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15 octubre 2007

Un análisis científico del Libro de Mormón (Segunda parte)


UN ANALISIS CIENTÍFICO DELLIBRO DE MORMON

Segunda parte
Este es el segundo de una serie de tres artículos que señalan la manera en
que los adelantos en la investigación v la ciencia en el pasado medio siglo han
producido datos que parecen apoyar v de hecho pueden ayudar a aclarar el
Libro de Mormón. Durante este mismo período. el estudio cuidadoso de este

libro por parte de los Santos de los Ultimos Días lo ha colocado en un nuevo
plano como un documento de la América antigua.
En este artículo analizaremos otro aspecto primordial de la vida en la
América antigua, el cual ilustra esta tendencia.
Escritura
El Dr. Sylvanus G. Morley, en su tiempo el más eminente de los
investigadores de la cultura maya, expresó una síntesis de la opinión que
prevalecía entre los pocos expertos que había en 1935, acerca del desarrollo de
la escritura en el Nuevo Mundo:
"La escritura maya representa una de las etapas más primitivas del
desarrollo de los sistemas gráficos que aún existen en la actualidad... Bien
puede ser que represente la etapa más primitiva de un sistema gráfico formal
de que tengamos conocimiento.
"Las inscripciones mayas primordialmente se relacionan con... la
cronología, la astronomía --o quizás sería más acertado decir la astrología- y
los temas religiosos. En ningún sentido encontramos registros de glorificación
personal y auto-adulación como las que existen en las inscripciones egipcias,
asirias y babilónicas. No relatan ninguna historia de conquistas reales, ni de
logros reales; no adulan, exaltan, glorifican ni agrandan: de hecho, son tan
esencialmente impersonales . . . que es probable que jamás se hayan inscrito en
los monumentos mayas los nombres de hombres y mujeres específicos.1 Estas
palabras ciertamente no reflejan el contenido del Libro de Mormón.
No obstante, para la década de 1970 se había realizado un gran
cambio en la opinión de los científicos. Michael Coe hace ahora referencia
despectivamente a este "concepto tan raro" que había sido común en el
tiempo de Morley de que las inscripciones mayas representaban poco más
que "tonterías cronológicas". El cambio comenzó en 1958 con las obras de
Heinrich Berlin, quien demostró. como lo indica Coe, que "los relieves
mayas y los textos que los acompañan . . . son registros históricos que no
se relacionan con las ciencias ocultas ni religiosas. sino con la política
caótica diaria de los estados primitivos con dirigentes belicosos, que
tenían la determinación de incluir a los demás estados mayas dentro de su
esfera de infuencia".2 El nuevo punto de vista hace que la civilización
maya "suene muy similar a otras civilizaciones del mundo, con sus relatos

de conquistas, de la humillación de sus prisioneros, de sus bodas y
descendencia reales.3 También hace que suene más similar a la
civilización de los Nefitas y Lamanitas.
Durante una temporada, los científicos también dudaban de la
descripción que ofrecen las Escrituras con respecto a otro punto. Moroni
afirmó que " los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio reformado
. . . los hemos transmitido y alterado conforme a nuestra manera de
hablar" (Mormón 9:32). Como consecuencia. esos caracteres debían de
tener un elemento fonético, ya que hasta cierto punto representaban
sonidos. No obstante, los expertos principales como Morley, Thompson y
Barthel insistían que los jeroglíficos mayas solamente contaban con
algunas rasgos fonéticos triviales.4 El científico soviético Yuri Knorosov
tomó la iniciativa y corrigió ese error.5 En la actualidad se reconoce que
"el sistema maya tenía un fuerte componente fonético-silábico", muy
similar a la descripción que hizo Moroni del sistema Nefita.6
Sigue siendo verdad que la escritura mesoamericana incluye muchos
signos ideográficos (que representan conceptos o palabras completos sin
ninguna referencia a los sonidos). Un solo signo puede tener diferentes
significados, aclarados solamente por el contexto y la experiencia del lector.
"El entendimiento de éstos es lo que requiere más tiempo y mayor paciencia."7
De nuevo escuchamos el eco de las palabras de Moroni, pues él se lamentó de
que los escribas nefitas no fueran "fuertes para escribir". No podían "escribir
sino poco, a causa de la torpeza de [sus] manos." Encontraron que
"[tropezaban) al colocar [sus] palabras". (Véase Et. 12:22-?,5.) Mormón
también se lamentó por el sistema de escritura de su pueblo, diciendo que "hay
muchas cosas que, de acuerdo con nuestro idioma, no podemos escribir'.8 (3
Ne. 5:18.) J.E.S. Thompson hace la misma observación acerca de la escritura
maya: "Tanto las consideraciones de espacio como las asociaciones rituales
hacían difícil la precisión en la escritura; . . . el lector tenía que tener un buen
conocimiento de la mitología y el folklore para poder comprender los textos",9
y aún así, la lectura podía resultar ambigua.
En este artículo se señala la escritura
jeroglífica de los mayas por dos motivos: es la

más conocida, v data del período que
comprende la porción final del relato del
Libro de Mormón. Los habitantes de la
península de Yucatán entre los años 300 a 900
d. de J.C.. aproximadamente, quienes
hablaban el idioma maya, tallaron
inscripciones en cientos de monumentos de
piedra caliza. y sus descendientes vivieron la
cultura antigua lo suficiente para poder
comunicar a los españoles información valiosa
acerca del sistema que usaban los mayas para
pensar y escribir. El único sistema que
sobrevivió en detalle comparable a éste fue el
azteca. pero era una escritura posterior v
mucho más sencilla.10 En total se conocen
cuando menos catorce sistemas de escritura
eroglífica en Mesoamérica.11En solamente
tres de estos casos -el maya de las tierras
bajas, el azteca v el mixteca-se ha logrado un
progreso considerable en descifrarlos. Algunos
sistemas de escritura están representados por
un solo texto. 12 Tal como en el caso de la

"transcripción de Anthon"que nos dejó José
Smith, es probable que no nos sea posible
progresar en descifrar esos textos hasta que
contentos con mayor cantidad de textos
parecidos.
No obstante, estamos en terreno seguro cuando decimos que en base a lo
que se ha encontrado hasta la fecha. muchas culturas mesoamericanas tenían
conocimientos de lectura y escritura (aunque otras no los tenían) desde cuando
menos 1000 añosa. de J.C.13 No tenemos motivos para creer que en otro lugar
del hemisferio occidental existiera la escritura antes del descubrimiento
europeo.14 Se han encontrado inscripciones fragmentarias en alunas partes de
América del Norte y del Sur, pero no se sabe a ciencia cierta si representan o
no la escritura antigua y genuina. Por tanto, es interesante saber que el Libro
de Morntón habla de un pueblo instruido que habitó durante miles de años la
región contigua a "la estrecha lengua de tierra---, la misma área que cubre la
porción ístmica de Centroamérica, el cual es el único lugar conocido del Nuevo
Mundo que tiene una tradición similar de alfabetización.
Otro punto importante del que generalmente no tenían conocimiento los
primeros científicos es la similaridad que existe entre la estructura de los
jeroglíficos mayas y los egipcios. Linda M. Van Blerkom, de la Universidad de
Colorado. aclaró esto recientemente cuando elaboró una lista de los seis
principales tipos de signos que son comunes entre las dos estructuras.
Contradijo la deducción de Morley con estas palabras: "Aquellos que afirman
que los jeroglíficos mayas se encuentran en un nivel evolutivo inferior al de los
. . . sistemas de las civilizaciones del Viejo Mundo están equivocados." De
hecho. ---los jeroglíficos mayas se usaron en las mismas seis formas que los de
los egipcios".15
Otra similitud entre la escritura egipcia y maya es que ambas trataban
profundamente el aspecto sagrado de la vida: de hecho, quizás hasta se hayan
derivado de él. Hodge piensa que "el poder mágico del habla y de la
representación grafica"ayuda a explicar el aneen y la longevidad de la
escritura jeroglífica entre los egipcios, a lacual daban el nombre de "las
palabras del dios".16 Thompson menciona "la íntima relación que existía entre

la escritura jeroglífica de los mayas y su religión. pues no cabe duda de que
mucha; de las forma, de los jeroglíticos. y quizás sus nombres, tienen
connotaciones religiosas.17
Morley y sus compañeros percibieron correctamente la relación que
existíu entre la religión y la escritura. pero erraron al suponer que esta era
la única conexión. El sistema de escritura fue el medio por el cual
comunicaban lo sagrado a través de todos los aspectos de la vida
civilizada: el comercio, el gobierno, la "historia", el calendario, la
astronomía. v cosas como las guerras, el sacrificio. la muerte. la salud. el
destino v la eenealogía. Todos estos aspectos tenían alusiones religiosas. y
todos tenían que ver con la escritura.
Michael Coe, por ejemplo, afirma que las escenas que aparecen en las
espectaculares vasijas funerarias de las tumbas mayas provenían de “un largo
himno que posiblemente se entonaba cuando la persona había muerto o estaba
para morir . . . El tema primordial es el de la muerte y resurrección de los
señores del reino maya”. De hecho, "es muy posible que haya habido un
verdadero Libro de los Muertas para los mayas clásicos, similar al Libro de los
Muertos de los antiguos egipcios".18 Dice también que. de hecho. "en los
tiempos clásicos es posible que haya habido miles de tales libros." El Popol
Vuh, libro sagrado de los maya quiché de las tierras altas de Guatemala, fue
una versión posterior de uno de éstos, probablemente un transliteración de un
original jeroglífico.19 La mayoría de los mayas tenían conocimiento del patrón
mítico que representa este libro y los conceptos de la muerte, resurrección,
creación y destino que comunicaban tales libros. No obstante, la versión maya
solamente fue la mejor preservada. Otras culturas mesoamericanas tenían
creencias prácticas paralelas a éstas. "En Mesoamérica había un pensamiento
singular y unificado... al que podríamos llamar una religión
mesoamericana".20 afirma Coe.
Los sacerdotes eran los que principalmente tenían acceso pleno a esa re
ligión. Eran los únicos que tenían la oportunidad de dominar el idioma
complejo que era necesario para pene trar el esquema religioso, y "la escritura
maya parece haberse elaborado basándose en un tipo de idioma sacerdotal".
Era necesario recibir una instrucción sumamente laboriosa con respecto a "la
riqueza de las metáforas las técnicas que se utilizaban para parafrasear, y los
nombres en clave" (con significado implícito y oculto).21 El tener conocimiento
de este sistema "era

nada menos que un requisito para lene derecho a heredar uno de los puestos de liderazgo", ya que los sacerdotes eran los
gobemantes o viceversa. 22
Una de las razones por las que era tan difícil dominar los sistemas de
escritura jeroglífica era el complejo estilo literario. Lógicamente, hace
cincuenta años nadie sabía mucho acerca del estilo de los textos mayas. Pero en
1950, J. Eric Thompson dijo:
"Hay paralelos muy similares entre las transcripciones mayas del período
colonial, y estoy convencido de que también los hay entre los textos jeroglíficos
en sí, y los versículos de los Salmos y la poesía de Job."
Dijo que ambos textos "tienen un arreglo antifonal [cantado altemadoj,
en el cual la segunda línea de un versículo contesta o repite una variante de la
primera". (Encontramos algunos ejemplos en Lamentaciones 3:3 y Jeremías 5l
:38.) Este mismo patrón ocurre en los documentos del idioma yucateco del siglo
dieciséis y en los libros de Chumayel y de Tizimin del Chilam Balam; un rezo
de un indio maya lacandón que se grabó en 1907 muestra esta misma forma.
Sir Eric dice lo siguiente con respecto a este lenguaje: "Nótese el ritmo de las
líneas, el uso libre del pie yámbico, y la característica antifonal de cada línea."
Este "verso libre de alta calidad . . . que juega con el sonido de las palabras"
no usa la rima sino algo más similar al retruécano (juego de palabras).23
Munro Edmonson, de la Universidad de Tulane, es aún más específico:
"El Popol Vah está escrito en poesía, y es imposible comprenderlo
correctamente si se estudia como prosa. Está compuesto en su totalidad de
coplas paralelas." Esta forma, al igual que la naturaleza de las raíces de
palabras en los idiomas mayas. contribuye a la dificultad que existe en deducir
de los textos un significado que no sea ambiguo. Por tanto, "es posible
proponer legítimamente una docena de significados diferentes, o más, para una
sola raíz monosilábica".24 Edmonson también comenta sobre el uso de un
paralelismo sálmico, en el cual dos líneas sucesivas que deben compartir
palabras claves estaban sumamente ligadas en significado y en ocasiones
contenían retruécanos, o juegos de palabras. que no era posible traducir a los
idiomas indoeuropeos.
Todo esto nos recuerda las formas, la semántica y el estilo textual del
idioma hebreo. Sería aventurado decir que lo que percibimos en un idioma se
deriva directamente del otro, pero el idioma maya habría congeniado muy bien
con los conceptos y formas estilísticos que habrían utilizado las personas de
habla hebrea en un contexto maya.

