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13 diciembre 2007

El valle de lemuel y el Rio de Laman

Otro viejo argumento para atacar el Libro de Mormón siempre fue la geografía Arábiga que describía. Pero qué sorpresa cuando se fueron haciendo diferentes descubrimientos que sólo confirmaron la veracidad del Libro de Mormón

Francisco J. Ruiz de Mendoza
Universidad de La Rioja






EL VALLE DE LEMUEL Y EL RÍO LAMÁN

En el capítulo 2 del primer libro de Nefi, en el Libro de Mormón, se relata la primera parte del éxodo de la familia de Lehi, su huida, relativamente precipitada, de Jerusalén hacia zonas deshabitadas y, suponemos, donde la familia pudiera estar a salvo de posibles perseguidores que deseaban quitar la vida a Lehi. Según el relato, Lehi y los suyos descendieron “por los contornos de las playas del mar Rojo” y viajaron por el desierto “por los lados que están más próximos a este mar”, durante tres días (1 Nefi 2: 5). Entonces encontraron un valle situado a la orilla de un río que fluía constantemente e iba a desembocar (“desaguaba”) en el Mar Rojo (1 Nefi 2: 6, 8-9). Se ha especulado mucho acerca de la posible localización de este valle y río, especialmente porque comúnmente se ha venido aceptando -también en la época de José Smith- que en Arabia no existen ríos con caudal permanente (cf. Brown, 2002: 60). De hecho, si el Libro de Mormón hubiera sido escrito de manera fraudulenta por José Smith o alguno de sus contemporáneos, la referencia al valle y al río a tres días de distancia al sur de Jerusalén, con los conocimientos del momento, no era una opción nada inteligente.

Hoy en día se han identificado varios parajes que se adecúan, de una forma u otra, a lo descrito por Nefi en relación con su primer lugar de campamento. Uno de ellos es el Valle del Buen Nombre, con un río de caudal permanente que atraviesa las montañas de granito de la orilla oriental del Golfo de Aqaba, a unos cien kilómetros al sur de Aqaba, y que, a pesar de que actualmente se extrae un volumen importante de agua del mismo, todavía llega prácticamente a la orilla del Mar Rojo.

El valle es impresionante, por lo escarpado de su relieve, lo que dota de mayor contenido a las palabras de Lehi cuando le dijo a su hijo Lemuel: “¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor”. Las mismas palabras habrían carecido de impacto para Lemuel en un paisaje menos impresionante. Pero aún hay algún detalle adicional muy significativo. Tengamos en cuenta, un versículo antes, las palabras de Lehi a su hijo Lamán: “¡Oh, si fueras semejante a este río, fluyendo continuamente en la fuente de toda justicia!”. El lector de los dos primeros capítulos del primer libro de Nefi, al llegar a ambos versículos no puede sino quedarse un tanto extrañado. ¿Por qué Lehi usa este tipo de lenguaje figurado? ¿Por qué pone el nombre de sus hijos mayores, Lamán y Lemuel, al valle y al río respectivamente?

La segunda pregunta se nos aclara más adelante, en el versículo 11: “Esto habló por causa de la dureza de cerviz de Lamán y Lemuel; pues he aquí, murmuraban contra su padre en muchas cosas, que era visionario, y los había sacado de Jerusalén, abandonando la tierra de su herencia, y su oro, y su plata y objetos preciosos, para perecer en el desierto [...]”. Evidentemente, Lehi estaba sumamente preocupado por la ínfima sensibilidad espiritual de sus dos hijos mayores, comparable a la de los judíos que buscaban matarle, y se esforzaba por encontrar la mejor forma de dejarles una impresión espiritual duradera, como se hace patente en un comentario posterior de Nefi (v. 14): “Y aconteció que mi padre les habló en el valle de Lemuel con poder, pues estaba lleno del Espíritu, al grado de que sus cuerpos temblaron delante de él, y los confundió, de modo que no osaron hablar contra él [...]”. Este comentario nos lleva a la primera pregunta, por qué Lehi usa lenguaje figurado y, en relación con este interrogante, por qué pone al río el nombre de Lamán y al valle el nombre de Lemuel.

