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27 noviembre 2007

El maldecir a un litigante para que quede mudo






El maldecir a un litigante para que quede mudo
Basado en investigaciones realizadas por John W. WelchTraducido por Estrella La Font Díaz

La maldición que Alma pronunció sobre Korihor, "En el nombre de Dios quedarás mudo de modo que no podrás expresarte más" (Alma 30: 49), presenta similitudes con una antigua práctica griega consistente en maldecir a un litigante para que quedara mudo. Cuando la maldición se hizo efectiva, la falta de aprobación divina se hizo tan patente que Korihor no tuvo más remedio que abandonar su litigio. Las maldiciones de este tipo eran comunes en el antiguo mundo mediterráneo, sobre todo en el ámbito legal. En décadas recientes, se han hallado más de cien maleficios hechos con el fin de refrenar a otros -maldiciones inscritas sobre pequeñas láminas de plomo, plegadas y atravesadas con un clavo- en tumbas, templos y más concretamente en pozos cercanos a los palacios de justicia, donde se colocaban con la esperanza de que una deidad del mundo subterráneo los recibiera y ejecutara. Se conoce este tipo de sortilegios con el nombre de defixiones debido a que se pretendía que sus palabras y poderes sirvieran para frenar o poner trabas (latín "defigo") a un oponente. En la antigua Grecia, podían ser objeto de estos maleficios los rivales en el comercio, en las competiciones atléticas, en el amor, o los adversarios en un litigio. La mayor parte de los maleficios griegos de este tipo tienen relación con algún litigio, y existen sesenta y siete defixiones diferentes que invocan maldiciones sobre adversarios legales. El más antiguo de estos maleficios se remonta al siglo V a. C. En once de ellos se pide a los dioses que trabe la lengua del adversario con el fin de que pierda el pleito. Hay pruebas que sugieren que en algunas ocasiones las maldiciones parecían cumplirse. Por ejemplo, una estela (losa de piedra con inscripciones) del siglo III a. C., procedente de la isla griega de Delos, expresa la gratitud de un litigante victorioso que creía que había recibido ayuda de un dios en el juicio: "Porque sujetaste a los hombres pecaminosos que habían dispuesto el pleito, acallando en secreto la lengua dentro de sus bocas, de forma que nadie pudo oír de ella [la lengua] palabra o acusación alguna, que son las compañeras de un juicio. Sino que más bien, como resultó de acuerdo con la divina providencia, se confesaron ser como estatuas o piedras heridas por un dios". El que Korihor se quedara sin habla y, hasta cierto punto, el aturdimiento de Sherem, eran precisamente el tipo de señales o freno que la gente del antiguo mundo mediterráneo esperaba que un dios manifestara, en el marco de un juicio, cuando se presentaban acusaciones falsas o se utilizaban estratagemas injustas que situaban al oponente en clara desventaja. Los litigantes que habían quedado en evidencia a menudo erigían estelas con su confesión. Las inscripciones, según parece, constituían "una confesión de culpa, a la que el autor se ha visto forzado por la intervención punitiva de una deidad, que a menudo se manifestaba en forma de enfermedad o accidente". Con la esperanza de apaciguar al dios ofendido, el litigante castigado inscribía en la estela una declaración efectuando una clara profesión de su fe -recién admitida- en la deidad y advertía a otros que no desdeñaran a los dioses. Los juicios de Sherem y Korihor muestran esta misma tendencia a la confesión. Sherem se retractó de sus enseñanzas públicas, confesó la veracidad del dios que había intervenido en su contra, admitió su error y expresó su preocupación de que nunca lograra apaciguar a dicho dios (véase Jacob 7: 17-19). La confesión de Korihor reconoció el poder de Dios, probablemente para dar seguridad, a las personas de Zarahemla que estuvieran preocupadas, de que la maldición no afligiría a nadie más, así como para terminar la disputa (véase Alma 30: 51). Tales reacciones son similares a las de otras personas del mundo antiguo cuya perfidia judicial había quedado en evidencia y había sido anulada gracias a la intervención de un dios como respuesta a la maldición, lanzada para ponerles freno, de un litigante acosado.

19 noviembre 2007

Judíos en América



Por Javier Garcia Blanco

Los libros de historia no dejan lugar a la discusión: el primero en descubrir el continente americano fue Cristóbal Colón en 1492. Sin embargo, una serie de historiadores, arqueólogos y antropólogos "heterodoxos" aseguran que Colón no fue el primero, sino más bien todo lo contrario. Apoyándose en diversas evidencias arqueológicas proponen que algunos pueblos de la antigüedad -entre ellos los judíos- llegaron antes al Nuevo Mundo.

