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28 noviembre 2007

UNA PEQUEÑA TAREA


cuando leí este parrafo, de verdad me hizo meditar,pense sobre la gran tarea que le fue encomendada a Jose, ademas demuestra en forma clara lo dificil que seria el crear una obra tan monumental, y con todos los avances en descubrimientos que cada dia salen a la luz, solo encuentro una respuesta, El Libro de Mormon es otro TEstamento de Jesucristo.



El texto siguiente se toma de los Trabajos Reunido de Hugh Nibley, Vol.8, Ch.11, Pg.221 - Pg.222:

" Desde que Joseph Smith era más joven que la mayoría de ustedes y no casi tan experimentado o bien-educado como cualquiera de ustedes, en ese momento él registró la propiedad literaria del Libro de mormón, imaginese usted, si alguien le pidiera que presentara a finales del semestre (y tendria más tiempo de lo que jose smith tenía) un escrito, que tenga, de quinientas a seiscientas páginas en tamaño. Llámelo usted un sagrado libro si usted quiere, y déle la forma de una historia. Cuente la historia de una comunidad de judíos errantes en tiempos antiguos;que tenga todas las clases de carácteres en su historia, e involúcrelos en todas las clases de público y las vicisitudes privadas; déles nombres--ciento de ellos--pretendiendo que ellos son hebreo real y los nombres egipcios de hacia 600 b.c.; sea pródigo con los detalles culturales y técnicos--las maneras y costumbres, artes e industrias, instituciones políticas y religiosas, ritos, y tradiciones, incluya mucho tiempo y ejército complicado e historias económicas; tenga su tapa narrativa mil años sin cualquier hueco grande; guarde varios historias locales interrelacionadas que van en seguida; siéntase libre para introducir controversia religiosa y la discusión filosófica, pero siempre en una escena creíble; observe los convencionalismos literarios apropiados y explique la derivación y transmisión de sus materiales históricos variados.
¡" y todo lo anteriormente que no se contradiga nunca entre si ! pero ahora viene la parte dura de esta pequeña asignacion ,¡ usted va a ser exigido que tiene que tener su libro publicado cuando usted lo termine, no como ficción o romance, pero como una verdadera historia! Después de que usted lo ha presentado lo no puede hacer ningun cambio en él (en esta clase nosotros usamos siempre usaremos la primera edición del Libro de mormón); ademas, usted debe invitar a cualquiera y todos los estudiosos a leer y criticar su trabajo libremente, mientras explica a ellos que es un sagrado libro en una equivalencia con la Biblia. ¡Si ellos parecen encima de-escépticos, usted podría decirles que usted tradujo el libro de los archivos del original por la ayuda del Urim y Thummim--ellos amarán eso! Más allá usted podría decirles que los escritos del manuscrito original estaba en los planchas dorados, y que usted recibió las planchas de un ángel. ¡Ahora vaya a trabajar y buena suerte!

27 noviembre 2007

El maldecir a un litigante para que quede mudo






El maldecir a un litigante para que quede mudo
Basado en investigaciones realizadas por John W. WelchTraducido por Estrella La Font Díaz