En mi opinión, la respuesta tiene que ver con dos hechos: uno, la antigua costumbre de poner nombres nuevos a lugares que adquirieran algún significado especial, aun a sabiendas de que el nombre se perdería, como ya advirtiera Hugh Nibley en su obra Lehi in the Desert (p. 75-76), costumbre que muy difícilmente podía conocer José Smith; dos, el fuerte valor significativo de la forma de lenguaje figurado escogida por Lehi en esta ocasión, la de un símil basado en una vivencia específica de la familia (la presencia de un accidente orográfico imponente) que, además, incorporaba, como ya notara John Tvedtnes (1986: 64), un interesante juego de palabras que difícilmente se le pudo haber ocurrido a José Smith. En efecto, una de las palabras que se utilizan en hebreo para designar un río es nahar, cuya raíz (verbal) significa “fluir”; por otra parte, la palabra hebrea ‘eytan, correspondiente a 'valle', es también un adjetivo que significa 'perenne, duradero, firme'. Si Lehi escogió estos términos a propósito, “río” y “fluyendo”, del versículo 9, y “valle” y “firme, constante, e inmutable”, del versículo 10, son en el fondo palabras de la misma raíz, con lo que al juego conceptual provocado por el símil situacional se une, potenciándolo, un importante juego fónico.

08 diciembre 2007

Señales del nacimiento de Cristo (video)


Este video fue producido por miembros de la Estaca Chillán, Chile y cuenta el relato transmitido de generación en generación al interior pueblo Mapuche, pueblo originario que habitó gran parte del centro y sur de Chile, a partir del conocimiento que sus antepasados tenían sobre una noche en que no hubo obscuridad.

Este hecho corresponde a una de las señales del nacimiento de Cristo, mencionada en El Libro de Mormón, en 3 Nefi 1: 15 y 19. Señal que además había sido profetizada con anticipación por Samuel el Lamanita.
15 Y aconteció que se cumplieron las palabras que se dieron a Nefi, tal como fueron dichas; porque he aquí, a la puesta del sol, no hubo obscuridad; y el pueblo empezó a asombrarse porque no hubo obscuridad al caer la noche.
19 Y sucedió que no hubo obscuridad durante toda esa noche, sino que estuvo tan claro como si fuese mediodía. Y aconteció que en la mañana el sol salió de nuevo, según su orden natural; y entendieron que ese era el día en que había de nacer el Señor, por motivo de la señal que se había dado.
Destacamos quer el personaje protagónico de este video es un mapuche auténtico, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El Códice Grolier



Esta es una imagen del mencionado Códice Grolier, un Códice es algo asi como un conjunto de escritos antiguos, bueno si hacemos una analogia comparando este códice con el libro de mormón, obtendremos una lección.


El Códice Grolier nos da una lección de sensatez

Basado en investigaciones realizadas por John L. Sorenson y John W. Welch.
Traducido por Estrella La Font Díaz

La historia de cómo se autentificó el Códice Grolier hace veinticinco años todavía nos enseña algunas lecciones valiosas en cuanto a los peligros de sacar conclusiones precipitadas así como sobre los problemas de poner calificativos, aun cuando los eruditos implicados ya no mantienen sus posturas originales. Según ha sido tratado recientemente por John L. Sorenson, el descubrimiento de manuscritos antiguos es un tema delicado que, para algunos, puede resultar inquietante1.

En 1971, se descubrió en el sur de México lo que parecía ser un antiguo códice mesoamericano. Se afirmó que procedía de "arqueología no autorizada" (la mayoría de los arqueólogos lo llamarían pillaje). Los expertos en Mesoamérica lo tacharon de falso sin dedicarle mucha atención o ninguna. Michael D. Coe fue uno de los que más defendió la autenticidad del documento, que finalmente recibió el nombre de "Códice Grolier"2. El afamado experto en temas mayas, Sir J. E. S. Thompson, jugó un papel primordial en contra de esta tesis3.