Corría el año 1947. Tan sólo habían transcurrido dos años desde el final de la 2ª Guerra Mundial cuando el explorador Thor Heyerdahl decidió demostrar al mundo entero que su teoría no era sólo una idea descabellada. Heyerdahl pretendía probar que antiguos habitantes del Perú habían podido entrar en contacto -a pesar de la gran distancia que los separaba- con pobladores de Polinesia. Así, construyó una rudimentaria balsa a la que bautizó como Kon-Tiki y partió del puerto de Callio (Perú) acompañado por cinco compañeros. El viaje fue largo y duro, pero tras 8.000 Km y 101 días, Heyerdahl y sus acompañantes lograron su objetivo.

En la actualidad, diversos estudiosos toman la hazaña de Heyerdal como referencia para plantear una polémica hipótesis: ¿llegaron a América pueblos de la antigüedad antes que Cristóbal Colón? Entre los historiadores "oficiales" parece existir una gran aversión a aceptar esta idea. El que pobladores de antiguas civilizaciones mediterráneas tuvieran la sufienciente sofistificación técnica y marítima para cruzar el atlántico es considerado como algo totalmente absurdo. Sin embargo, si tomamos en cuenta la proeza de Heyerdahl, parecen abrirse algunas puertas a esta posibilidad: desde el estrecho de Gibraltar hasta las costas de América central existe una distancia de 7.000 Km, casi mil kilómetros menos que los recorridos por el audaz explorador en 1947.

Un misterio grabado en la roca

Aunque la mayor parte de los estudiosos rechazan la idea de un "descubrimiento" antes de Colón, existen algunas notables y honrosas excepciones. Ese es el caso del Dr. Cyrus Gordon, prestigioso historiador de antiguas civilizaciones que defiende la posibilidad de que antiguos pueblos del viejo continente -entre ellos los judíos- podrían haber llegado el Nuevo Mundo. Gordon no es el único; otros estudiosos defienden ideas parecidas. Y al parecer, es posible que tengan bastante razón. A lo largo de los últimos dos siglos diversas piezas arqueológicas halladas en distintos lugares del continente parecen confirmar sus teorías.

Una de estas piezas, quizá una de las más importantes y destacadas, se encuentra al sur de Alburquerque (Nuevo México) en un pequeño pueblo llamado Los Lunas. En las cercanías de esta localidad norteamericana existe una montaña conocida como Mystery Mountain (la montaña del misterio) entre los habitantes del lugar. Fue precisamente a los pies de esta pequeña montaña donde se encontró una roca "decorada" con una serie de extrañas inscripciones. Dichos restos de escritura han sido catalogados por algunos arqueólogos como muestras de escritura paleo-hebrea que recogen una versión condensada y resumida del decalogo o Diez Mandamientos. Una de las personas que más y mejor ha estudiado la roca de Los Lunas es el profesor Frank Hibben, un historiador local y arqueólogo de laUniversidad de Nuevo México. Tras exaustivos estudios y análisis, Hibben está convencido de que se trata de una inscripción auténtica, realizada por antiguos judíos que llegaron hasta Nuevo México siglos antes de que lo hicieran los españoles.

Hibben asegura que vio la inscripción por primera vez en 1933, aunque la suciedad y la pátina hacían muy difícil una lectura y observación detallada. Además, Hibben fue acompañado hasta ese lugar por un guía local, quien ya había visto la misteriosa roca cuando era un niño, en la década de 1880. Estos testimonios refuerzan la posibilidad de que la pieza sea auténtica, ya que los estudios y
conocimientos sobre escritura paleo-hebrea eran casi nulos a finales del siglo XIX, lo que echaría por tierra la teoría de una falsificación en tiempos recientes.

A todas estas circunstancias hay que añadir que la roca con las inscripciones está situada en una zona de la montaña rica en restos petroglíficos. Otro investigador, David Deal, descubrió un curioso e interesante dibujo en uno de estos petroglífos. Al parecer el grabado representaba una especie de mapa astronómico en el que se pueden ver representadas la posición de planetas y constelaciones en el transcurso de un eclipse de Sol. Tras varios análisis, Deal determinó que aquel eclipse había tenido lugar el 15 de septiembre del 107 a.C., curiosamente una fecha que coincidía con una importante fiesta judía.

Las tablas de la Ley en Ohio

Aunque podría parecer que la enigmática roca encontrada en Los Lunas no deja de ser una molesta anomalía para los historiadores ortodoxos, ésta no es la única pieza de este tipo hallada en suelo americano.