La maldición que Alma pronunció sobre Korihor, "En el nombre de Dios quedarás mudo de modo que no podrás expresarte más" (Alma 30: 49), presenta similitudes con una antigua práctica griega consistente en maldecir a un litigante para que quedara mudo. Cuando la maldición se hizo efectiva, la falta de aprobación divina se hizo tan patente que Korihor no tuvo más remedio que abandonar su litigio. Las maldiciones de este tipo eran comunes en el antiguo mundo mediterráneo, sobre todo en el ámbito legal. En décadas recientes, se han hallado más de cien maleficios hechos con el fin de refrenar a otros -maldiciones inscritas sobre pequeñas láminas de plomo, plegadas y atravesadas con un clavo- en tumbas, templos y más concretamente en pozos cercanos a los palacios de justicia, donde se colocaban con la esperanza de que una deidad del mundo subterráneo los recibiera y ejecutara. Se conoce este tipo de sortilegios con el nombre de defixiones debido a que se pretendía que sus palabras y poderes sirvieran para frenar o poner trabas (latín "defigo") a un oponente. En la antigua Grecia, podían ser objeto de estos maleficios los rivales en el comercio, en las competiciones atléticas, en el amor, o los adversarios en un litigio. La mayor parte de los maleficios griegos de este tipo tienen relación con algún litigio, y existen sesenta y siete defixiones diferentes que invocan maldiciones sobre adversarios legales. El más antiguo de estos maleficios se remonta al siglo V a. C. En once de ellos se pide a los dioses que trabe la lengua del adversario con el fin de que pierda el pleito. Hay pruebas que sugieren que en algunas ocasiones las maldiciones parecían cumplirse. Por ejemplo, una estela (losa de piedra con inscripciones) del siglo III a. C., procedente de la isla griega de Delos, expresa la gratitud de un litigante victorioso que creía que había recibido ayuda de un dios en el juicio: "Porque sujetaste a los hombres pecaminosos que habían dispuesto el pleito, acallando en secreto la lengua dentro de sus bocas, de forma que nadie pudo oír de ella [la lengua] palabra o acusación alguna, que son las compañeras de un juicio. Sino que más bien, como resultó de acuerdo con la divina providencia, se confesaron ser como estatuas o piedras heridas por un dios". El que Korihor se quedara sin habla y, hasta cierto punto, el aturdimiento de Sherem, eran precisamente el tipo de señales o freno que la gente del antiguo mundo mediterráneo esperaba que un dios manifestara, en el marco de un juicio, cuando se presentaban acusaciones falsas o se utilizaban estratagemas injustas que situaban al oponente en clara desventaja. Los litigantes que habían quedado en evidencia a menudo erigían estelas con su confesión. Las inscripciones, según parece, constituían "una confesión de culpa, a la que el autor se ha visto forzado por la intervención punitiva de una deidad, que a menudo se manifestaba en forma de enfermedad o accidente". Con la esperanza de apaciguar al dios ofendido, el litigante castigado inscribía en la estela una declaración efectuando una clara profesión de su fe -recién admitida- en la deidad y advertía a otros que no desdeñaran a los dioses. Los juicios de Sherem y Korihor muestran esta misma tendencia a la confesión. Sherem se retractó de sus enseñanzas públicas, confesó la veracidad del dios que había intervenido en su contra, admitió su error y expresó su preocupación de que nunca lograra apaciguar a dicho dios (véase Jacob 7: 17-19). La confesión de Korihor reconoció el poder de Dios, probablemente para dar seguridad, a las personas de Zarahemla que estuvieran preocupadas, de que la maldición no afligiría a nadie más, así como para terminar la disputa (véase Alma 30: 51). Tales reacciones son similares a las de otras personas del mundo antiguo cuya perfidia judicial había quedado en evidencia y había sido anulada gracias a la intervención de un dios como respuesta a la maldición, lanzada para ponerles freno, de un litigante acosado.

19 noviembre 2007

Judíos en América



Por Javier Garcia Blanco

Los libros de historia no dejan lugar a la discusión: el primero en descubrir el continente americano fue Cristóbal Colón en 1492. Sin embargo, una serie de historiadores, arqueólogos y antropólogos "heterodoxos" aseguran que Colón no fue el primero, sino más bien todo lo contrario. Apoyándose en diversas evidencias arqueológicas proponen que algunos pueblos de la antigüedad -entre ellos los judíos- llegaron antes al Nuevo Mundo.

Corría el año 1947. Tan sólo habían transcurrido dos años desde el final de la 2ª Guerra Mundial cuando el explorador Thor Heyerdahl decidió demostrar al mundo entero que su teoría no era sólo una idea descabellada. Heyerdahl pretendía probar que antiguos habitantes del Perú habían podido entrar en contacto -a pesar de la gran distancia que los separaba- con pobladores de Polinesia. Así, construyó una rudimentaria balsa a la que bautizó como Kon-Tiki y partió del puerto de Callio (Perú) acompañado por cinco compañeros. El viaje fue largo y duro, pero tras 8.000 Km y 101 días, Heyerdahl y sus acompañantes lograron su objetivo.