Estos aspectos relacionados con el estilo nos hacen pensar naturalmente
en el quiasmo, la impresionante forma literaria que se encuentra extensamente
en el Libro de Mormón y en los textos antiguos del Mediterráneo y del Oriente
Cercano.25 El quiasmo es una especie de paralelismo invertido. En Proverbios
15:1 encontramos un ejemplo de paralelismo directo: "La blanda respuesta
quita la ira: mas la palabra áspera hace subir el furor." En el quiasmo se
invierte la relación directa que existe entre los conceptos de las dos líneas. de
manera tal que la segunda línea sigue un orden invertido: "Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová" Osa 55:8). Se han llegado a identificar quiasmos sumamente
complejos. incluyendo algunos del Libro de Mormón que abarcan textos de
miles de palabras, y las cuales solamente se pueden identificar después de
realizar un análisis sumamente detallado.26 Hace diez años le pregunté al
señor Thontpson si se podían encontrar ejemplos del quiasmo en la literatura
maya, pero confesó que nunca había contemplado la posibilidad. Cuando le
describí la forma, expresó su interés, sugirió que ciertos pasajes cortos de los
textos del Chilam Balam posiblemente fueran ejemplos de esta forma literaria.
Hay otros textos y arte mesoamericano que posiblemente sean ejemplos del
quiasmo. y valdría la pe na estudiarlos más detenidamente jun to con los libros
yucatecos.27
El juego de palabras o retruécano del idioma maya (y otros idiomas
mesoamericanos) encuentra un paralelo en los idiomas semíticos v cl egipcio.
Carretera Hodge observó que "la estructura de un idioma semítico hace
posible que se desarrolle un juego de palabras en una forma singular y sutil".
Los idiomas indoeuropeos, y muchos otros, no tienen esta característica. El
piensa que los jeroglíficos egipcios posiblemente se hayan desa rtollado en
parte como resultado de ta tendencia. 28
Todo esto concuerda asombrosamente con lo que indica el Libro de
Mormón. El rey Benjamín "hizo que (sus hijos) fueran instruidos en todo
idioma de sus padres, a fin de que as pudieran llegar a ser hombres de
inteligencia" (Mos 1:2: es por demá decir que los sacerdotes eran los que
habrían impartido el conocimiento.) interés del rey era que sus hijos
dominaran el idioma esotérico con el cual podrían leer sus registros
ancestrales los cuales contenían "los misterios d Dios”(Mos. 1:3).
Al tiempo de la Conquista. en Yu tan solamente los sacerdotes, los hijo de
los sacerdotes, algunos de "los señores principales”, y "los hijos menores de los

señores" tenían conocimiento de la escritura jeroglífica.29 El rey Benjamín
estaba cumpliendo con su deber como padre real al asegurarse que sus hijos
recibieran este conocimiento. Nótese también que Zeniff estaba tan orgulloso
de poseer este conocimiento que insertó una afirmación al respecto al principio
de su registro,en Mosíah 9:1 , que era un lugar bastante ilógico para hacer tal
observación. Ese idioma, que tan difícilmente se Ilegal a dominar, consistía
tanto en los "caracteres que entre nosotros (los nefitas) se llaman egipcio
reformado” como en el medio semántico para interpretarlos, o sea, "la ciencia
de los judíos (Morm. 9:32; 1 Ne. 1:2). Por motivo del tiempo que se requería
para llegar a dominar ese complejo sisteme los ricos, quienes tenían tiempo
para hacerlo, podían aumentar "sus oportunidadas para instruirse”, mientras
que otros "eran ignorantes a causa de su indigencia' (3 Ne. 6:12).
Otro aspecto en el que concuerda la escritura mesoamericana con la del
Libro de Mormón es la posibilidad de adaptar los caracteres para utilizarlos
con más de un idioma. .Aunque había un elemento fonético, como se señaló
anteriormente. los pueblos culturalmente relacionados podían adaptar el
sistema aprendiéndose de memoria lo determinativos fonéticos o substituyendo
nuevos. Obviamente. aun el idioma egipcio sufrió modificaciones lo largo de
miles de años, con el fin de reflejar el cambio constante en la pronunciación y
el vocabulario, y los signos que se utilizaban en los tiempos de Mormón y
Moroni no se hubieran conocido como egipcio "reformado' si no hubieran
sido diferentes en ciertos aspectos del egipcio que se conocía en los días de Nefi.
Después de haber sufrido muchos el cambios, no es de asombrarse
que,como dijo Moroni, "ningún otro pueblo conoce nuestra lengua" (Moroni
9:34). El sistema jeroglífico habría cambiado en otra dirección cuando "se
(enseñó) el idioma de Neti entre todos los pueblos de los Lamanitas" en los días
de Alma. Al aprenderlos caracteres o jeroglíficos, los Lamanitas podían
comunicarse a través de las diferencias locales en el habla, lo cual les permitía-
"negociar unos con otros" (Mos. 24:4, 7), y así, a través de la lengua franca
escrita, los comerciantes podían realizar sus negocios en cualquier lugar.
Parece no haber ninguna otra razón que pueda explicar por qué se estimule el
comercio y la prosperidad cuando el pueblo aprendió el "idioma de Nefi". La
escritura jeroglífica maya sirvió este propósito, ya que era posible leerla en
cualquier lugar en donde se hablara al uno de los veinte o más idiomas de la
familia maya, y quizás más allá.
A menudo se menciona la abundancia de registros que existía en los
tiempos del Libro de Mormón (por ejemplo. He¡. 3:15, 3 Ne. 5:9). La mayoría

de éstos, lógicamente, se habrían escrito en el material más económico y
conveniente: el papel. Lo más seguro es que hayan sido de papel las escrituras
que se quemaron cuando los creyentes en Ammoníah fueron echados al fuego
(véase Alma I-4:8). La mayoría de los registros que se llevaban en
Mesoamérica se escribían en papel de corteza de árbol. doblado en forma de
biombo para formar un libro.30 De la zona maya solamente han sobrevivido
tres de estos códices de cierta techa precolombina.31 En las "páginas" se
escribían los jeroglíficos en columnas verticales. Las inscripciones mayas
contaban con columnas dobles. y anda símbolo se leía junto con el contiguo y se
procedía por parejas de arriba a abajo. Antes del tiempo de Cristo,
aproximadamente, solamente se utilizaban columnas sencillas.
Nótese que la "transcripción de Anthon". que se dio a conocer al público
en 1980 como una copia que hizo José Smith de los caracteres de las planchas
del Libro de Mormón, tiene columnas sencillas, lo cual concuerda con la etapa
anterior y precristiana del "idioma de Neti", en el cual se escribió el Libro de
Mormón. 32 No es de sorprenderse que el profesor Charles Anthon, a quien
Martín Hartis mostró la copia hecha por José Smith en 1828. basándose en la
poca información de que disponía en ese tiempo, comparó lo que vio con "el
calendario mexicano".33
Se podría escribir mucho más acerca de otros aspectos del uso de los
registros. de ciertos caracteres, de los escribas, etc., pero los datos que se han
proporcionado en este artículo demuestran que en décadas recientes se ha
revolucionado en muchas formas nuestro conocimiento de la escritura
mesoamericana. Usando esta información. nos es posible percibir un nuevo
significado en ciertas afirmaciones del Libro de Mormón concernientes a la
escritura y los libros. Debemos esperar que haya muchos más cambios. los
cuales permitirán que vaya en aumento la concordancia entre la información
contenida en las Escrituras y la que deduzcan los científicos.

NOTAS
I . Sylvanus G. Morley, The Ancient Maya, 2a. edición (Stanford: Stanford University Press. 1947),
págs. 260-261 La cita se escribió en 1935; véase la pág. 259.
2. Michael D. Coe. "Ancient Maya Writing and Calligraphy", Visible Language 5 (1971). pág. 259.
3. Ibid., pág. 298.
4. J. Eric Thompson, "Maya Hieroglyp Writing", en Gordon R. Willey, compilador, Handbook of
Middle American Indian.s, tomo 3 (Austin: University of Texas Press. 1965), págs. 652-653: Thomas
S. Barthel, "Writing Systems', en Thomas A Sebeok. compilador. Native Languages of the
America,s, tomo 2 (New York: Plenum Press. 1977). pág. 37.
5. Coe, 1971, pág. 301; David H. Kelle Deciplrering the Maya Script (Austin: University of Texas
Press. 1976).
6. Cae. "Ancient Maya Writing and Calligraphy", pág. 301: Coe. The Maya Scribe and His World
(New York: The Grolier Club, 1973), pág. 11.
7. Coe. 1971. pág. 301.
8. Se hace aparente que Mormón no quiso decir literalmente que su sistema de escritura no permitía
que se trataran todos los temas, ya que de hecho se tratan muchos temas en el Libro de Mormón.
Sin duda Eter 12:25 puede aclarar lo que quiso decir; en este pasaje Moroni dice que tropiezan "al
colocar [sus] palabras". Esa era la "imperfección" que sufrían en su escritura. (Véase Morm. 9:31.)
La dificultad radicaba en las antigüedades que imponía el usar un sistema jeroglífico en vez de un
sistema alfabético. (Compárese con Morm. 9:33.)
9. Thompson, pág. 646.
10. Barthel, pág. 35; George C. Vaillant The Aztecs of Mexico (Harmondsworth. England: Pelican
Books, 1950), págs. 201-204; Frances F. Berdan, The Aztecs Central Mexico: An Imperial Societv
(Ne York: Holt, Rinehart and Winston, 1982 págs. 150-151.
11. Coe, "Early Steps in the Evolution o1 Maya Writing", en H. B. Nicholson, compilador, Origins
of Religious Art ana Iconography in Preclassic Mesoamerica (Los Angeles: UCLA Latín American
Center and Ethnic Arts Council of Los A.„.Ples 1976), 110 y subsiguientes Coe incluye trece. pero
omite los signos olmecas, que quizás sean jeroglíficos, y singular sello de Tlatilco, el cual tiene u
sistema totalmente diferente de cualquie otro. Este sello y la "Transcripción de Anthon" tienen

similaridades interesante las cuales se analizan en el artículo de C Hugh Jones, "The 'Anthon
Transcript' a Two Mesoamerican Cvlinder Seals",
NewsletterandProceedings, Societyfor EarlyHistoricArchaeology 122
(septiembre de 1970). págs. 1-8. basado en David H. Kelley. "A Cvlinder Sea¡ from Tlatilcó'.
American Antiquitv 31 (1966). págs. 744-746.
12. El sello de Tlatilco. mencionado en I Nota 11, y la Estela 10 de Kaminaljuyu; véase Coe. 1976,
pág. 115.
13. Joyce Marcus. "The Origins of Mesoamerican Writing”. Annual Review Anthropology 5 (1976).
pág. 44: aunque este artículo cita el año 859 a. de J.C., basado en lo que se ha descubierto a la fecha
se sabe que posiblemente haya errado en su cálculo aproximadamente un siglo. En cualquier caso,
los jeroglíficos que aparecen en este monumento (Monumento 3. San José Mogote, Oaxac están tan
estilizados que es difícil pensar que no hubieran tenido un desarrollo histórico de varios siglos.
14. Barthel, op. cit.
15. Linda Miller Van Blerkom, "A Comparison of Maya and Egyptian Hieroglyphics". Katunob I I
(agosto de 1979), págs. 1-8.
16. Carleton T. Hodge. "Ritual in Writin An Inquiry into the drigin of Egyptian ScripC, en M. Dale
Kinkade et al., compiladores, Lin,quistics and
Anthropology: In Honor oj'C. F. Voegeli (Lisse. Bélgica: The Peter de Ridder Pres 1975). págs.
333-334. 344.
17. J. Eric S. Thompson. Maca Hieroglyphic Writing: An Introduction
(Norman: University of Oklahoma Press, 1960), pág. 9.
18. Coe. 1971, págs. 305-306: 1973, pá IS y subsiguientes.
19. Coe, 1971. pág. 305. Compárese con Alfred M. Tozzer, compilador. "Landa's Relación de las
Cosas de Yucatán: A Translation". Harvard University, Peabody Museunt ofAmerican
Archaeology and Ethnology, Papers. tom 18, 1941, pág. 169.
20. Coe. 1973, pág. 8: David H. Kelley, "Astronomical Identities of blesoamerican el Gods".
Archaeoastronomy (Suplemento del Journal of the Histon of Astronomy 11 (19801, págs. 51-554.
21. Barthel. pág. 45.
22. Ibid. Compárese con Thompson, 1970, pág. 7: Tozzer. pág. 28.