En 1860 David Wyrick, un vecino de Newark (Ohio) encontró una piedra con unas inscripciones ilegibles en un monte situado a escasos kilómetros de su ciudad. La piedra estaba tallada en todas sus caras -y al igual que en el caso de Los Lunas- los investigadores han descifrado en las inscripciones una versión reducida de los Diez Mandamientos. Además de los restos de escritura, en la parte frontal de la pieza aparece representada una figura humana provista de barba y que los estudiosos han identificado con una representación de Moisés y las tablas de la ley. Algunos historiadores, como David Deal y James Trimm aseguran que la piedra fue una pieza judía de la época del segundo templo, mientras que el Dr. Gordon defiende que se trata en realidad de una mezuzah samaritana. Sea como fuere, ambas posibilidades supondrían un fuerte apoyo a la teoría de la presencia de judíos en el continente americano. Siempre y cuando la pieza fuese auténtica...

Un hecho que ha sembrado la duda es que Wyrick ya había encontrado una pieza de similares características tan sólo unos meses antes, en junio de ese mismo año. La pieza, una piedra en forma de punta de flecha, es popularmente conocida como Keystone y presenta también inscripciones que se corresponderían con el hebreo utilizado hacia el 200-100 a.C. Los arqueólogos más escépticos han considerado falsas ambas piezas, argumentando que parecía demasiada casualidad que una misma persona encontrase dos piezas tan similares en ese pequeño espacio de tiempo. Según ellos, el fraude habría sido cometido por el propio Wyrick. Sin embargo, existe un hecho que parece desechar esa posibilidad.

Un año después de los hallazgos, en 1861, Wyrick publicó un panfleto en el que reproducía las inscripciones. De 256 letras que transcribió, al menos 38 de ellas contenían errores significativos que hacían ilegible el texto. Los defensores de la autenticidad de las piezas apostillan que de haber sido un fraude realizado por Wyrick, no habría cometido tales fallos. En uno de los dibujos, Wyrick reprodujo las letras HWRH YHWH, cuando realmente las inscripciones recogen los siguiente: TWRT YHWH o Torath YHWH, que significa "La Ley de Dios".

Treinta años después de los hallazgos de Wyrick, en 1889, un grupo de personas pertenecientes al Smithsonian´s Mound Survey Project encontraban otra curiosa piedra al este de Tenesse. De nuevo, y como en las anteriores ocasiones, la piedra presentaba una serie de extrañas inscripciones sobre su superficie.

En 1971, el Dr. Cyrus Gordon logró identificar las letras de la piedra como muestras de paleo-hebreo, datadas aproximadamente en torno al primer o segundo siglo d.C. Según el estudio realizado por Gordon, las cinco primeras letras (empezando por la izquierda) tenían una significado bastante claro: LYHWD ("para Judea"). Pero quizá el dato más destacado llegaría algunos años después, en 1988, cuando algunos fragmentos de madera encontrados junto a la piedra fueron sometidos a la prueba del Carbono 14. Los resultados fueron coherentes con la fecha dada para la inscripción: aquellos trozos de madera databan entre el 32 d.C. y el 769 d.C.

Monedas judías... en Kentucky

Pero no todas las piezas que apuntan a una presencia de judíos en América corresponden a piedras grabadas con inscripciones. En 1952, un comerciante de Clay City (Kentucky) llamado Robert Cox encontró una llamativa moneda en un campo cercano al pueblo. Una vez puestas en manos de expertos, las monedas fueron fácilmente catalogadas. El Dr. Ralph Marcus de la Universidad de Chicago la identificó como perteneciente al período de la segunda revuelta de los judíos frente a Roma, hacia el 132-135 d.C. En una de las caras de la moneda aparece representada la fachada del segundo Templo de Salomón, que fue destruido por las tropas romanas durante los enfrentamientos del año 70 d.C. En su reverso, aparece la siguiente leyenda: "Año segundo de la libertad de Israel", que correspondería con el 133 d.C.

A pesar de la aparente importancia del descubrimiento, el análisis realizado por Yaakov Meshorer -un experto en monedas judías- utilizando una fotocopia realizada a una fotografía de la moneda, dictaminó que se trataba de simples réplicas realizadas en el siglo XX, y que habitualmente eran compradas por turistas que visitaban Tierra Santa. Aún así, los defensores de su autenticidad se preguntan como pudo llegar hasta un campo de Kentucky una réplica tan buena de una moneda judía del siglo II de nuestra era. La polémica aún sigue abierta...