En la actualidad, diversos estudiosos toman la hazaña de Heyerdal como referencia para plantear una polémica hipótesis: ¿llegaron a América pueblos de la antigüedad antes que Cristóbal Colón? Entre los historiadores "oficiales" parece existir una gran aversión a aceptar esta idea. El que pobladores de antiguas civilizaciones mediterráneas tuvieran la sufienciente sofistificación técnica y marítima para cruzar el atlántico es considerado como algo totalmente absurdo. Sin embargo, si tomamos en cuenta la proeza de Heyerdahl, parecen abrirse algunas puertas a esta posibilidad: desde el estrecho de Gibraltar hasta las costas de América central existe una distancia de 7.000 Km, casi mil kilómetros menos que los recorridos por el audaz explorador en 1947.

Un misterio grabado en la roca

Aunque la mayor parte de los estudiosos rechazan la idea de un "descubrimiento" antes de Colón, existen algunas notables y honrosas excepciones. Ese es el caso del Dr. Cyrus Gordon, prestigioso historiador de antiguas civilizaciones que defiende la posibilidad de que antiguos pueblos del viejo continente -entre ellos los judíos- podrían haber llegado el Nuevo Mundo. Gordon no es el único; otros estudiosos defienden ideas parecidas. Y al parecer, es posible que tengan bastante razón. A lo largo de los últimos dos siglos diversas piezas arqueológicas halladas en distintos lugares del continente parecen confirmar sus teorías.

Una de estas piezas, quizá una de las más importantes y destacadas, se encuentra al sur de Alburquerque (Nuevo México) en un pequeño pueblo llamado Los Lunas. En las cercanías de esta localidad norteamericana existe una montaña conocida como Mystery Mountain (la montaña del misterio) entre los habitantes del lugar. Fue precisamente a los pies de esta pequeña montaña donde se encontró una roca "decorada" con una serie de extrañas inscripciones. Dichos restos de escritura han sido catalogados por algunos arqueólogos como muestras de escritura paleo-hebrea que recogen una versión condensada y resumida del decalogo o Diez Mandamientos. Una de las personas que más y mejor ha estudiado la roca de Los Lunas es el profesor Frank Hibben, un historiador local y arqueólogo de laUniversidad de Nuevo México. Tras exaustivos estudios y análisis, Hibben está convencido de que se trata de una inscripción auténtica, realizada por antiguos judíos que llegaron hasta Nuevo México siglos antes de que lo hicieran los españoles.

Hibben asegura que vio la inscripción por primera vez en 1933, aunque la suciedad y la pátina hacían muy difícil una lectura y observación detallada. Además, Hibben fue acompañado hasta ese lugar por un guía local, quien ya había visto la misteriosa roca cuando era un niño, en la década de 1880. Estos testimonios refuerzan la posibilidad de que la pieza sea auténtica, ya que los estudios y
conocimientos sobre escritura paleo-hebrea eran casi nulos a finales del siglo XIX, lo que echaría por tierra la teoría de una falsificación en tiempos recientes.

A todas estas circunstancias hay que añadir que la roca con las inscripciones está situada en una zona de la montaña rica en restos petroglíficos. Otro investigador, David Deal, descubrió un curioso e interesante dibujo en uno de estos petroglífos. Al parecer el grabado representaba una especie de mapa astronómico en el que se pueden ver representadas la posición de planetas y constelaciones en el transcurso de un eclipse de Sol. Tras varios análisis, Deal determinó que aquel eclipse había tenido lugar el 15 de septiembre del 107 a.C., curiosamente una fecha que coincidía con una importante fiesta judía.