23. Thompson. 1960. págs. 6I-62.
24. Munro S. Edmonson, "The Book of Counsel: The Popol Vuh of the Quiche
Maya of Guatemala, Ttdane University. Middle American Research Instttute.
Publication 35 (1971), págs. xi-xii.
25. John W. Welch. editor. Chiasmus in Antiquity: Structures, Analyses, Eregesi.sa
(Hildesheim.AlemaniaOccidentaf: Gerstenberg Verlag. 1981); John W. Welch. "Chiasmus in the
Book of Mormon". en Noel B. Reynolds, editor.
of Book of Mormon Aufrorship: Nen, Light on Ancient Origins. (Provo: Brigham Young University.
Religious Studies Center. 1982). págs- 33-52. Véase tambien "Un libro que merece respeto".
Licdtona, mayo de 1984, pág. 13.
26. Welch. 1982, págs. 49-50.
27. Por ejemplo. Marearet MeClear,a) Popol Vuh: Structure and Meaning
(MadridNew York: Plaza Mayor. 1972). págs. 55, 67-90: Marvin Cohodas. "The Iconographv of the
Panels of the Sun, Cross, and Poliated Cross at Palenque: Part I", en Sociedad Mexicana de
Antropología. Xllla Mesa Redonda, Xalapa, 1973 (México, 1975). págs. 75-101.
28. Hodge, pág. 344.
29. Tozzer, pág. 29.
30. Ibid.. pág. 28.
31. Thompson, 1960. págs. 23-26.
32. Danel W. Bachman, "Sealed in as, Book: Preliminary Observations on the
Newly Found'Anthon Transcript' " Brigham Young Universin, Studies 20
(1980), págs. 321-345: disponible por separado como Reimpresión BAC-80.
Foundation for Ancient Research and. Mormon Studies. P. O. Box 7113
University Station, Provo, Utah 84602.
33. B. H. Roberts,NesvWitnessesfor God, tomo 2, 2a. parte, "The Book of Mormon' (Salí Lake
City: Deseret Book, 1926), págs. 95-100. Véase el análisis del tema en mi artículo "The Book of
Mormon as a Mesoamerican Codex", Newsletter and Proceedings. Socierv for Early
HistoricArchaeology 139 (1976), pág. 2. Liahona

14 octubre 2007

Un análisis científico del Libro de Mormón


coloco este titulo, por que voy subir un articulo que consta de 3 partes y que mira al Libro de Mormon en el aspecto de algunos de los ultimos descubrimientos en america y que cambia totalmente de lo que ocurria en cuanto a la informacion que teniamos, leean cuidadosamente la introduccion del articulo,donde explica y he confirmado de que muchos de los ataques al libro de mormon se basan en informacion muy antigua que ya a la luz de los nuevos descubrimientos podemos aclarar mas la verdad, bueno ahora los articulos...va el primero

Un análisis científico del Libro de Mormón:
Primera parte
Los Cambios en nuestra comprensión de la América antigua y de sus
Escrituras
por John L. Sorenson

Introducción Durante las últimas décadas,
los estudios profesionales en el campo de la
arqueología, geografía, cultura e idioma de los
pueblos americanos han proporcionado una
enorme cantidad de información que debe ser
de gran interés para aquellos que leen y creen
en el Libro de Mormón, información que los
científicos que se dedicaron al estudio de este
libro quizás nunca se hubieran imaginado que
existiera. En la actualidad, la calidad y
cantidaddeestudiosespecializados
relacionados con el Libro de Mormón son tan
amplios y profundos que es imposible que una
sola persona esté al tanto de todos los
aspectos de estos conocimientos.
De hecho, durante los últimos cincuenta años, ha quedado anticuada la mayor parte de lo que previas
generaciones pensaban acerca de las civilizaciones americanas precolombinas. Las ciencias que estudian las
civilizaciones antiguas han sufrido grandes cambios. En las primeras décadas de este siglo aún se consideraba que la
ciencia era la búsqueda y descubrimiento de verdades permanentes e infalibles. Sin embargo, en la actualidad tanto los
científicos como los filósofos concuerdan en que la naturaleza misma de su tarea requiere que constantemente
reinterpreten sus teorías y sus datos.1 El punto de vista de Karl Popper con respecto a la ciencia, de que es "eternamente
tentativa"2, ha llegado a ser aceptado entre muchos científicos. De manera que aunque en la actualidad exista quizás mil
veces más información acerca de las primeras culturas de América que la que estaba disponible hace medio siglo, ahora
los mejores científicos son mucho menos insistentes en describir categóricamente lo que sucedió en el Nuevo Mundo
pre-europeo.
También han ocurrido ciertos cambios en
algunos conceptos que han tenido los Santos

de los Ultimos Días con respecto al Libro de
Mormón. Nuestra fe en los principios
salvadores que enseñaron los profetas desde
Nefi hasta' Moroni no ha cambiado, y si lo ha
hecho de alguna forma, ha sido en aumento.
Pero al considerar estas Escrituras como un
documento antiguo, el estudiante minucioso
ahora es consciente de que tenemos mucho
más de lo que habíamos sospechado.
Comenzando con M. Wells Jakeman, Hugh
Nibley y Sidney B. Sperry, esta creciente
comunidad de investigadores Santos de los
Ultimos Días comenzaron afines de la década
de 1940 a descubrir algunos de estos
detalles.3 Un ejemplo de este cambio de
perspectiva,decontemplarnuevas
posibilidades, lo representa el descubrimiento
que hizo John W. Welch hace apenas quince
años de una forma literaria del Cercano
Oriente, llamada quiasmo, en el Libro de
Mormón, la cual pasó inadvertida para sus
lectores durante casi 140 años, desde su

publicación en 1830.4 En años recientes,
otros investigadores han encontrado en el
Libro de Mormón ciertas tendencias e
implicaciones insospechadas que en tiempos
pasados no se habían detectado.
Muchos Santos de los Ultimos Días no han
tenido acceso a las fuentes que comunican la
manera en que las investigaciones recientes
han cambiado nuestra comprensión del Libro
de Mormón como un documento antiguo.
Muchostambiénignoranalgunos
descubrimientos nuevos bastante asombrosos
que apoyan al Libro de Mormón y que han
sido el resultado del uso de métodos
científicos más avanzados. El propósito de
este artículo y los dos que le siguen es el de
dar algunos ejemplos claros de los cambios
que han ocurrido en el concepto que tienen
algunos científicos Santos de los Ultimos Días
acerca del Libro de Mormón a la luz de las

nuevas teorías y descubrimientos acerca del
pasado.
La intención de estos artículos no es la de
expresar enseñanzas oficiales de la Iglesia,
pero en base a mis propias investigaciones v
estudios he considerado que esta información
es digna de consideración.
Primera Parte:
Durante mucho tiempo, uno de los
intereses favoritos de los Santos de los
Ultimos Días ha sido la arqueología del Libro
de Mormón. Siempre aparecerá un grupo
considerable de personas a cualquier
conferenciaquetrateestetema.
Desafortunadamente, algunos escritores y
conferencistas no han estado tan bien
informados sobre el tema como debieran
estarlo, y tampoco aquellos que critican a la
Iglesia y de vez en cuando comentan el tema.

El problema en sí no es el de intenciones,
creencias o testimonio, sino de conocimientos.
El comparar el Libro de Mormón con los
descubrimientos de la arqueología y otros
campos relacionados es una actividad de
elevado nivel intelectual, y cuando una
persona, sea o no Santo de los Ultimos Días,
se propone obrar dentro de esa disciplina
académica, deberá sujetarse a las normas
que la gobiernan.
El primer elemento esencial es el
determinar la naturaleza del Libro de Mormón
y qué porciones pueden compararse
apropiadamente con los hallazgos científicos.
Después necesitamos establecer lo que
realmente saben los arqueólogos y otros
científicos y cuáles son las condiciones que
limitan sus conocimientos. Antes de poder
llegar a una conclusión legítima, por más
sencilla que ésta sea, se deben considerar

cuidadosamente ambos puntos de vista de
este asunto.
Un problema que algunos escritores y
discursantes Santos de los Ultimos Días
han tenido es el de confundir el texto
mismo del Libro de Mormón con su
interpretación tradicional. Por ejemplo, es
muy común escuchar que el Libro de
Mormón es "la historia de los indios
americanos". Esta afirmación contiene
varias suposiciones infundadas: que este
volumen de Escritura es una historia en el
sentido común, o sea, un relato cronológico
y sistemático de los acontecimientos
principales del pasado de una nación o
territorio; que los indios americanos son un
solo grupo de personas; y que las
aproximadamente cien páginas de texto
que contienen material histórico y cultural
podrían relatar la historia completa de un
hemisferio. Cuando se hacen suposiciones

infundadas como éstas, los críticos
responden de la misma manera, y critican
estas suposiciones y no el antiguo texto en
sí.
El resultado ha sido un cúmulo de
información acerca del Libro de Mormón,
perturbado por "evidencia" irrelevante, lógica
infundada y conclusiones conflictivas. Muchas
de las comparaciones que han hecho algunos
Santos de los Ultimos Días han estado
basadas en información incorrecta tanto en
toque respecta al análisis de pasajes de las
Escrituras como a los hechos arqueológicos.
Por otra parte, los pocos arqueólogos
profesionales que han intentado hacer tales
comparaciones a menudo se han equivocado
en dos aspectos: (1) han sido ingenuos con
relación al Libro de Mormón en sí -o sea, lo
que dice y lo que no dice; y (2) no han
considerado cuidadosamente los detalles
arqueológicos de los períodos correctos y en

las áreas más probables de la América
antigua. De hecho, solamente en años
recientes se han realizado suficientes
investigaciones para crear una descripción
confiable y verosímil de los sucesos y
características en su lugar y tiempo apropiado.
Aquellos que estudian el Libro de Mormón
harían bien en ampliar su criterio acerca del
mismo al actualizar sus conocimientos. Como
ejemplo citaremos algunos de los escritos de
B. H. Roberts, uno de los intelectuales más
capaces de la Iglesia en su tiempo. En varios
de sus escritos, realizados principalmente en
1922, intentó comparar el Libro de Mormón
con una novela romántica del siglo anterior
intitulada View of the Hebrews (Panorama de
los hebreos), escrita por Ethan Smith, un
ministro de la Nueva Inglaterra. Algunos
críticos habían sugerido que el profeta José
Smith había utilizado esta novela como base
para escribir el Libro de Mormón. De manera

que el élder Roberts analizó tanto este libro
como la literatura científica de su época con
relaciónalos pueblos y culturas de la América
antigua y los comparó con el Libro de
Mormón.
Desafortunadamente, se comprobó que lo
que en ese tiempo se consideraba como un
conocimiento verídico en relación con la
civilización de la América antigua. Estaba
fundado en información incompleta y en
algunos casos incorrecta. En su estudio, por
ejemplo, el élder Roberts utilizó el concepto
generalizado que prevalecía en su época de
que el Libro de Mormón era una historia de
todo el hemisferio occidental. Ahora es posible
ver que algunas de sus suposiciones acerca
del Libro de Mormón eran erróneas en los dos
aspectos mencionados anteriormente: el
conocimiento del material científico apropiado
y el análisis de los aspectos técnicos del Libro
de Mormón.

Entre las críticas que algunos arqueólogos
han hecho del Libro de Mormón, las dos
afirmaciones más difundidas (el libro del
finado Roben Wauchope y el artículo de
Michael Coe de hace una década,
aproximadamente)5 sufren de limitaciones
similares. Estos dos eminentes científicos
basaron sus reacciones al Libro de Mormón
en la misma suposición desafortunada de que
éste es un relato de los indios americanos que
habitaron todo el Nuevo Mundo. Sus
conclusiones eran tan erróneas como las de
algunos Santos de los Ultimos Días.
Es evidente que si el Libro de Mormón ha
de compararse como un documento antiguo
con información proveniente de otras fuentes,
es necesario derivar los hechos de los
tiempos y lugares apropiados. Por ejemplo,
sería inútil tratar de explicar las circunstancias
en las que Pablo escribió sus epístolas si las

tratáramos como si hubieran procedido de
Babilonia en la época del cautiverio judío. Con
el fin de comparar el Libro de Mormón con lo
que los arqueólogos han aprendido acerca de
sus antecedentes históricos en la América
antigua, tenemos la misma obligación, hasta
donde nos sea posible, de ser específicos en
cuanto a la ubicación y época de sus
acontecimientos.
Las tierras de los Nefitas y Jareditas
Algunos lectores piensan que el Libro de
Mormón no proporciona suficiente información
para poder elaborar una geografía, cuando en
realidad contiene numerosas afirmaciones
relacionadas con el tema. Cuando se analizan
detenidamente estas referencias a la par con
algunas deducciones razonables derivadas de
ellas, el libro prueba ser rico y sumamente
constante en su información sobre el tema.

