritos si no hubiese sido inspirado; pues, cuando fui su escriba, tu padre me dictaba hora tras hora; y cuando retomábamos la labor tras las comidas o tras una interrupción, inmediatamente comenzaba donde lo había dejado, sin ni siquiera ver el manuscrito ni hacer que le leyese parte alguna del mismo” 29.

Otro escribiente, Martin Harris, se sentaba al otro lado de la mesa, frente a José Smith, y escribía las palabras que José le dictaba. Harris recordó posteriormente que cuando José utilizaba la piedra vidente para traducir, aparecían las frases. José leía esas frases en voz alta y Harris, tras escribir las palabras, decía: “Escrito”. En una entrevista realizada por un conocido, Harris dijo que José “poseía una piedra vidente, con la que podía traducir, así como con el Urim y Tumim, y por comodidad utilizaba la piedra vidente” 30.

El principal escribiente, Oliver Cowdery, testificó bajo juramento en 1831 que José Smith “encontró junto con las planchas, a partir de las cuales tradujo su libro, dos piedras transparentes, que parecían de cristal, colocadas con unos aros de plata. Y, al mirar a través de ellas, podía leer en inglés los caracteres del egipcio reformado, que estaban grabados en las planchas”31. En otoño de 1830, Cowdery visitó Union Village, Ohio, y habló sobre la traducción del Libro de Mormón. Poco tiempo después, un habitante del pueblo dijo que la traducción se llevó a cabo mediante “dos piedras transparentes, como unas lentes, a través de las cuales el traductor miraba el texto grabado” 32.

Conclusión

José Smith testificó continuamente que había traducido el Libro de Mormón por el “don y el poder de Dios”. Sus escribientes compartieron ese testimonio. El ángel que comunicó la existencia de un registro antiguo grabado en planchas de metal, enterrado en un cerro, y los instrumentos divinos preparados especialmente para que José Smith lo tradujera, formaban parte de los que José y sus escribientes consideraban el milagro de la traducción. Cuando José Smith se sentó en 1832 por primera vez a escribir su propia historia, empezó por la promesa de incluir “un relato de su experiencia maravillosa” 33. La traducción del Libro de Mormón fue, en verdad, algo maravilloso.

En la actualidad se puede conocer la verdad del Libro de Mormón y de su origen divino. Dios nos invita, a cada uno de nosotros, a leer el libro, recordar la misericordia del Señor, meditar en nuestro corazón y preguntar “a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas”. Dios promete que “si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo” 34.