Las tablas de la Ley en Ohio

Aunque podría parecer que la enigmática roca encontrada en Los Lunas no deja de ser una molesta anomalía para los historiadores ortodoxos, ésta no es la única pieza de este tipo hallada en suelo americano.

En 1860 David Wyrick, un vecino de Newark (Ohio) encontró una piedra con unas inscripciones ilegibles en un monte situado a escasos kilómetros de su ciudad. La piedra estaba tallada en todas sus caras -y al igual que en el caso de Los Lunas- los investigadores han descifrado en las inscripciones una versión reducida de los Diez Mandamientos. Además de los restos de escritura, en la parte frontal de la pieza aparece representada una figura humana provista de barba y que los estudiosos han identificado con una representación de Moisés y las tablas de la ley. Algunos historiadores, como David Deal y James Trimm aseguran que la piedra fue una pieza judía de la época del segundo templo, mientras que el Dr. Gordon defiende que se trata en realidad de una mezuzah samaritana. Sea como fuere, ambas posibilidades supondrían un fuerte apoyo a la teoría de la presencia de judíos en el continente americano. Siempre y cuando la pieza fuese auténtica...

Un hecho que ha sembrado la duda es que Wyrick ya había encontrado una pieza de similares características tan sólo unos meses antes, en junio de ese mismo año. La pieza, una piedra en forma de punta de flecha, es popularmente conocida como Keystone y presenta también inscripciones que se corresponderían con el hebreo utilizado hacia el 200-100 a.C. Los arqueólogos más escépticos han considerado falsas ambas piezas, argumentando que parecía demasiada casualidad que una misma persona encontrase dos piezas tan similares en ese pequeño espacio de tiempo. Según ellos, el fraude habría sido cometido por el propio Wyrick. Sin embargo, existe un hecho que parece desechar esa posibilidad.

Un año después de los hallazgos, en 1861, Wyrick publicó un panfleto en el que reproducía las inscripciones. De 256 letras que transcribió, al menos 38 de ellas contenían errores significativos que hacían ilegible el texto. Los defensores de la autenticidad de las piezas apostillan que de haber sido un fraude realizado por Wyrick, no habría cometido tales fallos. En uno de los dibujos, Wyrick reprodujo las letras HWRH YHWH, cuando realmente las inscripciones recogen los siguiente: TWRT YHWH o Torath YHWH, que significa "La Ley de Dios".

Treinta años después de los hallazgos de Wyrick, en 1889, un grupo de personas pertenecientes al Smithsonian´s Mound Survey Project encontraban otra curiosa piedra al este de Tenesse. De nuevo, y como en las anteriores ocasiones, la piedra presentaba una serie de extrañas inscripciones sobre su superficie.

En 1971, el Dr. Cyrus Gordon logró identificar las letras de la piedra como muestras de paleo-hebreo, datadas aproximadamente en torno al primer o segundo siglo d.C. Según el estudio realizado por Gordon, las cinco primeras letras (empezando por la izquierda) tenían una significado bastante claro: LYHWD ("para Judea"). Pero quizá el dato más destacado llegaría algunos años después, en 1988, cuando algunos fragmentos de madera encontrados junto a la piedra fueron sometidos a la prueba del Carbono 14. Los resultados fueron coherentes con la fecha dada para la inscripción: aquellos trozos de madera databan entre el 32 d.C. y el 769 d.C.

Monedas judías... en Kentucky

Pero no todas las piezas que apuntan a una presencia de judíos en América corresponden a piedras grabadas con inscripciones. En 1952, un comerciante de Clay City (Kentucky) llamado Robert Cox encontró una llamativa moneda en un campo cercano al pueblo. Una vez puestas en manos de expertos, las monedas fueron fácilmente catalogadas. El Dr. Ralph Marcus de la Universidad de Chicago la identificó como perteneciente al período de la segunda revuelta de los judíos frente a Roma, hacia el 132-135 d.C. En una de las caras de la moneda aparece representada la fachada del segundo Templo de Salomón, que fue destruido por las tropas romanas durante los enfrentamientos del año 70 d.C. En su reverso, aparece la siguiente leyenda: "Año segundo de la libertad de Israel", que correspondería con el 133 d.C.