Sería imposible proporcionar un análisis
completo de la geografía del Libro de Mormón
en estas páginas; sin embargo, por lo menos
durante los últimos cuarenta años, muchos de
los que han estudiado a fondo este tema han
llegado a conclusiones básicas muy similares:
(1) los acontecimientos registrados por los
escribas Nefitas y
(Esta
fotografía de las ruinas de Monte Albán, Oaxaca, México, muestra lo que puede ser el resultado final
de una labor arqueológica. El edificio de enfrente data de los tiempos de Cristo. Ya que contiene pasajes angostos que
están alineados con ciertas posiciones críticas del sol y la luna, se ha dicho que posiblemente haya sido un observatorio,
pero aún no ha quedado clara su fúnción real. (Fotografía de James Christensen . )
Esta fotografía de un sitio arqueológico sobre la frontera de Guatemala y México muestra lo difícil que resulta obtener
información confiable de una excavación arqueológica.
Los artefactos rotos que se encuentran en los .sitios arqueológicos a veces pueden restaurarse, tal como .se hizo con
esta vasija de dos piezas que se recuperó de una tumba derrumbada.)
Jareditas evidentemente cubrieron solamente un territorio limitado de la "tierra de promisión" del Nuevo Mundo y (2)
actualmente se conoce solamente un lugar en el hemisferio occidental que parece coincidir con ese escenario. 6
Estos puntos son sumamente importantes.
Durante mucho tiempo, la mayoría de la gente
suponía que los relatos del Libro de Mormón
ocurrieron en todo el continente americano,
tanto el hemisferio norte como en el sur. La
geografía parecía ser tan clara- un continente
norte y un continente sur, unidos por un istmo
angosto. Sin embargo, con el tiempo fue difícil
aceptar ese punto de vista a la luz de nueva

información. Por ejemplo, a principios del siglo
veinte las investigaciones realizadas habían
encontrado que al tiempo del descubrimiento
del Nuevo Mundo por los europeos, se
hablaban unos 1.500 idiomas.' Y los nuevos
conocimientos que se han obtenido acerca del
proceso de la estabilidad en los idiomas y los
cambios que éstos sufren impide suponer que
todos éstos hayan podido derivarse del
hebreo, que se supone era el idioma de los
Nefitas y lamanitas. La ciencia arqueológica
también comenzó a revelar una diversidad
asombrosa de culturas, lo cual reforzó la idea
de que muchos grupos diferentes habían
habitado las Américas.
A principios del siglo veinte, unos cuantos
miembros de la Iglesia comenzaron a
contemplar más detenidamente lo que el Libro
de Mormón decía al respecto. Encontraron
afirmaciones que indicaban que la ubicación
geográfica de la historia de los Jareditas y

Nefitas probablemente era más limitada de lo
que habían supuesto. Entonces, en 1939 los
Washburn publicaron un análisis detallado de
la geografía del Libro de Mormón, basándose
exclusivamente en las afirmaciones del
mismo, y demostrando la constancia de éstas.
Desde la publicación de su obra An Approach
to the Study of Book of Mormon Ceography
(Un enfoque al estudio de la geografía del
Libro de Mormón), los analistas del volumen
de Escritura han encontrado aún más datos
en las propias afirmaciones del Libro de
Mormón, los cuales sugieren que la extensión
de las tierras inmediatas en las que ocurrieron
los acontecimientos de este libro solamente
haya abarcado cientos y no miles de
kilómetros.8
Basándomeenmispropias
investigaciones, concuerdo con otros en que
hay solamente una zona que parece reunir
todos los requisitos claves: Mesoamérica.

Este es el nombre que los investigadores de
civilizaciones americanas han asignado a
aquella porción del centro y sur de México y el
nortedeCentroaméricaendonde
antiguamente se alcanzó el nivel más alto de
desarrollo cultural del hemisferio. Por ejemplo,
el libro habla mucho acerca de la larga
tradición que existía en el territorio de los
nefitas y jareditas de llevar registros escritos, y
en Mesoamérica, de acuerdo con la evidencia
actual, se conocen más de una docena de
sistemas de escritura, algunos de los cuales
abarcan desde el principio del primer milenio
a. de J.C.9 Sin embargo, en ningún otro lugar
de América encontramos evidencia digna de
confianza de que se haya llevado un sistema
genuino de escritura y una tradición de libros
antes de la llegada de los europeos en el siglo
dieciséis.Asimismo,enMesoamérica
podemos identificar a casi todos los rasgos
geográficos y culturales especificados en el
Libro de Mormón: la presencia (y ausencia),

en relaciones particulares, de montañas,
cuencas, ríos, "aguas", vados, pasos, mares,
costas, ruinas que datan de tiempos que
coinciden con el libro de Escritura, etc.'(10)
Está claro que si ubicamos las tierras del
Libro de Mormón dentro de una región tan
limitada como lo es Mesoamérica, será
necesario que analicemos de nuevo algunos
de los temas que han sido de gran interés
para los lectores del Libro de Mormón. Por
ejemplo, ¿cómo llegaron las planchas de Nefi
desde el campo de la batalla final cerca de "la
estrecha lengua de tierra" hasta donde José
Smith las encontró en el estado de Nueva
York? El Libro de Mormón no nos aclara este
punto, pero una posibilidad obvia sería que
Moroni mismo las haya llevado consigo hasta
Nueva York durante los treinta y seis años que
anduvo errante después de la exterminación
de los nefitas y antes de escribir por última
vez en las planchas. (Véase Mormón 6:6;

Moroni 1:1-4; 10:1.) O pudo haberlas llevado a
ese lugar siendo ya un ser resucitado.
Solamente sabemos que, cualquiera que haya
sido el medio, en 1827 las planchas se
encontraban en la "colina de tamaño regular"
cerca del hogar de José Smith en Palmyra,
Nueva York, en donde Moroni le entregó el
registro sagrado.
En muchos casos, una vez que
comprendemos la probabilidad de que la
geografía del Libro de Mormón haya sido en
una escala limitada, las dudas que han
propuesto los críticos acerca del idioma, la
cultura, la afiliación religiosa y otros
"problemas"tomanunaperspectiva
completamente diferente.
De manera que tomando como punto de
enfoque los datos extraídos primordialmente
del área mesoamericana, contemplemos el
Libro de Mormón a la luz de la información

que ahora tenemos acerca de su civilización y
geografía.
La naturaleza del registro
Otro concepto nuevo acerca del Libro de
Mormón es que no es una historia en el
sentido de la palabra que a menudo se utiliza
en la actualidad. De hecho, en vez de ser una
narración de lo que sucedió en un territorio en
particular, es como el Antiguo Testamento,
primordialmente una crónica familiar escrita
por profetas bajo la inspiración del Señor. Por
este motivo, el Libro de Mormón es similar en
varios aspectos importantes a las "historias de
linajes". Esta clase de documento proporciona
información seleccionada acerca del origen
del grupo, por qué fue escogido por Dios, los
acontecimientos cruciales que afectaron su
destino, los estatutos en los cuales se basaba
su sistema de poder, y sus relaciones con
otros grupos. Típicamente, un linaje utiliza
este tipo de relato histórico para definir sus

propios límites, reforzar su poder, estabilizar
su estructura social y de otras maneras
recalcar su identidad a los miembros de su
propio grupo. 11
La mayoría de los documentos históricos,
ya sean escritos u orales, de civilizaciones y
tribus antiguas son de este tipo.' No pretenden
relatar en forma total ni sistemática "lo que
sucedió" en todo el territorio. De hecho, quizás
el linaje no haya tenido control exclusivo de la
tierra (como en el caso de Abraham). Muchas
veces eran solamente una porción de la so-
ciedad y vivían entre grupos similares, ya sea
dentro o fuera de las naciones formales, las
cuales la mayoría de nosotros consideramos
como tema apropiado para la historia.
Por ejemplo, el relato del período patriarcal
en el Antiguo Testamento proviene de los
registros de un cierto linaje y por tanto
contiene principalmente sus acontecimientos

históricos claves y las grandes verdades que
sus líderes recibieron de Dios. Habla de
Abraham, quien sale del norte de Me-
sopotamia y entra a Canaán, y después a
Egipto, y representa a su familia es-
trechamente unida con otros pueblos y
culturas, los cuales casi no se mencionan en
el registro. Ur, Lot, Abimelec, Gomorra, los
"cinco reyes" y Melquisedec se mencionan
brevemente, pero sólo forman parte del
escenario, y se mencionan solamente con el
fin de facilitar el relato de la manera y la razón
por la que Israel obtuvo su lugar en la tierra
prometida.
Tanto los documentos nefitas como
jareditas contienen estas mismas ca-
racterísticas. Moroni, el último escriba del
linaje de Nefi, concluyó y sepultó el registro,
no porque ya no se estuviera haciendo historia
a su alrededor (véanse Mormón 8:1-9; Moroni
1:1-2), sino porque esos sucesos simplemente

no formaban parte de la historia de su grupo.
(Naturalmente, había otras razones más
importantes por las que debía terminar y sellar
el registro. Véanse Moroni 1:4; página titular.)
Por tanto, es aparente la razón por la que el
compendio de Mormón casi no menciona al
pueblo de Zarahemla, o sea los "mulekitas"
como los hemos llamado, aunque éstos eran
más numerosos que los nefitas. (Véase
Mosíah 25:2-3.) Eter tampoco dio mucha im-
portancia a aquellos gobernantes usur-
padores, posiblemente de un linaje rival,
quienes encarcelaron a sus antepasados e
impidieron que ocuparan el lugar que les
correspondía en el trono; de hecho, sus
nombres ni siquiera se mencionan en el Libro
de Eter. (Véanse Eter 10:30-31; 11:17-19.)
Para el pueblo del linaje de Febrero de 1985
Jared, esos nombres no tenían importancia.
En muchas formas significativas, el tema de
estos registros antiguos americanos era
acerca del destino de las familias centrales

que llevaban tales escritos. En ocasiones se
mencionaban otras, pero solamente porque
proporcionaban los accesorios necesarios pa-
ra el drama principal. Incluso se podían pasar
por alto períodos de varios siglos, sin duda,
porque muy poco fue lo que sucedió que se
considerara de valor para determinar el
destino de los descendientes de Nefi o de
Jared.
Las limitaciones de la arqueología
Así pues, los relatos del Libro de Mormón
no hablan de naciones en el sentido moderno
de la palabra, sino que generalmente se
refieren a las líneas de los gobernantes. Pero
un linaje así es prácticamente invisible para la
arqueología, y en esto yace el problema. La
única manera de conectar la famosa dinastía
hiksa de la Edad de Bronce de Egipto, o los

muy comentados gobernantes toltecas de
México de hace mil años, con sus ruinas, es
teóricamente.13
La naturaleza de la evidencia arqueológica, lingüística e histórica que
existe en la actualidad acerca de Mesoamérica dificulta la identificación de
grupos específicos, tales como un posible linaje nefitas, y con mayor razón
la de individuos. Este problema se aplica a cualquier investigación histó-
rica con relación a las civilizaciones antiguas. Los expertos no han podido
resolver sus disputas acerca de la identidad de los invasores israelitas
alrededor de Jericó en los tiempos de Josué y antes.14No hay ningún
monumento cerca del Jordán que diga "Aquí fue donde Israel cruzó"; ni se
encontrará señal alguna en Egipto que identifique la tierra de Gosén. En
cambio, es necesario buscar las tendencias en las costumbres o manera de
poblar que parecen relacionarse con algo que se menciona en las
Escrituras.
Sin embargo, una interpretación (esto es,
"El nuevo tipo de jarrones de barro que se
pueden observar en este nivel deben de
representar a los hebreos que llegaban a la
región") no se deriva de "los hechos" en sí.
Los científicos elaboran un caso, una propues-
ta, de que cierto documento o tradición
concuerda con los artefactos físicos, aunque
puede haber otros científicos que no estén de

acuerdo. De hecho, éstos pueden atacar
duramente la hipótesis. El Popol Vuh, una
historia de linaje de los pueblos de las
montañas de Guatemala, registra la invasión
de un pequeño grupo de guerreros con pa-
trones culturales mexicanos quienes llegaron
a gobernar la tierra hace unos seiscientos
años. Los maorís de Nueva Zelanda afirman
descender de un pequeño grupo de personas
que según cabe suponer llegaron de la
Polinesia central en canoas. Ambas
tradiciones pueden apoyarse con datos que
vagamente las confirman; y sin embargo la
evidencia es dudosa, y a menudo surgen
discusiones entre los científicos con respecto
a este tipo de temas.
Supongamos, por tanto, que pudiéramos
identificar una serie de paralelos importantes
entre lo que el Libro de Mormón nos dice
acerca de la vida antigua en las tierras nefitas
y lo que la investigación actual nos dice