Fuentes
  1. Diario de Wilford Woodruff, 28 de noviembre de 1841, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.
  2. Con respecto a la identidad del ángel, véase Karen Lynn Davidson, David J. Whittaker, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jenson, ed., Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, tomo I de la serie “Histories” de The Joseph Smith Papers, edición de Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman (Salt Lake City: Prensa del historiador de la Iglesia, 2012), pág. 223, nº 56.
  3. Davidson et al., Joseph Smith Histories, pág. 223; puntuación normalizada; José Smith, “Church History”, Times and Seasons 3 (1 de marzo de 1842), págs. 706-707. Véase también José Smith—Historia 1:33–34.
  4. Mormón 9:32. Véase también 1 Nefi 1:2.
  5. “Last Testimony of Sister Emma,” Saints’ Herald 26 (1 de octubre de 1879), pág. 290. Cursiva en el original.
  6. Joseph Smith History [Historia de José Smith], de 1838 a aproximadamente 1841, págs. 8–11 (borrador 2), en Karen Lynn Davidson, David J. Whittaker, Mark Ashurst-McGee, and Richard L. Jenson, ed., Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, tomo I de la serie “Histories” de The Joseph Smith Papers, edición de Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman (Salt Lake City: Prensa del historiador de la Iglesia, 2012), págs. 252–253; disponible en josephsmithpapers.org. Doctrina y Convenios 3:5–15
  7. Joseph Smith History [Historia de José Smith], en torno al verano de 1832, en Joseph Smith Histories, pág. 16; Oliver Cowdery se dirige a William W. Phelps, 7 de septiembre de 1834, en Messenger and Advocate 1 (octubre de 1834), pág. 14; cursiva en el original.
  8. La mayor parte del manuscrito se desintegró o quedó ilegible debido a los daños provocados por el agua entre 1841 y 1882, ya que se había colocado en la piedra angular del Mesón de Nauvoo en Nauvoo, Illinois. La mayoría de las páginas que se conservaron se archivaron posteriormente en la oficina del historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Salt Lake City. El resto del manuscrito original se ha publicado en The Original Manuscript of the Book of Mormon: Typographical Facsimile of the Extant Text, ed. Royal Skousen (Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2001). Oliver Cowdery y otros dos escribientes no identificados redactaron una copia íntegra de este original, conocida como el manuscrito del impresor, entre agosto de 1829 y principios de 1830. Se utilizó para preparar la tipografía de la mayor parte de la impresión en Palmyra. El manuscrito del impresor se publicó en The Printer’s Manuscript of the Book of Mormon: Typological Facsimile of the Entire Text in Two Parts, ed. Royal Skousen (Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2001). Tanto el manuscrito del impresor como el manuscrito original se publicarán en tomos futuros de The Joseph Smith Papers. (Dean C. Jessee, “The Original Book of Mormon Manuscript”, BYU Studies 10, nº 3 [primavera de 1970], págs. 261–272; Royal Skousen, “Piecing Together the Original Manuscript”, BYU Today 46, nº 3 [mayo de 1992], págs. 18–24.)
  9. Por ejemplo, cuando José tradujo el texto que actualmente se encuentra en 1 Nefi 13:29, el escribiente puso “&” [se pronuncia “and”] en un lugar en el que debería haber escrito “an”. En 1 Nefi 17:48, el escribiente escribió “weed” donde debería haber escrito “reed”. (Véase Royal Skousen, “Translating the Book of Mormon: Evidence from the Original Manuscript”, en Noel B. Reynolds, ed., Book of Mormon Authorship Revisited: The Evidence for Ancient Origins [Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1997], pág. 67; véase también Grant Hardy, “Introduction”, en The Book of Mormon: The Earliest Text, ed. Royal Skousen [New Haven: Yale University Press, 2009], págs. xv–xix.)
  10. John A. Tvedtnes, “Hebraisms in the Book of Mormon” y “Names of People: Book of Mormon”, en Geoffrey Kahn, ed., Encyclopedia of Hebrew Language and Linguistics (Brill Online, 2013); M. Deloy Pack, “Hebraisms,” en Book of Mormon Reference Companion, ed. Dennis L. Largey (Salt Lake City: Deseret Book, 2003), págs. 321–325; John A. Tvedtnes, “The Hebrew Background of the Book of Mormon”, en John L. Sorenson y Melvin J. Thorne, ed., (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1991), págs. 77–91; Donald W. Parry, “Hebraisms and Other Ancient Peculiarities in the Book of Mormon”, en Donald W. Parry and others, ed., Rediscovering the Book of Mormon (Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2002), págs. 155–189.Echoes and Evidences of the Book of Mormon
