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29 octubre 2010

El episodio de la muerte de Labán en el Libro de Mormón

Extracto del libro aún inédito “Testimonios Adicionales de la Veracidad del Libro de Mormón – Insertos en el Propio Libro”.
Por Rafael Diogo Jara.

“Por lo que obedeciendo la voz del Espíritu y cogiendo a Labán por los cabellos, le corté la cabeza con su propia espada.” (1 Nefi 4:18)
Este episodio relatado en El Libro de Mormón, ha constituido una fuente de críticas sobre su autenticidad. Normalmente, los mayores críticos del Libro de Mormón son defensores de la Biblia, quienes suponen que el Libro de Mormón pretende ser un sustituto de la misma, desconociendo su sagrada misión de ser otro testamento de Jesucristo.

Este capítulo no pretende describir los detalles que llevaron a Nefi a realizar este acto, exceptuando decir solamente que fue compelido tres veces por el Espíritu a que lo hiciera (1 Nefi 4:10-12). Tampoco se describirá el tipo de vida malévola de Labán y los justificativos que pudiera tener Nefi para hacerlo. Nos concentraremos en si es posible que Dios lo haya mandado, y si Dios podría disponer que se realizara un hecho semejante.

Primeramente se debe decir que Dios es el Señor de la vida y de la muerte, por Él nacemos y por Él también morimos, disponiendo de los momentos y las ocasiones según su voluntad y propósitos. Como dijo Job “Jehová dio, y Jehová quitó.” (Job 1:21). Sin embargo, Dios hace responsables a los hombres que interfieren maliciosamente tanto en la vida como en la muerte.

En las escrituras hay abundantes referencias a que Dios ha ordenado ejecutar la muerte de determinadas personas. Así como hay abundantes referencias de profetas que fueron grandes a los ojos de Dios y que debieron cumplir designios de esta naturaleza sin perder la santidad.

Téngase presente que el episodio de Nefi que analizamos, ocurrió aproximadamente entre los años 600 y 592 a.C., en plena vigencia de la ley mosaica.

Todos honramos a Abraham, y a este gran hombre se le puso a prueba su fe y confianza en Dios mandándole sacrificar a su propio hijo. Dios lo mandó, y Abraham estuvo dispuesto a hacerlo sin cuestionar la voluntad de Dios. Sin dudas, con gran dolor en el alma, pero confiando en Dios. Finalmente el acto no fue llevado a cabo, porque Dios mismo intercedió diciéndole:
“…No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya sé que temes a Dios, pues no me rehusaste tu hijo, tu único.” (Génesis 22:12).
Abraham fue grande a los ojos de Dios y de su descendencia, la que llegó a ser tan numerosa como las arenas del mar. Este acto fue un símbolo de lo que ocurriría más adelante en el tiempo, cuando Dios mismo debería sacrificar a su propio Hijo Unigénito para salvar a toda la humanidad. La grandeza de Abraham no tiene parangón, y nadie cuestiona lo que estuvo dispuesto a hacer, se lo admira porque obedeció la voz de Dios.

Sin embargo a otros profetas, que también fueron grandes a los ojos de Dios, se les encomendó tareas difíciles como la encomendada a Nefi.

Nadie desconoce la grandeza de Moisés, y nadie cuestiona la muerte de los primogénitos del faraón y su pueblo, donde Moisés tuvo un protagonismo sin precedentes para la liberación del pueblo de Israel. Tampoco se cuestiona el incidente cuando atravesaban el Mar Rojo y Dios le mandó a Moisés diciéndole:
“Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.” (Éxodo 14:26).
 Según el registro Bíblico, el ejercito del rey de Egipto estaba compuesto por:
“…Seiscientos carros escogidos, y todos los carros de Egipto, y los capitanes sobre ellos,…toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército.” (Éxodo 14:7,9).
Tampoco cuestionamos a Elías, por el incidente en el arroyo de Cisón cuando dijo:
“Prended a los profetas de Baal, que no escape ninguno. Y ellos los prendieron, y los llevó Elías al arroyo Cisón, y allí los degolló.” (1 Reyes 18:40). 
Estos profetas de Baal que fueron degollados eran 450 en total.

Tanto Moisés como Elías, como seres trasladados, estuvieron con Jesús en el Monte de la Transfiguración (Marcos 9:2-4). El obedecer la voz de Dios en ninguna manera hace pecadores o indignos a los hombres, al contrario, los engrandece y exalta.

Por lo tanto, lo que Nefi hizo al matar a Labán, fue menor a una milésima parte de lo que hicieron otros profetas bíblicos también con la aprobación divina. Y no hemos considerado aún los incidentes de Josué al invadir la tierra prometida matando a todos y perdonando solamente a la ramera Rahab (Josué 6:17). Ni tampoco hemos considerado el incidente entre Samuel y Saúl, donde el profeta le manda:
“Ve, pues, y ataca a Amalec, y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata a hombres y a mujeres, a niños y hasta a los de pecho, y vacas y ovejas, camellos y asnos.” (1 Samuel 15:3).
Entonces, puede ser difícil para las personas entender los designios de Dios de esta naturaleza, así como también entender los desastres naturales. Para el hombre común la vida termina con la muerte, sin embargo para Dios, no termina con la muerte, ni comienza con el nacimiento. Cuando Él lleva a alguien de esta vida, siempre algún propósito noble existe. A veces, los hombres en este mundo tienden a degenerarse en la maldad y la incredulidad, entorpeciendo la felicidad de los otros hijos de Dios, y en el mundo de los espíritus, tienen la posibilidad de regenerarse. Otras veces, culminaron su estado de probación, y Dios los lleva para sí.

Sin embargo, en cuanto a los episodios relatados, si en alguna manera eran regidos por la ley mosaica, en el meridiano de los tiempos Jesucristo dio fin a esta antigua ley, diciendo:
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al malo; antes bien, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra… Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:38,44).
Conclusión: Los textos analizados en este capítulo constituyen un testimonio adicional de la veracidad del Libro, porque:

a)  Si juzgáramos a Nefi por el episodio relatado en el capítulo 4, no podría ser menor, ni a Elías, ni a Moisés, ni a Josué, ni al profeta Samuel, y ni a otros profetas bíblicos.
b) Entonces, sí, es posible que Dios le haya mandado a Nefi matar a Labán.
c) También, fue demostrado que Dios podía disponer que se realizaran actos semejantes, como Señor de la vida y de la muerte.

(Rafael Diogo Jara - "Testimonios Adicionales de la Veracidad del Libro de Mormón - Insertos en el Propio Libro").


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1 comentario:

Anónimo dijo...

algo no comparativo sino doctrinal

galatas 5:23

"contra tales cosas no hay ley"

nefi dice que estaba siendo guiado por el espiritu sin saber...

pero conociendo la ley, se resistia a esta guia espiritual que esta recibiendo...

en definitiva, cuando actuamos bajo la influencia del espiritu no hay ley, o en otras palabras el espiritu nos justifica.

saludos

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