acerca de las costumbres mesoamericanas.
Entonces estaríamos basándonos en la ve-
rosimilitud, tal como aquellos que investigan
asuntos históricos seculares.
¿Es la verosimilitud una conexión
aceptable entre el texto del Libro de Mormón y
los artefactos físicos?. Ciertamente. Es la
misma conexión que han estado utilizando
durante muchos años los arqueólogos
prominentes entre otros textos y su contexto,
especialmente la gran obra que se ha
realizado en años recientes con relación a la
historia bíblica.
Los arqueólogos permanecen un tanto a oscuras con respecto a gran
parte de la vida antigua simplemente porque es muy difícil llegar a conclu-
siones acerca de las creencias, estructuras sociales y personalidades de un
grupo basándose solamente en tiestos, fragmentos de piedras y murallas
derrumbadas. Y ya que en un momento dado los arqueólogos han
descubierto solamente una fracción de toda la evidencia que había
quedado sepultada, continuamente nos esperan sorpresas con respecto a lo
que era o no era parte de la antigüedad. Aun cuando el estudio de los
artefactos culturales se complemente con información adicional -desde la
lingüística histórica, inscripciones, antropología biológica, identificación
botánica no podemos estar absolutamente seguros. Por lo tanto, todas las

interpretaciones de los descubrimientos arqueológicos deberían ser
precedidas por las palabras "hasta ahora" y "parece ser".
La arqueología, por lo tanto, tiene sus
propias limitaciones inherentes, las cuales
obligan a los arqueólogos a hacer inferencias
razonables, aunque no con plena certeza,
basándose en los datos limitados y ambiguos
que encuentran. Por ejemplo, Michael Coe, de
la Universidad de Yale, trata de conectar a
ciertos dioses aztecas, cuyas características
conocemos principalmente a través de las
tradiciones registradas por los españoles en el
siglo dieciséis, con las imágenes de los
Olmecas que datan de 2.500 años antes y que
él considera representan dioses con
características similares a las de los dioses
aztecas.15 Su colega George Kubler,
basándose en la misma información, está
totalmente en desacuerdo;16 pero eso
también es cuestión de interpretación.
Mientras tanto, incluso en una región que se
supone es bien conocida, la Judea antigua,
las interpretaciones varían grandemente.

Hace dos generaciones el profesor William F.
Albright identificó el sitio de Tel Laquis como
la ciudad "Laquis" que se menciona en el
Antiguo Testamento con relación a las
invasiones asirias y babilónicas. Basó su
identificación en un informe tradicional de
Eusebio en el siglo cuatro d. de J.C. en donde
éste anota sitios y distancias entre un lugar y
otro, lo cual hace que tal ubicación sea un sitio
posible para esa ciudad del Antiguo
Testamento. El profesor Ahistrom, de la
Universidad de Chicago, ha puesto en duda
tal identificación. David Ussishkin, de la
Universidad de Tel Aviv, quien ha trabajado en
ese sitio por varios años, concuerda en que la
identificación es puramente circunstancial,
pero a su parecer es "sumamente
probable".17
Varios investigadores del Libro de Mormón
piensan que la gran región de Karninaljuyu, un
sector de la ciudad moderna de Guatemala,
podría corresponder a la ciudad de Nefi del

Libro de Mormón. ¿Es posible comprobar esta
identificación? Claro que no; pero cuando nos
conformamosconlasprobabilidades,
simplemente estamos siguiendo los métodos
más avanzados de la arqueología moderna. El
profesor L. R. Binford insiste que ante la
"ambigüedad en los hechos del registro
arqueológico", el arqueólogo debe "analizar
prudentemente las alternativas y después
llegar a una conclusión en cuanto a lo más
probable". En otras palabras, hablando en
términos arqueológicos, la verosimilitud se
convierte en el criterio para juzgar la veracidad
de una afirmación. 18
Eso es todo lo que podemos hacer. Después de todo, la ciencia, así
como la historia hecha por los hombres, es "eternamente tentativa", nos
asegura Popper, y agrega: "Sólo en nuestras experiencias subjetivas de
convicción, en nuestra fe subjetiva, podemos estar `absolutamente
seguros'.19 La ciencia no proporciona ningún equivalente por aquella "fe
subjetiva"; sin embargo, es sumamente interesante contemplar lo
razonable que parece ser ahora el relato de los nefitas, a la luz de los
descubrimientos de este último medio siglo.

La guerra
Un buen ejemplo de un tema sobre el cual
han cambiado radicalmente las opiniones de
los expertos y ahora concuerdan más con el
Libro de Mormón es el conflicto armado. Hasta
hace poco, la descripción prevalente de Me-
soamérica era que en la era clásica solamente
habían existido sociedades pacíficas, siendo
ejemplo de ello las ruinas espectaculares
mayas y de Teotihuacán que datan
aproximadamente de 300 a 800 años d. de J.
C.20 Se supone que los líderes mayas
debieron de haber pasado su tiempo
pacíficamente meditando y adorando un grupo
complejo de dioses, contemplando arte no-
table, participando de juegos filosóficos con su
calendario, en una palabra, actuando como
"los griegos del Nuevo Mundo". Unicamente
después del año 1000 d. de J.C. se supone
que el militarismo haya jugado un papel en la
historia de Mesoamérica.

En las décadas de 1950 y 1960 hubo
varias personas -Armillas, Rands y Palerm 21
que abogaron por la revisión de esta
descripción, pero nadie les escuchó. El gran
cambio ocurrió con la labor que realizó la
Universidad de Tulane en 1970 en Becán,
Península de Yucatán. El centro del sitio está
rodeado por una zanja de casi dos kilómetros
de circunferencia y promediando dieciséis
metros de diámetro. Los que la fabricaron
apilaron la tierra de tal manera que formaba
una loma del lado interior de la zanja. David
Webster describió el efecto militar de esta
fortificación:
"Es casi imposible arrojar algo hacia arriba
desde el exterior de esta fortificación. Los
defensores, posiblemente protegidos por una
empalizada,podíanhaberderramado
proyectiles de largo alcance sobre sus
enemigos usando hondas y lanzadores."22

Esto casi parece ser un paráfrasis de Alma
49:18-20. Pero Cortés, el conquistador
español, había visto varios tipos de
fortificaciones similares a ésta al atravesar los
bosques entre Tabasco, México, y Honduras
durante la década de 1520. ¿Fue Becán
simplementeunodeaquellossitios
posteriores e insignificantes que datan mucho
después de los tiempos del Libro de Mormón?
Webster demostró que la zanja y la muralla de
Becán fueron construidas aproximadamente
entre 150 y 450 años d. de J.C., fechas que
comprenden la época en que Mormón y
Moroni vivieron y pelearon. 23
Desde entonces ha surgido mucha evidencia que apoya este hecho.
En la actualidad se conocen más de cien sitios fortificados. La labor de
Ray Matheny en Edzna reveló una fortificación grande, rodeada de un
foso, que data de los tiempos de Cristo.24 Loma Torremote, en el valle de
México, ya era un poblado empalizado arriba de una loma para el año 400
d. de J.C. 25 Una porción de los tres kilómetros de murallas defensivas en
las famosas ruinas de Monte Albán datan de antes de 200 a. de J. C. 26 El
centro de Los Naranjos, en Honduras occidental, estaba completamente
rodeado por una zanja grande en algún período comprendido entre los
años 1000 y 500 a. de J. C.27 Además de los sitios, se ha encontrado arte
gráfico, restos de armas y figuras de guerreros que datan de diferentes

períodos. También se han encontrado murallas de piedra. (Compárese con
Alma 48:8. )28 Y la percha pública de calaveras (el tzompantli azteca) que
utilizaban los aztecas en la época de la Conquista, con el fin de atemorizar
a los que quisieran rebelarse en contra de su control militar, ha sido descu-
bierto ahora en el Valle de Cuicatlán en Oaxaca, y data de antes del
tiempo del Cristo.29
Cada vez se hace más patente que las
prácticas militares que se utilizaban cuando
los europeos llegaron se remontan a principios
de la historia de Mesoamérica. No obstante,
hasta hace unos diez años la mayoría de las
descripciones publicadas acerca de la vida
antigua en tal región contradecían di-
rectamente esta opinión.
Un incidente reciente demuestra la manera
en que las opiniones anticuadas pueden
intimidar a las personas. Uno de mis ex
alumnos me escribió preocupado porque su
profesor en una universidad del este de los
Estados Unidos le había asegurado que el
arco y la flecha, que se mencionan en varias
ocasiones en el Libro de Mormón, no
existieron en Mesoamérica hasta el año 900 d.

de J.C. Pero yo pude asegurarle que en un
tiesto descubierto en el centro de México se
encuentra grabada la imagen de un hombre
con tal arma. Este fragmento data de aproxi-
madamente ochocientos años antes de la
fecha citada por el profesor.30
A la luz de los recientes descubrimientos
en lo que respecta a Mesoamérica, ahora
parecen ser completamente razonables la
descripción de las fortificaciones en Alma 48
hasta 3 Nefi 3, las frecuentes batallas
registradas en los relatos jareditas y nefitas, la
cantidad de bajas, muchas de las tácticas y
armas empleadas, el sistema de organización
de los ejércitos y otra información sobre el
tema que nos comunica el Libro de Mormón.
La población
En 1560, Fray Bartolomé de las Casas
calculó que cuarenta millones de americanos

nativos habían perecido "injustamente y bajo
tiranía" en la Nueva España en las dos
generaciones que transcurrieron después del
descubrimiento hecho por Colón.31 En la dé-
cada de 1930, el antropólogo A. L. Kroeber
calculó que al tiempo de la llegada de los
europeos, la población total del hemisferio era
8.4 millones, una cantidad muy inferior.32
Estos extremos ilustran la dificultad que existe
en tratar de calcular el monto de la población,
y los cálculos a menudo reflejan los tiempos
de los hombres que los hicieron. Las cifras de
Kroeber indudablemente fueron afectadas por
el pesimismo de la Gran Depresión Nor-
teamericana que afectó a historiadores,
antropólogos y otros científicos. Por otra parte,
la evaluación que hizo Henry Dobyn de los
datos disponibles le llevaron a concluir, en el
próspero año de 1966, que en el año 1.500 d.
de J.C. había habido una población de
aproximadamente noventa millones de nativos

y que más de cuarenta millones habían
habitado México y la América Central. 33
Los estudios de la población, claro está, no
se basan en la especulación ni en
interpretaciones caprichosas. Al examinar más
detenidamente las fuentes históricas y
arqueológicas, y al corregirse mutuamente los
especialistas mediante sus críticas, está
surgiendo una mejor comprensión de las cifras
reales. La obra de William Denevan de 1976,
The Native Population of the Americas in 1492
(La población nativa de las Américas en
1492), tomó en consideración todos los
argumentos. El cálculo al que llegó, de 57
millones en todo el hemisferio, parece ser un
número probable. Llegó a la conclusión de
que en México y Centroamérica había una
poblacióndeaproximadamente27
millones.35Es más, de acuerdo con Fernando
de Alva Ixtlilxochitl, quien en la era después
de la conquista utilizó documentos nativos

como fuente para su historia del centro de
México, los "toltecas" del siglo diez realizaban
guerras con millones de guerreros y sufrieron
bajas de más de 5.6 millones." Aun tomando
en cuenta una posible exageración, estas
cifras siguen siendo razonables, como lo son
las bajas de 230.000 guerreros que se
atribuye a los nefitas seiscientos años antes.
(Véase Mormón 6:10-15.)
Las cantidades que citaban los demógrafos hace décadas con respecto
a la población mesoamericana no podían conciliarse con las declaraciones
del Libro de Mormón en cuanto a la destrucción de millones de personas
en las guerras finales de los jareditas y nefitas. Ahora, el análisis de los
datos con respecto a las tierras que fueron ocupadas, la ecología, el tamaño
de las poblaciones, las bajas en las guerras y otros factores relacionados
con la población que podemos encontrar en el texto del Libro de Mormón
muestra una importante constancia y realismo en los cambios
demográficos registrados en este libro. De igual manera, las cifras
absolutas registradas en el libro quedan dentro de los mismos límites que
las cantidades que los actuales investigadores de Mesoamérica consideran
como aceptables.
El uso de metales
Los críticos han considerado como
problemaespecialciertosartefactos
específicos que menciona el texto del Libro de

Mormón y que no tienen ningún paralelo
conocido en la América antigua. Sin embargo,
tanto los que critican como los que apoyan
este tema han demostrado que tenían un
conocimiento insuficiente tanto de las decla-
raciones de las Escrituras como del material
cultural comparable del lugar y la época
correctos.
Durante muchos años, los científicos que
se especializan en el área de Mesoamérica
contendieronquelametalurgiaera
desconocida en esta región hasta después del
final de la era clásica, alrededor del año 900 d.
de J.C. Por otra parte, el Libro de Mormón
indica que los nefitas utilizaron el hierro, el
cobre, el bronce, el acero, el oro y la plata casi
desde principios de su historia (2 Nefi 5:15), y
los jareditas utilizaron el oro, la plata y otros
metales más de mil años antes. Sin embargo,
los nuevos datos e interpretaciones de nuevo
apoyan las afirmaciones del Libro de Mormón.