  11. Con respecto al papel desempeñado por el tipógrafo, John Gilbert, véase Royal Skousen, “John Gilbert’s 1892 Account of the 1830 Printing of the Book of Mormon”, en Stephen D. Ricks y otros, ed., The Disciple as Witness: Essays on Latter-day Saint History and Doctrine in Honor of Richard Lloyd Anderson (Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2000), págs. 383–405.
  12. Algunas construcciones gramaticales que resultan extrañas para los anglófonos fueron modificadas en ediciones posteriores del Libro de Mormón por José Smith u otras personas, para que la traducción se ajustara más al inglés estándar actual. Véase Richard E. Turley Jr. y William W. Slaughter, How We Got the Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book, 2011), págs. 44–45. Aproximadamente, la tipografía de cinco sextas partes de la primera edición del Libro de Mormón de 1830 se hizo a partir del manuscrito del impresor. La tipografía de la sexta parte restante se hizo a partir del manuscrito original. (Royal Skousen, “Editor’s Preface”, en The Book of Mormon: The Earliest Text, pág. xxx.)
  13. 1 Reyes 19:11–12.
  14. Hechos 9:1–8; 12:7–9.
  15. Hechos 11:4–17; 16:9–10; Éxodo 28:30; Levítico 8:8; Números 21:9.
  16. Michael Hubbard MacKay, Gerrit J. Dirkmaat, Grand Underwood, Robert J. Woodford y William G. Hartley, ed., Documents, Volume 1: July 1828–June 1831, tomo I de la serie “Documents” de Los documentos de José Smith, edición de Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin, Richard Lyman Bushman y and Matthew J. Grow (Salt Lake City: Prensa del historiador de la Iglesia, 2013), pág. xxix.
  17. Mosíah 28:14–15, 20; véase también Mosíah 8:13, 19; y Éter 4:5. Parece ser que José Smith utilizó indistintamente los términos “intérpretes” y “lentes” durante los primeros años de la Iglesia. Nancy Towle, una predicadora metodista itinerante, relató que José Smith le habló de “un par de ‘intérpretes’ (tal y como él los llamaba) que parecían unas lentes, y que al mirar por ellos podía leer lo que estaba grabado en las planchas, aunque estaba escrito en una lengua desconocida por él”. (Nancy Towle, Vicissitudes Illustrated in the Experience of Nancy Towle, in Europe and America [Charleston: James L. Burges, 1832], págs. 138-139.) En la historia de José de 1832 se mencionan unas “lentes”. (Joseph Smith History [Historia de José Smith], en torno al verano de 1832, en Joseph Smith Histories, pág. 16.) En enero de 1833, el periódico de los Santos de los Últimos Días, The Evening and the Morning Star, editado por William W. Phelps, equiparó “lentes” e “intérpretes” con el término “Urim y Tumim”: el Libro de Mormón “fue traducido por el don y el poder de Dios, por un hombre inculto, con la ayuda de un par de intérpretes, o lentes (conocidos quizás en la antigüedad como terafín, o Urim y Tumim)”. (“The Book of Mormon”, The Evening and the Morning Star, enero de 1833, pág. [2].) Hacia 1835, José Smith utilizaba sobre todo el término “Urim y Tumim” cuando hablaba de la traducción y muy rara vez, si es que alguna vez lo hizo, utilizó los términos “intérpretes” o “lentes”. (Diario de José Smith, 9-11 de noviembre de 1835, en Journals: Volume 1: 1832-1839, pág. 89; Joseph Smith, History, 1834-1836, en Davidson et al., Histories, Volume 1, pág. 116; John W. Welch, “The Miraculous Translation of the Book of Mormon”, en John W. Welch, ed., con Erick B. Carlson, [Provo, UT, y Salt Lake City: Prensa de la Universidad Brigham Young y Deseret Book, 2005], págs. 123-128.)Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844
  18. Es probable que José Smith tuviera más de una piedra vidente. Parece ser que encontró una de las piedras mientras cavaba un pozo por el año 1822. (Richard L. Bushman, Joseph Smith and the Beginnings of Mormonism [Urbana: University of Chicago Press, 1984], págs. 69–70.)
  19. Según Martin Harris, un ángel mandó a José Smith que abandonara esas actividades; José lo hizo por el año 1826. (Véase Bushman, Joseph Smith and the Beginnings of Mormonism, págs. 64–76; y Richard Lloyd Anderson, “The Mature Joseph Smith and Treasure Searching”, BYU Studies 24, nº 4 [otoño de 1984]: págs. 489–560.) José no ocultó su participación en la búsqueda de tesoros durante esos primeros años, algo que era bien sabido. En 1838 publicó respuestas a preguntas que se le planteaban con frecuencia. Una de las preguntas era: “¿No fue “Jo” Smith un buscador de dinero?”. “Sí”, contestó José, “pero nunca fue un trabajo demasiado provechoso para él, ya que sólo consiguió catorce dólares al mes por ello”. (Selecciones de Elders’ Journal, julio de 1838, pág. 43, disponible en josephsmithpapers.org.) Para obtener información sobre un contexto cultural más amplio, véase Alan Taylor, “The Early Republic’s Supernatural Economy: Treasure Seeking in the American Northeast, 1780–1830”, American Quarterly 38, nº 1 (primavera de 1986), págs. 6–33.