Incomodas evidencias

La teoría de que los judíos llegaron a América antes de que lo hiciera Colón no es patrimonio exclusivo del siglo XX. Hace siglos, diversos autores mostraron su convencimiento de la presencia de tribus hebreas en distintos puntos del continente. Para "probar" sus afirmaciones se apoyan, por ejemplo, en las similitudes lingüisticas de las tribus americanas con el idioma utilizado por el pueblo judío. En su obra Compedio y descripción de las Indias Occidentales, el cronista Antonio Vázquez de Espinosa asegura que los otavaleños, antiguo pueblo de Ecuador (ver MÁS ALLÁ nº148) eran descendientes de alguna de las Tribus Perdidas de Israel: "la nación de los Puruaes junto al río Bamba, los de Otabalo y otras provincias del distrito de Quito al padre llaman Abbá, que es vocablo syriaco, del cual usaban los hebreos por haber vivido entre los syrios. Otros innumerables vocablos hay hebreos que por excusar prolijidad no los refiero, que denotan con certeza proceden los indios de las diez Tribus".

Por su parte, el lider judío portugués Menasseh Ben Isarel, en su libro Orígen de los Americanos (1650), citaba 24 libros hebreos y multitud de autores griegos, árabes y latinos para demostrar que las Diez Tribus fueron los primeros pobladores de América. Parece claro que los judíos no fueron los primeros pobladores de América, sin embargo, los datos apuntados por Espinosa o Ben Isarel apoyan otra posibilidad: que los judíos visitaron el continente americano, dejando su huella en los pueblos que poblaron esas tierras tiempo después.

Pese a todo, una cosa parece clara: las evidencias recogidas por historiadores y arqueólogos apuntan a que quizá debamos replantearnos ciertos hechos históricos que hasta ahora parecían innamovibles. Por desgracia, actualmente muchas de las piezas mencionadas y otras similares se conservan escondidas en los fondos de museos repartidos por distintos puntos de América, catalogadas como precolombinas o coloniales y consideradas como incómodas "molestias" de la historia.

El Tetragrammaton, en el decálogo de Los Lunas

Como ya dijimos, las inscripciones grabadas en la piedra de Los Lunas parecen recoger una especie de Decálogo resumido y condensado. Dentro de ese decálogo aparece en varias ocasiones (hasta tres) el llamado Tetragrammaton, vocablo compuesto por las cuatro consonantes hebreas YOD, HE, WAW y HE, y que se refieren al nombre divino. Sólo en el Antiguo Testamento -la parte exclusivamente hebrea de la Biblia- este vocablo aparece recogido en más de 6.800 ocasiones.

La importancia de la presencia del tetragrammaton en esta roca de Nuevo México sería muy grande, ya que de demostrarse su autenticidad, estaríamos ante el ejemplo de tetragrammaton más antiguo de los conservados. Algunos investigadores han comparado el tetragrammaton de Los Lunas con otras representaciones del mismo en diversas inscripciones y escrituras de distintas épocas y las semejanzas resultan más que evidentes.

Además de la ya famosa piedra, existe otra pequeña inscripción encontrada al sur de la Mystery Mountain, realizada sobre una roca que algunos han identificado como un primitivo altar. En ella también se encuentra el tetragrammaton, y en él puede leerse: "Jehová, nuestro Señor".

18 noviembre 2007

NOMBRES EN EL LIBRO DE MORMON


bueno hace tiempo que no publicaba una entrada, mas que nada es porque he dedicado tiempo en temas de trabajo, pero aqui estamos,quiero citar un extracto de el libro "lehi en el Desierto" De Hugh Nibley. aun no le he leido completo por que esto leyendo otro libro es " Anales Sagrados a la Luz de la Historia y la Arqueologia" de Jimmy Guerrero Reynoso , aprendi cosas increibles, el hace una comparacion de los pueblos originales de amierica, Mayas,Zapotecas,Olmecas etc. y los analiza comparandolos con los escrito del Libro de mormon, los voy a citar mas adelante, estoy seguro que se sorprenderan, es un material demasiado bueno, el Libro me lo presto un amigo y a el se lo regalo un Mapuche autentico que por supuesto a el tambien se lo regalaron, yo le digo a jose luis que no rompa la cadena y que me lo regale, pero solo se rie,bueno ahora los dejo con este exelente articulo