La mayoría de los artefactos metálicos de
Mesoamérica pertenecen a los siglos previos
a la Conquista Española. Aun en esos
tiempos, no había una provisión abundante de
metales en la región, de modo que es posible
que éstos los volviesen a utilizar, o los fun-
dieran y los volvieran a moldear. Claramente,
si estos objetos eran de tanto valor, sería en
ocasiones muy raras que sus dueños los
dejaran en donde los arqueólogos pudieran
descubrirlos. Los objetos metálicos que se
han llegado a descubrir generalmente son pe-
queños o fueron colocados a propósito como
ofrenda en tumbas y sitios sagrados. El hecho
de que ya se hayan encontrado una docena o
más de piezas de metal que datan de antes
de 900 años d. de J.C. y se remontan hasta
100 años a. de J.C. nos asegura que este
pueblo tenía conocimientos de la metalurgia.
Pero sin duda, estos objetos de metal eran
relativamente raros y muy valiosos. Patterson
supone que la razón por la que había

comparativamente poco metal en los tiempos
precolombinos es que era sumamente difícil
minar los depósitos de mena con la tecnología
tan limitada con que contaban.36
No obstante, es intrigante el hecho de que
no encontremos mayor evidencia de las
habilidades metalúrgicas aparte de la pequeña
cantidad de piezas que se han encontrado.
Sabemos que los peruanos usaban ciertas
técnicas metalúrgicas sencillas poco después
del año 2.000 a. de J.C.37 Ya que es
ampliamente aceptado el que hubo contacto
entre Perú y Mesoamérica, sería asombroso
que un conocimiento cultural tan valioso como
lo es la metalurgia no se hubiera transmitido
del primer pueblo al segundo.38 Aun si no
tomamos en consideración la posibilidad de
que esta técnica haya procedido del otro lado
del océano, el que los peruanos hayan tenido
este conocimiento nos sugiere firmemente que
la teoría arqueológica aceptada a este res-

pecto ha sido errónea, y que de hecho los
pueblos mesoamericanos tenían mayor
conocimiento de esta tecnología de lo que se
ha podido descubrir hasta el momento.
Los estudios que se han verificado con
relación a los idiomas apoyan el concepto de
que se usaron metales en Mesoamérica a
principios de su historia. Durante muchos
años los lingüistas han estado comparando
los idiomas que aún sobreviven y que están
relacionados entre sí, con el fin de reconstruir
los proto-idiomas de los que se derivaron. Los
profesores Longacre y Millon han reconstruido
parte del idioma proto-mixteco que se habló
en el estado de Oaxaca, México y áreas cir-
cunvecinas. De acuerdo con sus datos,
parece haber existido una palabra alrededor
del año 1.000 a. de J.C. que quería decir
metal (o cuando menos campana de metal).39
El estudio que realizó Kaufman de los idiomas
Tzeltal-Tzotzil mostró que en la región maya

hubo otra palabra para metal que se originó
cerca del año 500 d. de J.C.; pero también se
encuentra la misma raíz en el idioma
huasteco, un idioma maya que se piensa se
separó del grupo principal alrededor del año
2.000 a. de J.C.40 Mientras tanto, Campbell y
Kaufman, en un estudio importante sobre el
idioma proto-mixe-zoqueo, demostraron en
forma bastante conclusiva que éste era el
idioma principal de la civilización Olmecas.
Este idioma también tenía una palabra para
metal, que ellos pensaban que se había origi-
nado a más tardar en el año 1.500 a. de
J.C.41 Así que los lingüistas históricos ahora
nos demuestran que mucho antes del año
1.000 a. de J.C. parece haberse conocido y
probablemente utilizado el metal en las tres
familias lingüísticas más importantes de la
Mesoamérica más antigua. Podemos confiar
en que en el futuro los arqueólogos encontra-
rán artefactos metálicos, por muy raros que

sean,paracomplementarlaescasa
información que se tiene en la actualidad.
Entre los metales que el Libro de Mormón
menciona se encuentra el ziff. (Véase Mosíah
1 1:8.) Hay varias derivaciones hebreas de
este término que son razonables, ya sea con
el sentido de "brilloso o "laminado". Entre las
substanciasmesoamericanasconocidas,
quizás sea la tumbaga la posibilidad más
lógica.42 Esta aleación de cobre y oro se
producía comúnmente en Colombia y
Centroamérica pero también se ha encontrado
en un sitio maya.43 Otra posibilidad es la
singular aleación de cobre y estaño que
descubrieron Rubin de la Borbolla, Caley y
Easby en el occidente de México.44 O quizás
el Ziff haya sido el estaño solo. Los científicos
metalúrgicos modernos tienden a creer que en
la actualidad ya se conocen todas las
aleaciones y que no hay nada nuevo, como el
ziff, aún sin identificar.

Un caso paralelo nos ayudará a apreciar
que sigue habiendo problemas para resolver
con relación al análisis físico y a la
identificación de metales. Fuentes rusas
medievales hacen referencia al metal kharsini.
A través de un estudio minucioso de los
documentos, recientemente se le ha
identificadotentativamentecomouna
substancia nativa compuesta de arsénico y
antimonio. Los científicos habían supuesto
anteriormente que el kharsini era el latón.45 Al
igual que en este caso paralelo, Caley y
Easbycriticaronalosarqueólogos
mesoamericanos por "rehusarse tercamente a
aceptar los hechos" con relación a la
explotación, fundición y uso del estaño en los
tiempos precolombinos. Los arqueólogos
generalmente habían negado la presencia
misma de este metal en los días
prehispánicos.46

Lo importante de toda esta explicación es
lo que nos enseña acerca del terna
"conocimiento". En este momento no sabemos
lo que es el Ziff. Y no importa cuán completos
crean los metalúrgicos y los arqueólogos que
sean sus datos en la actualidad, podemos
confiar en que al seguir realizando estudios
más profundos se descubrirá información
adicional con respecto a la composición
química de los artefactos que va se han
desenterrado, los descubrimientos que se
harán en el futuro, la terminología de los
metales, etc. Por ejemplo. nos gustaría ver
realizado un estudio más detallado del
contenido de una vasija de barro que hace
años descubrió en Tcotihuacán, México, el ar-
queólogo sueco Sigvald Linne, que data de
300-400 años d. de J.C. y contiene una masa
de "apariencia metálica" que incluye cobre y
hierro.47 Al mismo tiempo, los Santos de los
Ultimas Días que tengan interés en el tema
deberán examinar cuidadosamente el texto

del Libro de Mormón para analizar y
correlacionar cada afirmación e implicación
acerca de los metales. Solamente de esta
manera podrá realizarse una comparación
adecuada. Sin embargo, el "problema" del uso
de los metales en el Libro de Mormón ya
parece haberse acercado mucho a su
solución.
En un sentido más amplio, la tesis de este
artículo es la investigación como un proceso
continuo y abierto. No es aconsejable que los
lectores Santos de los Ultimas Días ni los
arqueólogosprofesionalespermanezcan
estáticos. El lector Santo de los Ultimas Días
que desee profundizar más allá de un estudio
somero de la "evidencia" debe desarrollar
habilidades y multiplicar las maneras en que
puede analizar un texto antiguo. Los
arqueólogos harían bien en aprender que
aunque un documento de tiempos remotos
pueda contener material religioso desconocido

para ellos, aun así puede ofrecerles una
comprensión nueva acerca de los restos
físicos que les interesan. Es contraproducente
que los miembros de la Iglesia y los
arqueólogos desconozcan el trabajo del uno y
del otro, ya que el curso más conveniente
para seguir es cl de una actitud estudiosa por
parte de ambos.
NOTAS
1 . Thomas Kuhn, The Structure of Sriptures`
Revolutions (Chicago: University of Chicago
Press, 1962).
2. Kurl R. Popper, Tlm Logic o/Scientific
Di.saaygrv (Ncw York: Basic Books, 1959),
pág. 280. "Ha llegado a verse como un ídolo el
antiguo ideal científico de la episteme, del
conocimientoabsolutamenteciertoy
demostrable. En la actualidad se exige que
haya una objetividad científica, la cual hace
que sea inevitable el que toda afirmación

científica sea eternamente tentativa. Es
posible que ésta sea corroborada, pero toda
corroboración depende también de otras
afirmaciones que de nuevo son tentativas.
Sólo en nuestras experiencias subjetivas de
convicción, en nuestra fe subjetiva podemos
estar `absolutamente seguros'." (Cursivas en
cl original.)
3. M. Wells Jakeman, "The Ancient
Middle-American Calendar System: Its Origin
and Development", Brigham Ynung Univerrity
(BYUJ Publications in Archaeology and Early
Historv, núm. I , 1947; Hugh Nibley, "Thc Book
of Mormon as a Mirror of the Easf",
lmprovementEra 51 (1948), págs. 202-04,
249-51; Sidney B. Sperry, Our Book qf
Mormon (Salt Lake City: Stevens and Wallis,
1947).
4. John W. Welch, "A Study Rclating
Chiasmus in the Book of Mormon to Chiasmus
in the Old Testament, Ugaritic Epics, Homer
and Selected Grcck and Latin Authors", Tesis

para Maestría, Brigham Young University,
1970; John W. Welch, editor, Chia,smu.s in
Antiyuih, (Hildesheim: Gerstenbcrg Vcrlag,
1981). Véale también Liahona, mayo de 1984,
pág. 13.
5. Roben Wauehope, Lo.sl Trihc•.c ancl
Sunken Ccnttinent.n (Chicago: Univcrsity of
Chicago Prcss, 1962). Michacl D. Coe,
"Mormons and Archacology: An Outsidc Vicw",
Dicrlog«e 8 (1973), págs. 4()-48.
6. A pesar de haber cierto desacuerdo en
cuanto a los detalles, a continuación aparecen
en orden cronológico aquellos que han llegado
u conclusiones similares a éstas: J. A. y J. N.
Washburn, An Approaclt to the St«c/v uf l3ook
o/Mnrrnnn Geography (Provo: Ncw Era
Publishing. 1939); M. Wells Jakeman en sus
clases en BYU y conferencias públicas desde
por lo menos 1946 en adelante; Thomas
Stuart
h ntngra/in ele «« nl?jc•to de oro e_Vraidu de/
C'e r«ne de Sí¡< ri/icin. Chicl«e Itzá.

