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17 octubre 2012

Jesús en América: más en documentos históricos

"¿Cómo los aborígenes americanos chilenos pudieron saber de Cristo?" - se preguntó el cronista jesuita Alonso del Valle. 
Autor: Álvaro Figueroa.


“La Histórica Relación del Reino de Chile”, obra escrita por el sacerdote Jesuita Alonso del Valle, es la primera crónica del país de Chile en ser llevada a la imprenta. Posterior a esta publicación se inicia una larga tradición de historiadores jesuitas que aportan grandes investigaciones por toda la América antigua.

El registro de Alonso del Valle está compuesto de ocho temas o libros. Centraremos esta investigación en el “Libro Octavo”, cuyo tema principal es “el principio y progresos que ha tenido la fe en el Reino de Chile”. En este libro están narrados testimonios vividos por el propio Alonso del Valle, quien relata un hecho en particular que lo hace llegar a una interesante conclusión. Cito: 

“Dice que aquellos indios tuvieron resurrección de los cuerpos e inmortalidad del alma; y el citado Garcilaso dice y prueba todo esto mucho mejor. De lo cual me parece se puede colegir que esta gente tuvo alguna noticia del evangelio aun antes que se la diesen los españoles, porque la fe de la resurrección de la carne es tan propia de él, que no parece que pudieran haberla rastreado por otro camino...” [1]

La conclusión del cronista Alonso del Valle una vez estudiados los conocimientos del Creador entre los indígenas Chilenos, es que estos de alguna forma ya tenían un conocimiento del evangelio antes que se lo enseñaran los españoles y que la llegada de la doctrina de Cristo al continente, en particular Chile, sin duda tuvo un fuerte impacto aquellos indígenas. La siguiente cita explica muy bien lo anterior:

“Acerca de la luz que estos indios hayan tenido de Cristo, Señor Nuestro o de su santa ley antes de la entrada de los españoles en sus tierras, no se cosa particular sino que lo que refiere Pedro Bercio, en su geografía, y es que pasando los holandeses por el estrecho de Magallanes, muy a los principios de su descubrimiento los indios de aquella costa los saludaron con el santísimo nombre de Jesús; lo cual parece que da a entender tenían muy de atrás alguna noticia de nuestro Redentor, porque aunque parece que se podía decir que estos indios hubiesen oído este nombre a Magallanes y los que le sucedieron, tan de paso con los indios y esos muy pocos, como queda dicho en su lugar, se les pegase tan presto este nombre y les quedase tan fijo en la memoria, y lo tuviesen tan familiar que saludase con él a los holandeses, particularmente los indios que se han visto en el Estrecho no habitan allí de ordinario , sino que van y vienen de la tierra adentro, y así no serán siempre los mismos los que se han visto de todos los que han pasado por el estrecho y comerciado con ellos, y así parece dificultoso que haya sido esta la ocasión que han tenido de aprender ese modo de saludarse particularmente que siendo herejes casi los más que han frecuentado esta carrera del Estrecho, tendrían los indios muy poco que aprender de ellos en esta parte. 
No se que fuera de esto y los argumentos generales que se han apuntado, de haber llegado Santo Tomás a la América y dado en ella luz de Cristo Señor Nuestro, y de su santa ley, haya otras conjeturas en particular que prueben hayan tenido los indios de Chile, ni los otros de aquel nuevo mundo, conocimiento de nuestra fe y cuando hayan tenido alguno, es cierto que estaba ya tan perdido y olvidado que era como si no fuese.” [2]

La única explicación plausible para el cronista, es que el Apóstol Tomás hubiese llegado hasta América en una fecha muy temprana y fuese él quien compartió el evangelio con los antiguos pobladores habiéndose esparcido su mensaje por todo el continente, pero aún así se cuestiona el hecho de que con el pasar del tiempo este rastro se hubiera perdido.

Como Alonso del Valle, una gran cantidad de cronistas registraron haber descubierto indicios de un conocimiento previo de las enseñanzas de Cristo en la temprana América; aborígenes que mantenían un conocimiento y que lo aplicaban a sus vidas ¿fue santo Tomás quien enseñó estas verdades a los ancestros del continente americano? o ¿fueron los profetas del Libro de Mormón quienes emprendieron esta tarea? Dos preguntas que aumentan nuestro interés y deseo de saber la verdad.