En 1992, Coe dijo sobre Thompson que éste había "ignor[ado] el argumento principal al centrarse en detalles que, según él pensaba, le ofrecían mayores posibilidades de dar una estocada maestra"4. Thompson, por su parte, había criticado a Yuri Knorosov, el lingüista soviético que ha sido reconocido por muchos como el principal artífice del desciframiento de los jeroglíficos mayas. Thompson consideró que la postura de Knorosov era absolutamente insostenible y tildó el trabajo del ruso de "patraña marxista".

En general, hoy en día, se reconoce la autenticidad del Códice Grolier, basándose en las características del propio documento y no en la forma, poco ortodoxa, en que fue descubierto. Tras haber quedado plenamente demostrada su autenticidad, Coe cree que si el Códice Grolier hubiera tenido un origen menos cargado de prejuicios, "habría [sido] aceptado como genuino hasta por el más reticente de los eruditos"5.

Los que habían asegurado que el Códice Grolier era falso cometieron al menos cinco errores, los mismos que suelen cometer los críticos del Libro de Mormón:

(1) Permitieron que la aparición poco convencional del códice prejuzgara el caso. Al igual que Thompson, quien hizo gala de un escepticismo dogmático desde el principio, muchos han descartado, de manera conminatoria, que se pueda dar tratamiento científico al Libro de Mormón.

(2) Además, los que se opusieron al Códice Grolier lo descartaron sin examinarlo con detalle. De manera similar, como una vez informó Thomas O'Dea, "el Libro de Mormón no ha sido considerado, en general, como uno de esos libros que deban leerse para poderse formar una opinión sobre el mismo"6.

(3) Los que juzgaron erróneamente el Códice Grolier sacaron poco beneficio de su estrechez de mente. Actuaron de forma irreflexiva, basándose en opiniones que habían dejado que se consolidaran, hacía mucho tiempo, en un cemento intelectual de su propia hechura.

(4) Cuando los que estaban en contra del Códice Grolier dedicaron tiempo a examinarlo, decidieron cargar contra pequeños detalles, los cuales ofrecían blancos más fáciles que las características principales de aquél complejo documento. Esto nos recuerda la actitud de Alexander Campbell, quien se deleitaba hasta la saciedad señalando, de manera quisquillosa, los pequeños desatinos gramaticales que encontró en la primera edición del Libro de Mormón7.

(5) Finalmente, si todo lo demás falla, el crítico siempre puede acudir a los calificativos. En estos casos, la lección se vuelve particularmente lamentable, ya que incluso un erudito tan responsable como el propio Coe, en cierta ocasión, se refirió al Libro de Mormón en términos despectivos8. Hacer esto es igual de poco afortunado y de improcedente tanto si se trata de juzgar el Libro de Mormón como si se está tachando de "marxista" la labor de erudición de Knorosov con el fin de empañarla. El uso de semejantes calificativos le permite a uno evitar el penoso trabajo de investigación seria que debería realizarse antes de emitir un juicio en cuanto a la autenticidad de cualquier texto que pudiera ser antiguo.

Algún día aflorará la verdad en lo que respecta a la autenticidad del Libro de Mormón. Hasta ese momento, las insinuaciones despectivas y el trabajo de investigación descuidado no hacen ningún bien a nadie.

NOTAS
1. John L. Sorenson, "The Book of Mormon as a Mesoamerican Record", en Book of Mormon Authorship Revisited, ed. Noel B. Reynolds (1997), 484-6.

2. Véase Michael D. Coe, Breaking the Maya Code (1992), 227-9-

3. J. E. S. Thompson, reseña de The Maya Scribe and His World, de Michael D. Coe, The Book Collector 26(1976): 64-75.

4. Coe, Breaking the Maya Code, 229.

5. Ibíd.

6. Thomas F. O'Dea, The Mormons (1957), 26.

7. Alexander Campell, "Delusions", Millennial Harbinger (10 febrero 1831): 85-97.

8. Michael D. Coe, "Mormons and Archaeology: An Outside View", Dialogue 8/2 (1973): 40-

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