Ferguson, Camorah-Where? (Independence,
Missouri, 1947); Milton R. Hunter y Thomas
Stuart Ferguson, Ancient America and the
Book o/ Mormon (Oakland, California: Kolob
Book Co., 1950); Ross T. Christensen, "The
Present Status of Book of Mormon
Archaeology: Part 2", Millenial Star (octubre de
1952), pág. 234 y subsiguientes; John L.
Sorenson, "Where in the World? Views on
Book of Mormon Geography", Book of
Mormon Working Paper No. 8, circulado
privadamente, 1955; V. Garth Norman,
"Book-of-Mormon Geography Study on the
Narrow Neck of Land Region", Book of
Mormon Geography Working Paper No. I ,
circulado privadamente, 1966; Sidney B.
Sperry, Book o/ Marmon C amhendinm (Salt
Lake City: Bookcraft, 1968), págs. 447-51;
Hugh Nibley, "The Book of Mornion and the
Ruins", Foundation for Ancient Rescarch and
Mornion Studies, Nihlel Archive Reprint
BMA-BM (1980), pág. 2; David A. Palmer, /n

Search o/ C'umorah: Nesr Evide ice s,/nr tlte
Buuk o/ Mormnn li-om Ancient Mexico
(Bountiful, Utah: Horizon Pub]¡ shers, 1981).
7. Por ejemplo, Norman A. MeQuown,
"Indigenous Languages of Native America",
Ame ricalt Anthropologi.st 57 (1955), págs.
501-70. 8. Muchos científicos han analizado
los pasajes del Libro de Mormón que afirman
una posible limitación geográfica en cuanto a
las tierras nefitas (y jareditas). Un ejemplo son
los últimos escritos de Sidney B. Sperry,
profesor de Escrituras en la Universidad
Brigham Young durante muchos años, quien a
menudo analizó las implicaciones de tales
pasajes como Omni 1:20-21; Mosíah 8:7-12
con Alma 22:30-32; Mormón I-5; Eter 9:3; y
Eter 14 y 15. Véase también J. Nile
Washburn, Bnnk o/ Mnrmon Lands and Times
(Salt Lake City: Horizon Publishers, 1974),
págs. 205-17, 283-87; y Ferguson, 1947, y
Palmer, 1981, citados en la nota 6. 9. Michael
D. Coe, "Early Steps in the Evolution of Maya

Writing", en H. B. Nicholson, compilador,
Origins o/ Religioua Art and Iconngrctplt.~, ll1
PreclassicMesoamericw (Los Angeles: UCLA
Latin American Center and Ethnic Arts Council
of Los Angeles, California, 1976), págs.
11()-11.
10. Además de las fuentes citadas en las
notas 6 y 8, vea también John L. Sorenson,
An Ancie nt Ame rican Setting,/ór the Book n/
Mornion (Provo: Foundation for Ancient
Research and Mornion Studies, en impresión).
11 . Consideren el siguiente razonamiento: (1)
El cerro de Cumora de los nefitas y el de
Rama de los jareditas eran el mismo (Éter
15:1 l). (2) Esta región, cubierta de huesos
(Omni 1:22; Mosíah 8:8; y 21:2(-27; etc. ), y
también una "región de muchas aguas, ríos y
fuentes" (Mormón 6:4; Eter 15:8), se
encontraba en la tierra de Desolación, que
colindaba con la tierra de Abundancia en la
pequeña lengua de tierra (Alma 22:29-32). (3)
En los capítulos 3 a 6 de Mormón, se aclara

que las batallas finales de los nefitas se
ubicaron principalmente en el área general de
la ciudad de Desolación, que se encontraba
en la tierra de Desolación "cerca del pasaje
estrecho que conducía a la tierra del sus'
(Morrión 3:5, 7). (4) Y por lo tanto, de acuerdo
con este razonamiento, Cumora, que fue el
campo de la batalla final entre los nefitas y los
lamanitas, se encontraba cerca de la pequeña
lengua de tierra. 12. 1. M. Lcwis, ---Force and
Fission in Northern Somalí Lineage Structure",
American Anthropologist 63 (1961), pág. 109;
F. Barth, "Segmentary Opposition and the
Theory of Games: A Study of Pathan
Organization",Journalo/theHoyal
Aitthrnpological Instittcte 89 (1959), pág. 7; W.
F. Albright, Yahiveh and the Gods o/ Canaan:
A Hisinrical Anal -Nsis ofTsco Contrasting
Faifrs (London: University oí' London The
Virgule Athlone Press, 1968), pág. 82; Nigel
Davies, "The Aztec Concept of History: Tula
and Teotihuacán", artículo presentado en el

44o.CongresoInternacionalde
Americanistas, Manchester, 1982. 13. William
F. Albright, The Archcreologt ofPalestine
(Harmondsworth: Penguin Books, 1949),
págs, 85-87; Richard A. Diehl, "Tula", en J. A.
Sabloff, compilador, Supplement to the
Handbook oj Middle American 1ndians, Tomo
1 , Archaeology (Austin: University of Texas
Press, 1981), pág. 291. 14. Kathleen M.
Kenyon, The Bible and RecentArchaeology
(Atlanta, Georgia:
r®--
John Knox Press, 1978), págs. 33-43. 15.
Michael D. Coe, Mexico, 2a. edición (New
York: Praeger, 1977), pág. 86. 16. George
Kubler, "The Iconography of the Art of
Teotihuacán", Dumbarton Oaks Studies in
Pre-Columbian Art and Archaeology, Núm. 4
(Washington, D.C.. 1967), págs. 1 1-12. 17. La
disputa en cuanto a la identificación se
resumió en una conferencia de Ussishkin en la
Universidad Brigham Young en febrero de

1982. 18. Lewis R. Binford, "Reply", Current
Anthropology 24 (junio de 1983), pág. 373; las
cursivas aparecen en el original. 19. Véasela
nota 2. 20. David L. Webster, Defensive
Artworks at Becan, Campeche, Mexico:
Implications for Maya Warfare, (Tulane
University,MiddleAmericanResearch
Institute, Publication 41, 1976), pág. 108. 21.
AngelPalerm,"Notassobrelas
Construcciones Militares y la Guerra en
Mesoamérica", Anales del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (México), 7 (1956),
págs. 123-34; Pedro Armillas, "Mesoamerican
Fortifications", Antiquity 25 (1951), págs.
77-86; Robert L. Rands, Some Evidences of
Warfare in Classic Maya Art, disertación
doctoral, Columbia University, New York, 1952
(University Microfilms Doctoral Dissertation
Series no. 4233, 1952). 22. Webster, pág. 96.
23. Ibid, pág. 87. 24. Ray T. Matheny, Deanne
L. Gurr, Donald W. Forsyth, y F. Richard
Hauck, Investigations at Edzna, Campeche,

Mexico, Volume 1, Part I: The Hydraulic
System (Brigham Young University, New
World Archaeological Foundation, Paper 46,
1983), págs. 169-91). 25. "Current Rescarch",
American Antiquitv 45 (1980), pág. 622. 26.
Richard E. Blanton y Stephen A. Kowalewski.
"Monte Alban and after in the Valley of
Oaxaca", en J. A. Sabloff, compilador,
Supplement to tlre Handbook o/ Middle Ame
rican lndians, tomo I , Archaeology (Austin:
University of Texas Press, 198 I ), pág. 100.
27. Claude F. Baudez y Pierre Becquelin,
EtudesMe.soanréricaines,tomo2,
Arclréologiecle Los Naranjos, (Mexico: Mission
Archéologique et Ethnologique
Franc"dise au Mexique, 1973), págs. 3-4. 28.
Palerm, pág. 129; Webster, pág. 98. 29.
Charles S. Spencer y Elsa M. Redmond,
"Formativa and Classic Developments in the
Cuicatlán Cañada: A Preliminary Report', en
Robert D. Drennan, editor, Pre historic Social,
Political, and Econornic De ve loprne nt in the

Area of the Tehuacan Vallev: Some Results o/
the Palo Blanco Project. University of
Michigan, Museum of AnthropologyTechnical
Reports, núm. 11 (Research Reports in
Archaeology, Contribution 6), 1979, pág. 211.
30. Florencia Muller, "Instrumental y Armas",
en Sociedad Mexicana de Antropología,
Teotihuaccín: Onceava Mesa Redonda
(México, 1966), pág. 231. 31. Henry F.
Dobyns, "Estimating Aboriginal American
Population: An Appraisal of Techniques with a
NewHemisphericEstimaté',Current
Antltropology 7 (1966), pág. 396. 32. Ibid- pág.
396. 33. Ibid., pág. 416. 34. William M.
Denevan, editor, The Native Population of the
Americas in /492 (Madison: University of
Wisconsin Press, 1976), págs. 289-92. 35.
Alfredo Chavero, editor, Obras Históricas de
Don Fernando de Alva lxtlilxochitl, 2 tomos
(México, 1891-1892). 36. Clair C. Patterson,
"Nativa Copper, Silver, and Gold Accessible to
Early Metal lurgists", American Antiquitv 36

(1971), pág. 331. 37. J. W. Grossman, "An
Ancient Gold Worker's Tool Kit: The Earliest
Metal Technology in Peru", Archaeology 25
(1972), págs. 27075; A. C. Paulsen,
"Prehistoric Trade between South Coastal
Ecuador and Other Parts of the Andes", tesis
presentada ante la 37a. reunión anual de la
Sociedad de Arqueología Americana, 1972.
38. J. Charles Kelley y Carroll L. Riley, cds-
Precolumbian Contact within NuclearAmerica,
Southern Illinois University, Carbondale,
Research Records of the University Museum,
Mesoamerican Studies 4, 1969. 39. R. E.
Longacre y Rene Millon, "Proto-Mixtecan and
Proto-Amuzgo-Mixtecan Vocabularies: A
Preliminary Cultural Analysis", Anthropological
Linguistics 3 (1961), pág. 22. 40. Terence
Kaufman, "El Proto-Tzeltal-Tzontzil: Fonología
Comparada y Diccionario Reconstruido",
Universidad Nacional Autcínorrta de México,
Centro de Estudios Mavas, Cuadernos 5
(1972). pág. 118; Marcelo Alejandre, Cartilla

Huasteca con su Gramática, Diccionario Y
Varias Reglas para Aprender el Idioma,
Secretaría de Fomento, México, 1899, págs.
84, 88; H. de Charency, "Les Noms de Metaux
chez Différents Peuples de la Nouvelle
Espagne",Congreslnternacionaldes
Americanistes, Compte-Rendu, Paris 1890,
Paris, 1892, págs. 539-41. 41. Lyle Campbell
y T. Kaufman, "A Linguistic Look at the
Olmecs", American Antiquity 41 (1976), págs.
80-89. 42. Read H. Putnam, "Were the Platas
of Mormon of Tumbaga?" Papers, l5th Annual
Symposium on the Archaeology of' the
Scriptures (Provo, Utah: BYU Extension
Publications,1964),págs.101-09.
Actualmente disponible como Reimpresión
PUT-64 de Foundation for Ancient Research
and Mormon Studies (FARMS) (P.O. Box
7113, University Station, Provo, UT 84602,
USA). 43. David M. Pendergast, "Tumbaga
Object from the Early Classic Period, Found at
Altun Ha, British Honduras (Belize)", Science

168 (3 de abril de 1970), págs. I 16-18. 44. R.
R. Caley y D. T. Easby, Jr.. "New Evidence of
Tin Smelting and the Use of Metallic Tin in
Pre-ConquestMexico",35o.Congreso
Internacional de Americanistas, México, 1962,
Actas v Memorices, Tomo 1, México. 1964,
pág. 511. 45. L. G. Alieva y A. M. Gasanova,
"Problem of the Unknown Metal Kharsini in
MedievalWrittenSources",Dokktdv
Akademva Nauk Azerbaid_lranskoi SSR 37.
núm. 4 (1981), págs. 84-87: un extracto en
inglés se encuentra en Art and Archacology
Technical Abstractct.s 19 (1982), pág. 111. 46.
Caley y Easby, págs. 507-17. 47. Sigvald
Linne,MexicanHiglrlandCultures,
EthnographicalMuscumofSwedcn,
Stockholm, Publication 7. 1942. pág. 142.

12 octubre 2007

Caballos en El Libro de Mormón





LIBRO DE MORMÓN: CABALLOS EN LA AMÉRICA PRECOLOMBINA

Luis A. Benito
Universidad de Saint-Louis

Una de las críticas más persistentes al Libro de Mormón es que dice que había “caballos” en las Américas antes de la llegada de Colón. Estas críticas se vieron fortalecidas por la contundente declaración de la Smithsonian Institution en 1982: “Los indios americanos no tenían caballos, burros ni camellos antes de 1492 […]. Estos animales se extinguieron en torno a 10.000 a.C.” (Smithsonian 1982).

Para los antimormones aficionados, éste es un argumento que todavía usan: el impostor Joseph Smith inventó el Libro y debido a su ignorancia metió caballos en la narración, sin saber que los equinos americanos habían desaparecido con el Pleistoceno, y que los caballos indios descendían de los españoles (de los caballos españoles).

Los antimormones profesionales, sin embargo, hace tiempo que ya no usan ese argumento, en vista de los nuevos hallazgos arqueológicos y de los antiguos que ahora se reconsideran desde 1982. Ahora prefieren hablar de masones y talismanes mágicos y búsquedas de tesoros, para ver si desacreditan ya de una vez a Joseph Smith, que se les resiste demasiado.

Efectivamente, las evidencias arqueológicas empiezan a cabalgar en contra de estos entrañables cruzados que nos hemos echado, y, aunque hemos de ser muy cautos a la hora de hablar de pruebas irrefutables, lo cierto es que estas evidencias convierten en verosímil, es decir, en más que probable, la existencia de caballos en Centroamérica y zonas de Norteamérica mucho antes de Colón y mucho después del Pleistoceno.