  20. Mark Ashurst-McGee, “A Pathway to Prophethood: Joseph Smith Junior as Rodsman, Village Seer, and Judeo-Christian Prophet”, (tesis de maestría, Universidad del Estado de Utah, 2000).
  21. Por ejemplo, cuando José Smith mostró una piedra vidente a Wilford Woodruff a finales de 1841, Woodruff escribió en su diario lo siguiente: “He tenido el privilegio de ver, por primera vez en mi vida, el URIM Y TUMIM”. (Diario de Wilford Woodruff, 27 de diciembre de 1841, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.) Véase también Doctrina y Convenios 130:10.
  22. Cornelius Van Dam, The Urim and Thummim: A Means of Revelation in Ancient Israel (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1997), págs. 9–26.
  23. Éxodo 7:9-12; 30:25; 40:9; Levítico 8:10-12; Números 21:9; Josué 3:6-8; Juan 9:6.
  24. Prefacio del Libro de Mormón, edición de 1830.
  25. Acta, conferencia de la Iglesia, Orange, Ohio, 25 y 26 de octubre de 1831, en el Libro de actas 2, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, disponible en josephsmithpapers.org; Welch, “Miraculous Translation”, págs. 121–129.
  26. Prácticamente todos los relatos sobre el proceso de traducción se reproducen en Welch, “Miraculous Translation”. Dos de los relatos sobre el proceso de traducción, que incluyen el uso de una piedra vidente, han sido escritos por miembros del Quórum de los Doce Apóstoles y se han publicado en revistas de la Iglesia. También hay historiadores que han escrito sobre la piedra vidente en las publicaciones de la Iglesia, tanto en la revista Ensign como en The Joseph Smith Papers. (Véase Neal A. Maxwell, “By the Gift and Power of God”, Ensign, enero de 1997, págs. 36–41; Russell M. Nelson, “A Treasured Testament”, Ensign, julio de 1993, págs. 61–63; Richard Lloyd Anderson, “‘By the Gift and Power of God’”, septiembre de 1977, págs. 78–85; y Ensign, págs. xxix–xxxii.)Documents, Volume 1: July 1828–June 1831,
  27. Alma 37:23-24.
  28. “Last Testimony of Sister Emma”, Saints’ Herald 26 (1 de octubre de 1879), págs. 289–290. Algunos relatos externos describen que las lentes se colocaban en el sombrero durante el proceso de traducción. Un periódico de Palmyra publicó el primer relato conocido sobre la traducción en agosto de 1829: Jonathan Hadley, un impresor de Palmyra que podría haber hablado con José Smith sobre la traducción, afirmó que las planchas se encontraron con un “enorme par de lentes” y que “al colocar las lentes en un sombrero y mirar por ellas, Smith podía (al menos eso fue lo que dijo) interpretar esos caracteres”. (“Golden Bible”, Palmyra Freeman, 11 de agosto de 1829, pág. [2].) En el invierno de 1831, en Union Village, Ohio, un miembro de los tembladores habló de “dos piedras transparentes con forma de lentes”, a través de las cuales el traductor “miraba los grabados; después ponía su rostro en un sombrero y la interpretación fluía a su mente”. (Christian Goodwillie, “Shaker Richard McNemar: The Earliest Book of Mormon Reviewer”, Journal of Mormon History 37, nº 2 [primavera de 2011], pág. 143.)
  29. “Last Testimony of Sister Emma”, págs. 289–290.
  30. “One of the Three Witnesses”, Deseret Evening News, 13 de diciembre de 1881, pág. 4. Martin Harris utiliza aquí el término “Urim y Tumim” para referirse a los intérpretes que se hallaron con las planchas.
  31. A. W. B., “Mormonites”, Evangelical Magazine and Gospel Advocate 2 (19 de abril de 1831), pág. 120.
  32. Goodwillie, “Shaker Richard McNemar”, pág. 143. Para obtener más información sobre otros relatos de uno de los Tres Testigos sobre la traducción, véase David Whitmer Interviews: A Restoration Witness, ed. Lyndon W. Cook (Orem, UT: Grandin Book, 1991).
  33. Joseph Smith History [Historia de José Smith], en torno al verano de 1832, pág. 1, en Histories, Volume 1, 1832–1844, pág. 10; disponible en josephsmithpapers.org. Ortografía modernizada.
  34. Moroni 10:3–5.
La Iglesia reconoce la contribución de eruditos al contenido histórico presentado en este artículo. Sus obras se han usado con autorización.

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