Sin embargo parece poco probable que el viajante Apostol Tomás haya en verdad efectuado un viaje trans-atlántico dado que la tradición cristiana temprana de Asia atestigüa que él fue martirizado y muerto en India [3]. Por ende debemos encontrar otra explicación. Y la actual explicación más razonable es que efectivamente aquellas fueron las reminiscencias culturales que dejaron tras de sí las enseñanzas del propio Jesús y la relación de Él con sus profetas cristianos del Libro de Mormón de los siglos inmediatamente anteriores a Cristo y después de él, en la América antigüa.

El Libro de Mormón nos entrega una manera de saber con certeza si esta posición es cierta. Está escrita en Moroni 10:4:

“Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;”

¿Quieres saber la respuesta?, te aseguro que encontrarás la más grande y magnífica evidencia que jamás podrías encontrar, una respuesta de Dios a tu corazón.


Fuentes
  1. pág. 470 Histórica Relación del Reino de Chile, Alonso de Ovalle
  2. pág. 474, Histórica Relación del Reino de Chile, Alonso de Ovalle
  3. "Early references about the Apostolate of Saint Thomas in India, Records about the Indian tradition, Saint Thomas Christians & Statements by Indian Statesmen". Nasrani Syrian Christians Network. 2007-02-16.
Agradecimientos especiales a la hna. Mercedes Olivares, quien nos facilitó el libro “Histórica Relación del Reino de Chile” y nos indicó específicamente las citas expuestas en este artículo.

15 octubre 2012

El Libro de Mormón, un códice auténtico

El Libro de Mormón cumple asombrosamente con las características de forma, naturaleza y funciones de un auténtico códice mesoamericano.


Autores: Donald W. Parry, Daniel C. Peterson y John W. Welch.
Traductor: Antonio A. Caballero.



El registro nefita es un documento que se asemeja en su forma, naturaleza y funciones (de hecho, en los puntos característicos) a lo que cabría esperar de un antiguo códice mesoamericano, un tipo de documento que era completamente desconocido para José Smith.

En la época en la que vivó [José] Smith, el único objeto mesoamericano que había sido descrito por cualquier fuente en la lengua inglesa, algo parecido a un códice, era el "Calendario de piedra” azteca. Fue fotografiado en un libro de Humboldt publicado en Londres en 1814 [1], aunque por aquel entonces nadie le daba mucho sentido. Nada de lo sugerido por Humboldt arrojaba luz alguna sobre los documentos escritos por nativos americanos, ni los relacionaba con el Libro de Mormón. Además, la probabilidad de que el trabajo esotérico de los sabios alemanes hubiera sido accesible desde cualquier lugar en los Estados Unidos es extremadamente pequeña, excepto para un puñado de las mejores bibliotecas de la costa atlántica, a las cuales José [Smith] no tuvo acceso antes de que el Libro de Mormón fuera publicado. 


Códice Maya expuesto en el Museo de Copan, Honduras.
Agradecimientos por foto a Wjirling Phoenix

La sola idea de que un gran número de libros fueron escritos y preservados en cualquier cultura americana antigua era contraria a la noción universal sostenida por los ciudadanos, tanto alfabetizados como rústicos de los Estados Unidos, de que los "indios” sólo eran “salvajes". En Helamán 3:15, Mormón habla de "muchos libros y muchos anales de todas clases" entre su pueblo en el siglo I a.C., algunos conservados por lamanitas, aunque la mayoría por nefitas. Habían sido "transmitidos de una generación a otra " (v. 16). Los españoles observaron (en documentos que José Smith no pudo haber conocido) que un gran número de libros nativos (muchos guardados con gran reverencia como registros sagrados) estaban en uso cuando llegaron a México a principios del siglo XVI. El arqueólogo Michael Coe cree que "deben de haber habido miles de esos libros en la época clásica" (generalmente 300-900 d.C.) [2]. Sólo cuatro se han conservado de la zona maya. Pero en la década de 1820, ni siquiera los expertos conocían estos libros mesoamericanos. 