Las declaraciones de la Smithsonian Institution, tanto la de 1982 como la revisión de 1996, que casi negaban cualquier contacto entre el Viejo Mundo y América antes de Colón, fueron contestadas ampliamente por expertos mormones, especialmente por John Sorenson, quien aportó un lote abrumador de evidencias arqueológicas a favor de dichos contactos transoceánicos, basado en una legión de autores ajenos al mormonismo, bien reputados en sus campos y algunos incluso asociados a la Smithsonian. Ésta dejo de publicar sus declaraciones negativas desde marzo de 1998. El apologista mormón Jeff Lindsay la solicitó, como postura oficial sobre el mormonismo. La Smithsonian, ya muy moderada, le contestó en febrero de 2001 que “El Libro de Mormón es un documento religioso y no una guía científica. La Smithsonian Institution nunca lo ha usado en investigaciones arqueológicas, y cualquier información que usted haya recibido en sentido contrario es incorrecta” (Ver http://www.jefflindsay.com/LDSFAQ/smithsonian.shtml).

QUÉ DICE EL LIBRO DE MORMÓN
1 Nefi 18:25 dice que los nefitas econtraron “caballos” en el desierto después de llegar al nuevo continente, seguramente Centroamérica: “Y ocurrió […] que había animales de toda especie en los bosques; tanto la vaca como el buey, y el asno, y el caballo, y la cabra, y la cabra montés, y toda clase de animales silvestres, los cuales el hombre podía utilizar”.

2 Nefi 12:7 dice que había muchos en la tierra: “Su tierra también está llena de plata y oro, sus tesoros no tienen fin; también su tierra está llena de caballos, y sus carros son sin número”.

Enós 1:21 dice que fueron domesticados por los nefitas: “Y aconteció que el pueblo de Nefi […] crió rebaños de reses, y manadas de toda clase de ganado […], y también muchos caballos”.

Eter 9:19 habla de que los jareditas “también tenían caballos y asnos […], todos los cuales eran útiles para el hombre”.

Adviertan ustedes que el Libro de Mormón no describe caballos en las batallas, ni caballos montados por los nefitas, y apunten este dato porque es posible que nos ayude un poco más adelante. Es cierto que hay dos pasajes de caballos y carruajes (Alma 18:9-12, cuando Ammón prepara los caballos del rey, y 3 Nefi 3:22, que dice que los nefitas de Laconeo “habían reunido sus caballos, y sus carros, y su ganado, y todos sus hatos y rebaños, y su grano, y todos sus bienes […] para que se juntasen, a fin de defenderse de sus enemigos”), pero no dice en qué manera los caballos trabajaban excepto que acompañaban a un rey en un viaje corto. No especifica lo que los caballos hacían. Noten que en 3 Nefi 4:4 se asocia a los caballos con “ganado” y con “rebaños”, en una situación de supervivencia durante el largo sitio de una ciudad: “

[…] y los nefitas se hallaban en un solo grupo, y era grande su número, y se habían provisto de víveres y de caballos, y ganado, y rebaños de toda clase, para poder subsistir por el término de siete años”. El otro pasaje que habla de caballos y ganado es 3 Nefi 6:1, donde dice que “los nefitas volvieron todos a sus propias tierras, todo hombre con su familia, sus rebaños y hatos, sus caballos y su ganado, y cuantas cosas le pertenecían”.
Y se acabó. Ya no se mencionan más caballos en todo el Libro, salvo en las citas de Isaías. Esta última mención es del año 26 d.C. Según esto, los caballos asoman en las siguientes fechas y lugares:

Con los jareditas, en torno al 2200 a.C., durante el próspero reinado de Emer, al norte de la “estrecha lengua de tierra” (probablemente la zona de Oaxaca en México).

Entre los primeros nefitas y lamanitas, según los dos primeros libros de Nefi, en “la tierra de la primera herencia”, probablemente la zona de Guatemala-El Salvador-Honduras (600-570 a.C.).
En la tierra de Nefi, quizá el sur de México y Guatemala, en tiempos de Enós (450-420 a.C.).

Entre los lamanitas, en el episodio de Ammón y el rey Lamoni en el libro de Alma (90 a.C.).
En los años previos a la manifestación de Jesucristo en Zarahemla, probablemente al sur de la Península de Yucatán (18-26 d.C.).
Es llamativo que en los cuatrocientos años siguientes no se mencione ni una vez más ningún caballo. Estamos hablando, pues, de referencias muy localizadas en grupos muy localizados. No se afirma nunca que los caballos se extendieran como conejos por todo el continente americano. Es decir, el Libro de Mormón dice que sólo unos cuantos grupos en regiones limitadas del Nuevo Mundo conocían el caballo.

¿HAY O NO HAY RESTOS DE CABALLOS EN LA AMÉRICA PRECOLOMBINA?

Sí. Lo hay! Hay restos. Lo único que desconcierta a ciertos investigadores es que el Libro de Mormón dice que “la tierra estaba llena de caballos”. Entonces suponen que el Libro quiere decir que toda América estaba llena de caballos, por lo cual se deberían haber encontrado miles de huesos o dientes o muelas equinas. Pero no es así. El Libro de Mormón no dice tales disparates. La tierra de los nefitas era un área pequeña, una superficie como El Salvador. A partir de esa tesis sí que es posible pensar en pequeños reductos de caballos que apenas han dejado huellas.

Hay que tener en cuenta que pequeños grupos de animales en regiones limitadas algunas veces no dejan restos arqueológicos. Por ejemplo, según Gwyn Jones, es más que probable que los vikingos llevasen caballos, vacas, ovejas, cabras y cerdos al Este de Norteamérica en el siglo XI d.C. (Jones 1986:119), pero estos animales no han dejado restos (Wahlgren 1986:124). Otro ejemplo: los olmecas seguramente criaron perros y pavos, porque son animales muy presentes en los períodos tempranos del continente americano, pero tampoco hay restos de ellos. Es posible que los huesos hayan desaparecido por la acción de la humedad y la acidez de la tierra (Soustelle 1984:23). Último ejemplo, quizá el más significativo: los hunos de Asia Central durante los siglos IV y V d.C. tenían un potente ejército basado en la caballería. Hablamos de cientos de miles (quizá millones) de caballos. Bien, pues ¿pueden decirme dónde están los restos de caballos hunos? ¿Cuántos huesos de caballos hunos hemos encontrado? ¿No lo sospechan?... Se lo diré: Cero. Ninguno. Ni un molar (Bokonyi 1974:267). Sabemos de estos caballos por lo que nos cuenta la Historia escrita, pero no hay pruebas palpables, si por pruebas palpables entendemos restos de huesos.

Completemos nuestra perspectiva con la arqueología bíblica. Se destinan muchos millones de dólares a las excavaciones en las tierras bíblicas, muchos más que a la “arqueología mormona”. Ustedes saben que la Biblia menciona leones en Palestina. Pero durante decenas de años no se encontró un solo resto de león allí. Fue en 1988 cuando se encontraron dos pequeñas muestras (Martin 1988:83-84). Hasta entonces los arqueólogos ateos y los escépticos se reían de los judeo-cristianos. Y lo mismo ha sucedido con nosotros hasta hace poco: ciertos fundamentalistas bíblicos se reían del Libro de Mormón por lo de los caballos.
Así que tengan todos paciencia e infórmense. Mientras tanto, vamos con los hallazgos de restos de caballos confirmados:
Ya en 1941 Ivan Sanderson declaró que “hay un cuerpo de evidencias tanto de América Central como de las zonas rocosas de Haití […] que muestran que el caballo pudo ser conocido por el hombre de las Américas antes de la llegada de los españoles […] Es concebible que pequeñas poblaciones de caballos o animales semejantes continuasen existiendo hasta épocas muy posteriores en rincones de los dos continentes donde las condiciones fuesen favorables y donde fuesen libres de los ataques de otros animales y de enfermedades de parásitos que pudiesen causar su exterminio” (Sanderson 1941:39-40).

Yucatán, concretamente Mayapán: en un enclave indio de varios siglos antes de Colón se encontraron huesos de caballo en cuatro lugares, algunos de ellos modernos y dos de ellos precolombinos, en el Cenote de Ch’en Mul. Eran dos dentaduras de caballo en el estrato de la base, parcialmente mineralizadas, es decir, de bastante más antigüedad que 1492, junto a alfarería maya (Pollock y Ray 1957:638; Ray 1957:278).

Yucatán, complejo de cavernas de Loltun: en 1977 dos arqueólogos mexicanos encontraron un depósito de 16 capas (Welch, 1978:99). En el nivel VII encontraron alfarería, algunos de cuyos utensilios estaban hechos con huesos de caballo, hasta el nivel II, datados por el radiocarbono en 1800 a.C. Los fragmentos de cerámica tenían porciones del 900 al 400 a.C. (Schmidt 1988:250).

Uno de los hallazgos más sorprendentes es un sitio datado en el 100 d.C. en St. Petersburg, Florida, que contiene restos de un mamut, un mastodonte y un caballo (Sorenson 1985: 297-8. Ver también Hester, p. 185).

Otros restos en Yucatán: ver “Once Again the Horse”, F.A.R.M.S., junio 1984; John Welch, ed., Reexploring the Book of Mormon, 98-100.

Wisconsin: un esqueleto de caballo enterrado con artefactos indios en un montículo funerario, todo ello datado en el 700 d.C. (Baily 1990:4)

Louissiana: Holland Hague estudia la documentación de huesos equinos encontrados en este estado, datados por el radiocarbono en los primeros siglos después de Cristo (Hague, 1990).

Más recientemente, en 2001, el National Geographic mostró evidencias de caballos usados como alimento, lo cual corroboraba la convivencia entre la especie humana y la equina, durante tanto tiempo desechada por muchos estudiosos. El estudio se centraba en la punta de una lanza precolombina con proteínas de caballo (Mayell, 2001).

Esta misma convivencia, sin embargo, ya había sido vislumbrada por estudios de un paleontólogo decimonónico: en 1895 Henry C. Mercer estudió 29 cuevas del área de Puuc, en Yucatán. Encontró huesos de caballo en tres cuevas, Actun Sayab, Actun Lara, y Chektalen, que resultaron ser especies americanas del Pleistoceno, llamadas entonces Equus occidentalis L, pero que Mercer, en vista de que los huesos estaban en una capa superficial, decidió clasificar como Equus equus, el mismo caballo que luego traerían los españoles (Mercer 1892:172). En 1947 Robert T. Hatt repitió las excavaciones de Mercer y encontró en Actun Lara más restos de caballo americano, llamado entonces Equus conversidens (Hatt 1953). Esto simplemente probaba que el caballo y el hombre pudieron convivir en algunas zonas aisladas de Yucatán mucho antes de Colón.

Junto a estos yacimientos, tenemos hoy muchas imágenes, pintadas o esculpidas o talladas, donde se muestran caballos en épocas precolombinas, e incluso en épocas paralelas a las del Libro de Mormón. Aquí van unas cuantas:
  1. Caballo con una inscripción en alfabeto Ogham (antiguo alfabeto de origen irlandés y encontrado en América), referente a la diosa Epona: “Epona, la misma diosa de los caballos, observando el movimiento de las estrellas”, según Gloria Farley y Barry Fell. El conjunto está la Cueva nº2 de Anubis en Colorado, junto con inscripciones Ogham. Ver In Plain Sight Old World Records in Ancient America, de Gloria Farley, 1994.
  2. Figura del Picture Canyon, Colorado. Del mismo libro de Gloria Farley, 1994.
  3. Imagen con inscripciones Ogham descubierta en la zona oeste de Oklahoma. Se considera de la época de los constructores de montículos. Del mismo libro de Gloria Farley, 1994.
  4. Imagen de John Dan Reib, “ Peru 's Incredible Ica Stones”, The Ancient American November/December 1993. Es una de las 15.000 tallas que tiene el Dr. Javier Cabera en su museo en Ica, y procede de capas bajo lava volcánica del desierto de Ocucaje cerca de Ica, Perú.
  5. Un hombre con barba y un caballo, figura tallada en el Templo de Palques, Chichen Itzá, Yucatán, México. Fue fotografiado por Otto Done y apareció en The Improvement Era, December 1955.
  6. Relieve tallado sobre roca cerca de Monte Vista, Colorado. Apareció en The Improvement Era October 1955.
  7. Caballo procedente de Picture Canyon, Cirnarron County, Oklahoma, que muestra la asociación entre indios y caballos. Foto procedente de The Improvement Era October 1955.
  8. Imagen procedente de la página 100 de The Mystic Symbol Mark of The Michigan Mound Builders, de Henrietta Mertz (Global Books 1986). Es una tablilla tallada por los constructores de montículos de Michigan.
  9. Imagen de North Salem, Nueva York, del libro Saga America, del Dr. Berry Fell, 1980, pág. 57.
Para complementar el articulo aqui un link con descubrimientos de fosiles de Caballos en America , son recientes descubrimientos , en este link

http://evidencias-ellibrodemormon.blogspot.com/2009/03/hallan-restos-fosiles-del-caballo-mas.html

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