Los Hombres de Oriente
Nombres Extraños.
La huella de Egipto estampada en la posteridad de Lehi puede distinguirse
con claridad en los nombres ostentados por ellos y sus descendientes. Los nombres
hebreos y egipcios en conjunto destacan por su mayoría abrumadora y presencia
en cantidades muy similares, lo cual es exactamente lo que uno podría esperar de
la declaración de Mormón en el sentido de que ambos idiomas fueron empleados
por su pueblo (lo que ciertamente no sería el caso si únicamente se hubiera usado
el idioma hebreo), sin embargo, también están presentes elementos Jonios, Hititas y
Arabes. Primeramente, examinemos algunos nombres egipcios, comparando los
nombres anotados en el Libro de Mormón (LM) con sus contrapartes equivalentes
del Mundo Antiguo (MA).1
Aha (LM), hijo de un comandante en jefe nefita.
Aha (MA), nombre del primer faraón egipcio; significa “guerrero” y es un término
común.
Amínadab (LM), misionero nefita durante la época de los jueces.
Amanatabí (MA), jefe de una ciudad cananita bajo el dominio egipcio. El nombre es
egipcio “reformado”.
Ammón (LM), el nombre que con mayor frecuencia aparece en el Libro de Mormón.
Ammón (Amón, Amún), el nombre más común en el imperio egipcio: el gran Dios
universal del imperio.
Ammoní[ah] (LM), nombre de una ciudad nefita.
Ammuni-ra (MA), príncipe de Beirut, ciudad sometida bajo el régimen de gobierno
egipcio. La relación es similar a la que
Camení[ah] (LM), un general nefita, tiene con
Khamuni-ra (MA), nombre Amarna, quizá un símil de Ammuni-ra.2
Cezóram (LM), juez superior nefita.
Chiziri (MA), gobernador egipcio de una ciudad de Siria.
Giddona (BM), a) juez superior que juzgó a Korihor, y b) padre de Amulek.
Dji-dw-na (MA), el nombre egipcio para referirse a Sidón.
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
Gidgiddoni y Gidgiddona (LM), generales nefitas.
Djed-djhwt-iw-f
y Djed-djhwti-iw-s agregando la terminación –ankh (MA), son nombres egipcios
que significan “Dios ha determinado: que él viva,” y “Dios ha determinado: que ella
viva,”, respectivamente.3 Tomando como patrón lo anterior, los dos nombres nefitas
significan “Dios ha determinado: que yo viva,” y “Dios ha determinado: que nosotros
vivamos,” respectivamente.
Giddiani (LM), general y jefe de los ladrones de Gadiantón.
Djhwti-anhki (MA), “Thoth es mi vida”; véase líneas arriba.
Gimgim[no] (LM), ciudad de Gimgim, compárese con la expresión bíblica No-Amón,
“ciudad de Amón.”
Kenkeme (MA), ciudad egipcia, también Kipkip, un asentamiento en Nubia de la
dinastía egipcia.
Hem (LM), hermano del primer Ammón, un explorador nefita.
Hem (MA), significa “siervo”, específicamente siervo de Amón, como en la frase
Hem tp n‘Imn; siervo principal de Amón” usado por los sumos sacerdotes de Tebas.
Helamán (LM), un gran profeta nefita.
Her-amón (MA), “en la presencia de Amón”, muy similar a otro nombre egipcio Heri-
i-her-imn.4 La letra “L” de las lenguas semíticas se escribe como “R” en el idioma
egipcio, ya que este último carece de “L”. De manera inversa, la letra “R” en el
idioma egipcio es considerada como una “L” en los lenguajes de origen semítico.
Himni (LM); un hijo del rey Mosíah.
Hmn (MA), nombre del Dios-Halcón egipcio, símbolo del emperador.
Korihor (LM), un agitador político apresado por el pueblo de Ammón.
Kherihor (en ocasiones escrito como Khuhor, etc.) (MA), el gran sumo sacerdote de
Amón, quien ascendió al trono de Egipto en Tebas alrededor del año 1085 a.C.
Mantí (LM), el nombre de un soldado nefita, una tierra, un cerro y una ciudad.
Manti (MA) es una forma semítica de un nombre egipcio, por ejemplo, Manti-
mankhi, príncipe del alto Egipto alrededor del año 650 a.C. Manti una derivación
idiomática tardía de Month, dios de Hermontis.
Matoni (LM), el discípulo nefita.
Maitena, Mattenos, etc. (MA), dos jueces de la ciudad de Tiro, que en diferentes
épocas llegaron a ser reyes, muy posiblemente bajo el auspicio y dirección egipcias.
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
Moriantón (LM), el nombre de una cuidad nefita y el de su fundador, también la
provincia nefita de Moriántum.
Meriatón y Meriamón (MA), nombres de príncipes egipcios; “Elegido de Atón” y
“Elegido de Amón”, respectivamente.
Nefi (LM), fundador de la nación nefita.
Nehi, Nehri (MA), destacados integrantes de la nobleza egipcia. El nombre de un
capitán egipcio era Nfy. Ya que en el Libro de Mormón en inglés el nombre de Nefi
aparece siempre escrito con “ph”(Nephi), esta forma en el idioma inglés es muy
semejante a Nihp, el nombre original del dios Pa-nepi, el cual, en un principio bien
pudo haber sido Nephi.5
Paanqui (LM), hijo de Pahorán y candidato al asiento judicial.
Paanqui (MA), hijo de Kherihor, a) gran sumo sacerdote de Amón, b) gobernador de
la tierra del sur, conquistador de Egipto y sumo sacerdote de Amón en Tebas.
Pahorán (LM), a) gran juez superior, b) hijo de este mismo juez.
Pa-her-an (MA), embajador de Egipto en Palestina, lugar en donde el nombre ha
sido “reformado” como Pahura; el nombre Pa-her-y en egipcio significa “el Sirio” o
nativo de Asia.
Pacumeni (LM), hijo de Pahorán.
Pakamen (MA), nombre egipcio cuyo significado es “ciego”; al igual que Pamenches
(en griego, Pacomios), nombre de un comandante de la región sur y sumo