Nuestra información sobre el perfil del Libro de Mormón viene de las declaraciones hechas en dos cartas que escribió el profesor Charles Anthon, años después de que Martin Harris fuese a él con una muestra del exótico escrito que José Smith había copiado de las "planchas de oro". Lo que mostró, dijo Anthon, eran "caracteres singulares... dispuestos y colocados en columnas perpendiculares, y todo finalizado con el tosco trazado de un círculo, dividido en varios compartimentos y arqueado con varias marcas extrañas” [3]. Anthon comparó este perfil, en términos generales, a un manuscrito azteca, el único tipo de libro nativo que él conocía. Pero dichos libros aztecas, datados cerca del tiempo en que los españoles conquistaron México, no fueron considerados como "libros". Los registros más parecidos a los conservados por Mormón y sus antecesores eran de la zona de la lengua maya, y ninguno de esos se hicieron públicos hasta más tarde en el siglo XIX. El "Anthon transcript" (la muestra de caracteres copiado de las planchas) confirma su naturaleza "singular". Las marcas no se asemejan a ninguna escritura que resulte familiar para cualquier erudito de la década de 1830. De hecho, los paralelismos más claros son signos de un artefacto mexicano que no fue descubierto hasta la década de 1960 [4]. 

Curiosamente, los registros nefitas sobre planchas metálicas se usaban antiguamente para grabar los mismos tipos de elementos e información que fueron encontrados en registros de los nativos mesoamericanos. Poco o nada de ese contenido podría aparecer en cualquier libro escrito por un joven granjero de Nueva York: eventos clave que afectan al destino de los linajes gobernantes, las comunicaciones diplomáticas, anales de eventos registrados al final de cada año, las cartas de corresponsales, historia política, las cuentas detalladas de batallas y las guerras, las descripciones y la historia de las prácticas sagradas, los datos de la agenda, profecías, las aventuras de los héroes, genealogías y listas de tributo, entre otros [5]. Por otra parte, los diversos materiales se ordenan de manera intrincada a diferencia de lo que se encuentra en cualquier otro volumen escrito del siglo XIX, aun así, las partes tan dispares del registro nefita demuestran ser notablemente consistentes en cuanto a cómo fluyen y se interconectan [6].

Decenas de declaraciones que reflejan extrañas creencias religiosas y místicas, y símbolos exóticos son también encontradas en el texto del Libro de Mormón. Muchas de éstas son similares a las creencias y significados que encontramos en libros sagrados de la antigua mesoamérica, pero los modernos no lo reconocen, como: nociones de un océano subterráneo, montañas artificiales sagradas, un árbol santo en el centro de la tierra y canibalismo ceremonial [7]. 

El Libro de Mormón resulta ser el tipo de libro que ningún chico de granja neoyorquino del siglo XIX (incluso hoy) pudiera soñar con escribir o producir si lo tuviera. La información que sería necesaria, incluso para el más sofisticado de los eruditos o escritores de cualquier lugar, para acercarse a los libros que tenemos en nuestras manos, era simplemente inaccesible para cualquiera en la década de 1820. Los elementos mesoamericanos que conocemos ahora no salieron a la luz hasta mediados del siglo XX o más tarde. 

Fuentes
  1. Alexander von Humboldt, las investigaciones relativas a las instituciones y Los monumentos de los antiguos habitantes de América. . . (Londres: Longmans, 1814).
  2. Michael D. Coe, "Early Steps in the Evolution of Maya Writing", en “Origins of religious Art and Iconography in Preclassic Mesoamerica”, ed. Henry B. Nicholson (Los Ángeles: UCLA Centro de Publicaciones Latino-Americano, 1976), 110. 
  3. Citado por B. H. Roberts, en “A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints” (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1930), 100-107; también en “FARMS staff, Martin Harris Visit with Charles Anthon: Collected Documents” en "Shorthand Egyptian" (FARMS [Foundation of Ancient Research and Mormon Studies], 1990), 16-18. 
  4. Véase David H. Kelley, "A Cylinder Seal from Tlatilco, American Antiquity” 31/5 (1966): 744—45; y Carl Hugh Jones, "The 'Anthon Transcript' and Two Mesoamerican Cylinder Seals” en " Newsletter and Proceedings of the Society for Early Historic Archaeology” 122(Septiembre 1970): 1—8. 
  5. Véase John L. Sorenson, "The Book of Mormon as a Mesoamerican Record", en “Book of Mormon Authorship Revisited”, ed. Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1997), 391-522. 
  6. Véase, por ejemplo, Melvin J. Thorne, "Complexity, Consistency, Ignorance, and Probabilities," en “Book of Mormon Authorship Revisited”, ed. Reynolds, 179-94, y John W. Welch, "Textual Consistency," en “Reexploring the Book of Mormon”, ed. John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 1992), 21-23. 
  7. Véase John L. Sorenson, "The Book of Mormon as a Mesoamerican Codex, "Newsletter and Proceedings of the Society for Early Historic Archaeology” 139 (Diciembre 1976): 1—9.
  8. Enlace del artículo original: http://www.bmaf.org/node/447