A pesar de la aparente importancia del descubrimiento, el análisis realizado por Yaakov Meshorer -un experto en monedas judías- utilizando una fotocopia realizada a una fotografía de la moneda, dictaminó que se trataba de simples réplicas realizadas en el siglo XX, y que habitualmente eran compradas por turistas que visitaban Tierra Santa. Aún así, los defensores de su autenticidad se preguntan como pudo llegar hasta un campo de Kentucky una réplica tan buena de una moneda judía del siglo II de nuestra era. La polémica aún sigue abierta...

Incomodas evidencias

La teoría de que los judíos llegaron a América antes de que lo hiciera Colón no es patrimonio exclusivo del siglo XX. Hace siglos, diversos autores mostraron su convencimiento de la presencia de tribus hebreas en distintos puntos del continente. Para "probar" sus afirmaciones se apoyan, por ejemplo, en las similitudes lingüisticas de las tribus americanas con el idioma utilizado por el pueblo judío. En su obra Compedio y descripción de las Indias Occidentales, el cronista Antonio Vázquez de Espinosa asegura que los otavaleños, antiguo pueblo de Ecuador (ver MÁS ALLÁ nº148) eran descendientes de alguna de las Tribus Perdidas de Israel: "la nación de los Puruaes junto al río Bamba, los de Otabalo y otras provincias del distrito de Quito al padre llaman Abbá, que es vocablo syriaco, del cual usaban los hebreos por haber vivido entre los syrios. Otros innumerables vocablos hay hebreos que por excusar prolijidad no los refiero, que denotan con certeza proceden los indios de las diez Tribus".

Por su parte, el lider judío portugués Menasseh Ben Isarel, en su libro Orígen de los Americanos (1650), citaba 24 libros hebreos y multitud de autores griegos, árabes y latinos para demostrar que las Diez Tribus fueron los primeros pobladores de América. Parece claro que los judíos no fueron los primeros pobladores de América, sin embargo, los datos apuntados por Espinosa o Ben Isarel apoyan otra posibilidad: que los judíos visitaron el continente americano, dejando su huella en los pueblos que poblaron esas tierras tiempo después.

Pese a todo, una cosa parece clara: las evidencias recogidas por historiadores y arqueólogos apuntan a que quizá debamos replantearnos ciertos hechos históricos que hasta ahora parecían innamovibles. Por desgracia, actualmente muchas de las piezas mencionadas y otras similares se conservan escondidas en los fondos de museos repartidos por distintos puntos de América, catalogadas como precolombinas o coloniales y consideradas como incómodas "molestias" de la historia.

El Tetragrammaton, en el decálogo de Los Lunas

Como ya dijimos, las inscripciones grabadas en la piedra de Los Lunas parecen recoger una especie de Decálogo resumido y condensado. Dentro de ese decálogo aparece en varias ocasiones (hasta tres) el llamado Tetragrammaton, vocablo compuesto por las cuatro consonantes hebreas YOD, HE, WAW y HE, y que se refieren al nombre divino. Sólo en el Antiguo Testamento -la parte exclusivamente hebrea de la Biblia- este vocablo aparece recogido en más de 6.800 ocasiones.

La importancia de la presencia del tetragrammaton en esta roca de Nuevo México sería muy grande, ya que de demostrarse su autenticidad, estaríamos ante el ejemplo de tetragrammaton más antiguo de los conservados. Algunos investigadores han comparado el tetragrammaton de Los Lunas con otras representaciones del mismo en diversas inscripciones y escrituras de distintas épocas y las semejanzas resultan más que evidentes.

Además de la ya famosa piedra, existe otra pequeña inscripción encontrada al sur de la Mystery Mountain, realizada sobre una roca que algunos han identificado como un primitivo altar. En ella también se encuentra el tetragrammaton, y en él puede leerse: "Jehová, nuestro Señor".

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