sacerdote de Horus.
Pacus (LM), líder revolucionario y usurpador del trono.
Pa.ks y Pach-qs (MA), nombres egipcios. Compárense con Pa-ches-i, “el que
clama.”
Sam (LM), hermano de Nefi.
Sam Tawi (MA), en egipcio “el que unifica a dos tierras,” es un título tomado por el
hermano de Nehri tras alcanzar el trono.
Cezór[am] y Zeezr[om] (LM), un juez inicuo y un abogado entre el pueblo,
respectivamente. El nombre de este último mas tarde sería llevado por una ciudad
nefita.
Zoser, Zeser, etc. (MA), gobernante de la tercera dinastía y uno de los más grandes
e importantes faraones egipcios.
Zemna[ri][ah] (LM), un jefe de la banda de ladrones de Gadiantón.
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
Zmn[ha][re] (MA), nombre egipcio: los mismos elementos lingüísticos del nombre
anteriormente mencionado, solo que en diferente orden –una práctica egipcia
común.
Zeniff (LM), líder de una colonia nefita.
Znb, Snb (MA), elementos frecuentemente empleados en los nombres egipcios, cf.
Senep-ta.
Zenoc (LM), de acuerdo con varios autores del registro nefita, fue un antiguo profeta
en Israel.
Zenekh (MA) nombre egipcio; en otro tiempo propiedad exclusiva de un dios-
serpiente.
Se habrá notado que los nombres comparados rara vez son exactamente
iguales, exceptuando el caso de los monosílabos Sam y Hem. Extrañamente, tal
circunstancia es una sólida confirmación de un origen común, debido a que los
nombres fueron obligados to sufrir algún cambio con el tiempo y la distancia; por lo
tanto, si el parecido fuera perfecto, nos veríamos forzados a atribuirlo, por mas
descabellado que pudiera parecernos, a una simple coincidencia. Debe haber
diferencias; y lo que es mas, tales diferencias no deberían ser incongruentes sino
mostrar tendencias concretas. Esto nos conduce a la cualidad más impresionante
de los nombres del Libro de Mormón.
Tomemos como ejemplo el caso de Ammón. Siendo un nombre tan popular,
se podría esperar que apareciera tanto en nombres compuestos como en solitario, y
con toda seguridad, sería el elemento mas frecuentemente hallado en los nombres
compuestos, tanto en occidente como en Egipto. Pero en nombres compuestos
Amón o Amún sufre una metamorfósis, siempre de acuerdo con una regla general.
En su tratado sobre Gramática Egipcia, Gardiner escribe:
Entre los nombres compuestos existe una categoría sumamente importante
conocida como teóforus, en la que uno de los elementos que integran la
composición es el nombre de una deidad. En las trascripciones greco-romanas
ahora se aplica como regla que cuando el nombre de la deidad se encuentre al
inicio del nombre, este elemento se pronuncie con menor fuerza que cuando
aparezca solo o al final.6
Acto seguido, el autor procede a demostrar que, en algunos casos, Amón o
Amún frecuentemente se convierte en Amén, mientras que en otros su
pronunciación desaparece por completo. Basta considerar los nombres Amínadab,
Aminadí, Amnor, Amnihú, etc. del Libro de Mormón para ver cuán perfectamente
dicha regla tiene su aplicación. Por otra parte, en el nombre Helamán permanece la
pronunciación acentuada, debido a que “el nombre divino” no esta “situado al inicio”
del nombre. En vista que la “L” semítica equivale a una “R” en lengua egipcia (la
cual, no tiene letra L) Helamán necesariamente aparecería en el egipcio “sin
reformar” como el típico nombre egipcio de Heramón.
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
La presencia constante del elemento Mor- en los nombres del Libro de
Mormón concuerda sorprendentemente con el hecho de que en las listas de
nombres egipcios compilados por Liblein y Ranke el elemento Mr junto con Nfr son,
por mucho, los más comunes.
En un artículo publicado en la revista Improvement Era en Abril de 1948, el
autor dirigía su interés a la peculiar tendencia que tienen los nombres del Libro de
Mormón de ser exclusivamente oriundos del Alto Egipto y del sur de Tebas; en esa
ocasión no pudo hallar una explicación satisfactoria a tan extraño fenómeno, pero
ahora la respuesta es muy clara.7 Tras la caída de Jerusalén, muchos de los
contemporáneos de Lehi que lograron escapar huyeron a Egipto, en donde su
principal asentamiento parece haber sido en Elefantina o Yeb, al sur de Tebas. De
hecho, todo parece indicar que la colonización mas importante de Elefantina se
efectuó en esa época y proveniente de Jerusalén.8 ¿Que podría ser entonces mas
natural sino que los refugiados que escaparon de la Jerusalén de Lehi huyendo a
Egipto tuvieran nombres similares a los del Libro de Mormón ya que los integrantes
del grupo de Lehi los habían tomado de la misma fuente?
Una seria objeción para utilizar los nombres del Libro de Mormón como
evidencia filológica no debe quedar sin respuesta. Al tener ante sí tan extrañas
palabras ¿cómo pudo un iletrado José Smith haber sabido como pronunciarlas? y al
escucharlas ¿cómo pudo su escribiente haber sabido como escribirlas?
Recordemos que estos nombres no son traducciones al inglés como el resto del
libro, sino auténticas expresiones propias del idioma nefita. Entre ellas, las
suposiciones del Profeta al pronunciarlos y las suposiciones de Oliverio Cowdery al
escribirlos forzaría a realizar un arduo ejercicio de suposiciones mutuas para