11 octubre 2012

Extranjeros barbudos en Mesoamérica

Interesante evidencia arqueológica de indígenas con rasgos físicos hebreos en Mesoamérica en el siglo IV a.C, coincide con el tiempo de los hebreos nefitas.

Autor: V. Garth Norman.
Traductor: Joel Molina.

Registro Maya, encontrado
en Iximch, Guatemala

Antropólogos americanos, sumergidos en la teoría de la evolución aislacionista en el origen y desarrollo de las antiguas civilizaciones americanas, tienden a evitar el tema de los importantes contactos transoceánicos del tipo registrado en el Libro de Mormón. Sin embargo, la fallecida historiadora de arte mesoamericano, Tatiana Proskouriakoff, publicó un artículo en 1968 en el cual reconoció figuras preclásicas barbudas en la escultura de La Venta (a fines del período Olmeca-Jaredita y principios del período Mulekita) como “extranjeros barbudos”. Sin embargo, no sugirió una obvia procedencia Medio Oriental debido a la falta de evidencias más concretas, siendo que los exploradores mar-oceánicos del mediterráneo y el atlántico fueron vitales para establecer vínculos comerciales con esa civilización. Muchas figuras barbudas que datan de los primeros tiempos nefitas son prominentes en las esculturas que están en Izapán como también en La Venta (por ejemplo, Estelas de Izapa 5, 11, 67; Estela de La Venta 3 y Altar 3).

Es un hecho que los indios americanos no tenían tanto vello facial como para que les creciera barba [1]. Así que, ¿cómo se explica que existan numerosas esculturas y retratos de terracota de indios barbudos? Considerando su importancia, tendría que haber otra raza predominante dentro de las culturas avanzadas de Mesoamérica que dejó de existir. Una explicación lógica es presentada en el declive de los pueblos nefitas del Libro de Mormón. Mormón siendo un descendiente puro de Lehi (3 Nefi 5:20), implica que un importante número de la población nefita mantuvo sus rasgos medio-orientales. Nefi también vio en una visión que su posteridad sería destruida en la guerra con los lamanitas cuatro generaciones después de la venida de Cristo (1 Nefi 12:19-20). La muerte del pueblo de Mormón en la guerra y la mezcla de los sobrevivientes con la población mesoamericana lamanita dominante, debe haber agotado el gen “barbudo“ para cuando los españoles llegaron y conquistaron en Mesoamérica en el siglo XVI.

Diane Wirth (1986:32) citó una importante investigación de Alexander Von Wuthenau (1969:a2): 
“Empecé un intenso estudio de las cabezas de terracotas precolombinas. Lo que yo buscaba eran las típicas cabezas ‘indígenas’. Pese a ello, no pasó mucho tiempo en que no pude descubrir las típicas cabezas indígenas, sino solamente descubrí cabezas de aquellos ‘indígenas originales’. Las primeras figuras que encontré tenían características mongoloides, y todo tipo de gente blanca, especialmente de raza semita con o sin barba. Lo que se considera ‘indígena genuino’ se desarrolló solamente, hasta donde yo soy capaz de juzgar, sobre estas representaciones de terracota, al principio y a mediados del período clásico, y probablemente derivaron de otras formas originales.” [2]
Kirk Magleby en un artículo de la FARMS hizo un análisis de más de 230 figuras barbudas del arte mesoamericano y encontró una distribución importante en la zonas de alta civilización. Aunque las figuras barbudas datan de todos los períodos de tiempo, Magleby encontró que eran más frecuentes durante el tiempo del Libro de Mormón antes del 300 a.C y relativamente poco frecuentes en los tiempos de la llegada española.

Registro Precolombino encontrado en
Veracruz, Cerro de las Mesas, México

Piedra tallada descubierta en Monte Albán, México

Fuentes
  1. Wirth 1986, p. 29, citando a Sylvanus G. Morley, 1956, p. 23.
  2. Alexander Von Wuthenau (1969:a2)

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