completar exitosamente el proceso. Solo que no había nada que suponer. De
acuerdo con los testimonios de David Whitmer y de Emma Smith publicados en el
diario "The Saints Herald" y facilitados al autor por Preston Nibley, José nunca
pronunciaba los nombres registrados en las planchas; siempre los deletreaba.9 De
modo que no hay duda que su significado es tan preciso y fidedigno como es
posible interpretarlos mediante el uso de nuestro alfabeto.
Sin embargo, Egipto no era lo único. Palestina siempre fue una olla en
ebullición y más aún en la época de Lehi, cuando el Cercano Oriente por entero se
encontraba intensamente involucrado en operaciones comerciales y de tipo bélico.
Listas de nombres de obreros calificados que vivieron en Babilonia tras la caída de
Jerusalén muestran una increíble variedad de tipos.10
Dado que José Smith disponía del Antiguo Testamento, no hay errores al
listar los nombres en hebreo, pero sus variantes en el Libro de Mormón son
sumamente significativas. La fuerte tendencia a terminar en –iah es particularmente
notable, ya que la gran mayoría de nombres hebreos hallados en Laquish finalizan
de la misma forma, lo cual indica que los nombres con el sufijo –iah fueron
sumamente recurrentes en la época de Lehi.11 Los nombres hebreos grabados en
antiguas jarras provenientes de algunas otras partes de Palestina guardan cierta
familiaridad con los hallados en el Libro de Mormón: Serón, Memsat, Zif (L. de M.,
Zif), Méter, Efer, Jalón, Ezer, Méname, Lécah, Amnon (L. de M., Amnor), Zoet, etc.12
y nunca se sospecharía de ellos si fueran insertados en una lista de nombres del
Libro de Mormón. El Libro de Mormón ofrece el tipo correcto para nombres hebreos.
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
Algo verdaderamente sorpresivo es que cierto número de nombres del Libro
de Mormón posiblemente son de origen hitita y algunos de ellos indudablemente lo
son. Así que, mientras Mantí sugiere las voces egipcias Mont, Manti, Menedi, etc. y
el nombre de una ciudad hitita, Manda y un elemento característico de los nombres
Hurrian (mucho de lo hitita es hurrian, como lo ha demostrado el Prof. Goetze) –anti,
-andi, es igualmente común en el Libro de Mormón.13 De la misma manera lo son
Cumeni, Cumen-oni, Kish-kumen (del hitita Kumani, una importante ciudad),
Seántum (del hitita Sandon, Sandas), Akish (del hitita Achish, una denominación
para Chipre), Gadiandi (de una ciudad hitita, Cadianda).14 Su variante egipcia indica
que estos nombres llegaron a la gente de Lehi a través de otras rutas, no
directamente; sin embargo, recientemente se ha demostrado que algunos
contemporáneos de Lehi de cierto renombre eran hititas; los asentamientos y
nombres hititas seguían sobreviviendo sobre la montañosa Judea de su época.15
La presencia de nombres tales como Timoteo y Laconeo en el Libro de
Mormón es estrictamente correcto, sin embargo en primera instancia parecería ser
contradictorio. Ya que al menos en el siglo XIV a.C. Siria y Palestina habían estado
en permanente contacto con el mundo Egeo y que a mediados del siglo VII
mercaderes y mercenarios griegos se encontraban fuertemente ligados a intereses
egipcios (los mercenarios egipcios mas capaces siempre fueron griegos),
diseminados por todo el Cercano Oriente.16 La gente de Lehi, muy aparte de sus
actividades mercantiles, no habría podido evitar un considerable contacto con esta
gente en Egipto y especialmente en Sidón, la cual hasta esos días era alabada por
los poetas griegos como el más grande centro del comercio mundial. Es interesante
anotar que Timoteo es un nombre Jonio, ya que los griegos de Palestina eran jonios
(de ahí el apelativo de “hijos de Javanim”) y –debido a que Laconeo significa “un
Laconiano”- que los mas antiguos mercaderes griegos eran Laconianos con
colonias en Chipre (Akish en el Libro de Mormón) que por supuesto comerciaron
con Palestina.17
El recopilador de estas investigaciones se mostró tremendamente
sorprendido por la ausencia total de nombres Baal en el Libro de Mormón. ¿Qué
desafortunada circunstancia habría intervenido para que los autores del Libro de
Mormón olvidaran incluir por lo menos un nombre que contuviera el elemento Baal,
tan común en los nombres del Antiguo Testamento? Habiendo descubierto, como
pensábamos, que el libro estaba en un error, evitamos criticarlo al momento y de
hecho su reticencia a presentar en sus páginas nombres de Baal --lo que ha sido
asombrosamente justificado en años recientes-- sería una marca condenatoria
contra el libro. Ahora sabemos que el obstinado prejuicio de nuestro texto mostrado
hacia los nombres de Baal es en realidad la actitud correcta, y este descubrimiento,
plantado frente a nuestras preconcepciones y cálculos, debería con toda justicia ser
ponderado como una evidencia de peso a favor de la autenticidad del libro, dado el
supuesto error histórico que sus páginas presentaban.
Sucede que por una u otra razón los judíos a principios del siglo sexto a.C.
no habrían tenido nada que ver con los nombres Baal. Una revisión a las listas de
los nombres de Elefantina muestra que “el cambio de los nombres Baal, por
sustitución, concuerda con la admonición de Oseas en el sentido de que no
deberían ser usados mas por los Israelitas y consecuentemente resulta mas
28

Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
interesante averiguar la forma en que los últimos descubrimientos arqueológicos
confirman al profeta, ya que de los mas de 400 nombres escritos en el papiro de
Elefantina ninguno de ellos esta compuesto por la palabra Baal.”18
Debido a que Elefantina fue ocupada durante mucho tiempo por los Israelitas
que escaparon de Jerusalén posteriormente a su destrucción, sus nombres
deberían mostrar las mismas tendencias que los presentes en el Libro de Mormón.
Sin embargo el traductor del libro quizá por el ejercicio de una astucia sobrehumana
habría sido advertido por Oseas 2:17 a omitir los nombres Baal, ya que el
significado de ese pasaje esta tan lejos de lo obvio que Albright, ya para 1942
encuentra como “muy significativo que los sellos e inscripciones de Judea…tan
numerosas en los siglos séptimo y octavo parece que no contienen nombres Baal
en absoluto.”19 Realmente muy significativo, pero difícilmente mas que la extraña
perspicacia que el Libro de Mormón muestra sobre el particular.
Con respecto a la presencia de algunos nombres de origen árabe en el
Antiguo Testamento, Margoliouth hace notar que, “considerando… que los nombres
registrados son una fracción infinitesimal de la población, tal evidencia resulta
extraordinaria.”20 Esta consideración encuentra aplicación con mucha fuerza en el
Libro de Mormón, en donde los nombres coincidentes con las diversas formas
lingüísticas del Mundo Antiguo representan “solo una fracción infinitesimal” de la
población nefita.

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